Ediciones de Audio era un oasis dentro de Radiocentro.
Juanito de la Torre, un verdadero personaje, tipo chispeante y simpático, había
logrado crear a su alrededor un ambiente acogedor y jodedor que nada tenía que
ver con la mala leche que reinaba en los demás sitios del edificio de 23 y L
que tuvo la mala suerte de albergar al Instituto Cubano de Radio y Televisión,
uno de los peores organismos de la llamada revolución, guarida de mediocres,
burócratas y halalevas.
Juanito de la Torre |
El de Johnny of the Tower era el lugar donde se editaban las cintas que
contenían la banda sonora de los programas de TV Cubana. Así que por allí
pasaban todos los días directores, cantantes, musicalizadores, músicos, etc.
Era una zona donde los pesaos y los demasiado
apegados al sistema simplemente no cabían porque se asfixiaban con el aire
fresco.
Territorio preferido para formar tertulias, allí acudían los grandes como Adolfo Guzmán,
Manolo Rifat, Condall, Sirio Soto, Loly Buján, Rolando Gómez, Enrique Núñez
Rodríguez, Celia Torriente, Carballido Rey, Enriqueta Almanza, Silvano Súarez,
el gran Antonio Arriaga Coffigny y otros.
Allí, además de a trabajar, se iba a descargar, a aflojar tensiones, a olvidar
los berrinches provocados por los demás departamentos del ICRT, a conversar con
amigos y, por qué no decirlo, a chismear. Como he dicho antes, un oasis.
Yo no conocí a alguien que valiera que no se
sintiera bien bajo el ala del gran Juanito. Pero sería injusto atribuirle a él
todo el mérito. A su lado, creando la atmósfera, manteniendo en alto el
espíritu transgesor y el buen rollo, estuvieron sus chicas, con las que era un
vacilón editar y pasar el rato liberándose del stress.
Recuerdo en la época de oro a Lisette Vila (mucho antes de convertirse en la Lisette Vila gubernamental que fue después), a la guantanamera María Díaz ((¡¿Quién te lo iba a decir, guajira, que ibas a caer en Las Vegas?!), a Farah Guerra (su pronta muerte nos dejó desolados), a Betty Franco (que después pasó a video-tape), a la increíble Yamilé Pulzán (reina del swing y la sabrosura que anda regando flores y cubanía por Vigo) y a Martica Jiménez (eficiente y buena gente donde las haya). Hubo otras, pero lamento no recordarlas.
Todas ellas serviciales, todas ellas de primera.
Recuerdo en la época de oro a Lisette Vila (mucho antes de convertirse en la Lisette Vila gubernamental que fue después), a la guantanamera María Díaz ((¡¿Quién te lo iba a decir, guajira, que ibas a caer en Las Vegas?!), a Farah Guerra (su pronta muerte nos dejó desolados), a Betty Franco (que después pasó a video-tape), a la increíble Yamilé Pulzán (reina del swing y la sabrosura que anda regando flores y cubanía por Vigo) y a Martica Jiménez (eficiente y buena gente donde las haya). Hubo otras, pero lamento no recordarlas.
Todas ellas serviciales, todas ellas de primera.
Martica Jiménez |
Hoy me he enterado del fallecimiento de Martica, víctima del
cabrón cáncer que la mordió a poco de llegar a Miami y no le dejó disfrutar de
la nueva vida que quiso armar allí en compañía de su hijo y de sus familiares.
En el verano de 2016 tuve la alegría de compartir con ella un rato en su hogar de Miramar, Florida. La enfermedad y sus agresivos tratamientos la llevaban de la mano y corriendo en un proceso que ella y yo sabíamos que iba a terminar mal, pero afrontaba echando palante con un valor envidiable.
Aquella mañana nos acordamos, ¡cómo no!, de Ediciones Musicales. Y creo que esas imágenes grabadas en nuestras memorias hicieron que en mi visita la pasáramos bien a pesar de que la muerte andaba cerquita, acechando la muy hija de puta.
En esa ocasión me dijo “yo aquí en Miami no hago vida de ICRT, no quiero cargarles mi padecimiento a los que fueron mis compañeros”.
Como era modesta y siempre quiso pasar inadvertida, Martica se fue en silencio. Hoy quiero despedirla con este recuerdo a ella y a su lugar de trabajo, donde me consta que fue feliz.
En el verano de 2016 tuve la alegría de compartir con ella un rato en su hogar de Miramar, Florida. La enfermedad y sus agresivos tratamientos la llevaban de la mano y corriendo en un proceso que ella y yo sabíamos que iba a terminar mal, pero afrontaba echando palante con un valor envidiable.
Aquella mañana nos acordamos, ¡cómo no!, de Ediciones Musicales. Y creo que esas imágenes grabadas en nuestras memorias hicieron que en mi visita la pasáramos bien a pesar de que la muerte andaba cerquita, acechando la muy hija de puta.
En esa ocasión me dijo “yo aquí en Miami no hago vida de ICRT, no quiero cargarles mi padecimiento a los que fueron mis compañeros”.
Como era modesta y siempre quiso pasar inadvertida, Martica se fue en silencio. Hoy quiero despedirla con este recuerdo a ella y a su lugar de trabajo, donde me consta que fue feliz.
////////
No hay comentarios:
Publicar un comentario