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sábado, 15 de junio de 2013

EMILIO QUESADA, UN AMIGO DE OTRO MUNDO


UN HOMBRE ESPECIAL
    Se llamaba Emilio Quesada Rey y era un hombre especial. Por los cuentos que hacía, se podía deducir que en el pasado capitalista cubano había sido alguien importante. Decía ser graduado de ingeniería y que entre los múltiples proyectos en los que participó antes de 1959 estuvo la estructura del edificio Focsa, el más alto de nuestro país. Y que después del triunfo de los rebeldes había ocupado diversas altas responsabilidades, algunas de ellas bajo las órdenes directas del primer secretario del comité central del partido comunista de cuba, presidente de los consejos de estado y de ministros y comandante en jefe. 
    Se refería a menudo a sus numerosos viajes y estancias en el extranjero como servidor de la revolución. Oyéndole hablar –ambas cosas le encantaban: hablar y que le oyeran- uno se convencía de que Londres, París y Madrid eran pan comido para él y de que, si de gastronomía se trataba, ninguna ciudad podía superar en variedad a la oferta de Tokio.


    Cuando le conocí ya era mayor y había tenido algún que otro revés serio de salud. El corazón le asustaba a veces, agitándole la respiración. Si se abría la camisa, uno podía ver sobre su pecho una serie de cables –similares a los que se usan en un electrocardiograma- que chequeaban constantemente la actividad de su bomba y le ayudaban a controlar cualquier problema. Y a cada rato, donde quiera que estuviera, hacía una pausa para tomar sus medicamentos. Pero nada de ello evitaba que desplegara una gran actividad en su vida cotidiana. Era una persona inquieta, que necesitaba estar constantemente vivo.
Emilio Quesada
CUBARRIBA Y CUBABAJO
    De carácter abierto, tenía una gran habilidad para las relaciones públicas y un evidente interés por conectar con todos los que le rodeaban, cosa que lograba con facilidad.
    En la Habana de 1980 que ambos compartíamos, nuestras circunstancias eran muy distintas. Algunos ejemplos:
    1) Yo vivía en condiciones deplorables, en un edificio inseguro de una calle que se inundaba en cada aguacero, en medio de un barrio conflictivo del municipio Habana Vieja, buscando una permuta casi imposible que me sacara de allí. Él en tremenda residencia en Miramar, amueblada y decorada con todos los hierros.
    2) A mí, en el 67, me habían permitido comprar –“por asignación”, se decía- un Peugeot argentino fabricado trece años antes, que se estropeaba a diario, falto de piezas y gasolina. Él corría por la ciudad en un flamante último modelo que no se rompía ni carecía de combustible.
    3) Mis amigos y yo mismo éramos pobres diablos que habíamos creído en un futuro luminoso en que la leche de vaca correría por cañerías, jamás habría apagones y el mundo entero viviría en un socialismo solidario y feliz.. Y en lugar de eso sufríamos la triste realidad de un país abrumado por todo tipo de dificultades materiales.
    4) El círculo en que Emilio se movía estaba lleno de gente alegre y vital, de altos jefes y mayimbes que fasteaban a menudo, jamás montaban en guagua, alguna vez habían oído hablar de que existía una libreta de abastecimientos y desconocían que para comerse un miserable bocadito y un dulce en La Cocinita de Paseo, frente al Riviera, había que aguantar tres o cuatro horas de desesperante cola.
    Cuando él, a poco de conocerme, tuvo la gentileza de invitarme y me senté a almorzar una estupenda jama en su amplio comedor rodeado de hermosas plantas tropicales, se hizo más que evidente que vivíamos en la misma ciudad pero en dos mundos bien separados. Éramos el ejemplo vivo de la diferencia entre los de Cubarriba y los de Cubabajo.
    Pero, a pesar de lo mucho que nos dividía, era un hombre inteligente y sensible que supo, a base de crear una atmósfera de respeto y compañerismo, superar algunas situaciones iniciales incómodas entre nosotros y consiguió, venciendo mis recelos, que sintiéramos afecto mutuo y llegáramos a ser amigos.

QUESADA EN PERSONA (I)
    Cuando te relacionas con alguien que goza de un nivel de vida muy superior al tuyo, debes tener mucho cuidado si deseas conservar intacta tu dignidad. Ese alguien, por pura costumbre y no necesariamente con intención degradante hacia ti, te contará historias de su interesante vida, de lo último que se compró, de lo que disfrutó en su último viaje al extranjero, en fin… Te hablará como si fueras un igual y, ¡ojo!, tú no lo eres. Existe una diferencia económica y/o de jerarquía laboral o social entre ambos que, aunque se quiera obviar, está ahí, presidiendo cada momento, oyendo la conversación.
   Con otros dirigentes, yo había pasado por desagradables trances –me dio por llamarles irónicamente “episodios de la lucha de clases”- y desde el primer día en que conocí a Emilio, quise transmitirle que había ciertas líneas que yo no permitiría que se traspasaran. Me di cuenta de que sería una tarea complicada, sobre todo porque a él le gustaba paliquear hasta por los codos de sus batallitas y por su tendencia innata a intentar que uno se sintiera bien en su presencia. No sé si me estoy explicando correctamente pero el siguiente ejemplo me ayudará:
   A poco de empezar en la EGREM, debe haber sido en la misma semana de mi fichaje, quiso que intercambiáramos ideas en un ambiente más apacible y relajado que el de su oficina y me invitó a almorzar en su chalet de Miramar.

   -- ¿Sabes? Yo tengo un verdadero culto por la amistad. Si vamos a trabajar juntos, para mí es importante que seamos amigos –anunció sonriente mientras me servía una copa de vino.
   La comida, deliciosa y de varios platos, se desarrolló en un ambiente que él logró que fuera agradable. Me presentó a su esposa, quien había trabajado en el ICRT. Era obvio que quería caerme bien. Pero yo tenía la mosca detrás de la oreja. Y me dije, arisco y medio, “éste no me va a apantallar con sus historias”.
   Tras el almuerzo, nos montamos en su carro rumbo a la empresa de discos. Sobre el asiento trasero había una caja abierta con varias guayaberas dobladas, tan nuevecitas que aún tenían el sobre de nylon conque habían salido del taller. Cuando nos detuvimos ante un semáforo de la Quinta Avenida, me dijo:
   -- Compré esas guayaberas en La Maison. La EGREM tiene que hacer regalos buenos.
    Se volvió hacia atrás, escogió una y me la dio.

   -- Creo que ésta es de tu talla. Llévatela.
   -- No, gracias.
   -- ¿No te gusta?
   -- Sí, me gusta, claro, pero creo que no debo aceptarla.
   -- ¿Y por qué?
–preguntó con un gesto de sorpresa.
   -- Pues, por… Porque no me la he ganado –y devolví la prenda a su caja.
   Evidentemente, tuve una reacción que no se esperaba. Molesto, en plan “¿quién coño se cree éste que es?”, se giró, tomó de nuevo la guayabera y la dejó caer sobre mis piernas.
   -- Tú me perdonas, pero yo no la quiero.
   -- Bueno, pues si no la quieres, yo tampoco –y con la misma, la cogió y la lanzó con fuerza por la abierta ventanilla, mientras, en silencio, echaba a andar el auto. (1)
    En los meses siguientes, varias veces comentamos entre sonrisas “el incidente de la guayabera”, como le dimos en llamar. Ambos estuvimos de acuerdo en que ese día fue importante. A él le quedó claro mi mensaje: "amigos sí, mierditas humillantes no".


ESPERANDO LA PRÓXIMA CURVA
    El Concurso Adolfo Guzmán de Música Cubana 1980 y los espectáculos que le acompañaron habían resultado un triunfo rotundo. Mi equipo y yo habíamos ido ascendiendo por una escalera exitosa en estos eventos, partiendo de cero en el 78, afianzándonos en el 79 hasta llegar a la culminación en el 80. No se recordaba un impacto popular tan fuerte provocado por la TV Cubana desde que Eduardo Cáceres Manso había dado un palo con su “Para bailar” y Ángel Hernández Calderín otro con su “Todo el mundo canta”.
    Aún habiendo llegado al tope, al finalizar el concurso decidí ratificar, ante quienes representaban a la cúpula del Instituto Cubano de Radio y Televisión en la Comisión Organizadora, una decisión que ya les había dejado caer: que no contaran conmigo para el próximo año. Durante el proceso de preparación y realización del evento, hubo gente que se movió e hizo cuanto le fue posible para que yo me cabreara y lo había logrado con creces. Al bajar el telón de la última noche del Guzmán 80 en el teatro Carlos Marx, creí llegado el momento de abandonar una nave que había tomado un rumbo que no me gustaba para nada y que llevaría a la destrucción del concurso unos años después.
    Así que, con el tercero, di por finalizada la etapa de mis guzmanes. A finales de ese año, yo andaba sin un gran proyecto entre las manos pero bate en ristre, listo para tirarle a la primera curva que me pareciera interesante, siempre que el pitcher no fuera un dirigente del ICRT. Por eso, cuando me telefoneó la secretaria del director de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM) para decirme que su jefe tenía interés en que nos conociéramos personalmente, acudí, interesado, a la cita en su oficina de la calle Campanario.


QUESADA EN PERSONA (II)
    Le encantaba la música. Tenerla, oírla y comentarla. Aprovechando sus muchos fastens, había ido comprando y acumulando la mayor cantidad de discos que yo había visto junta. Los estantes donde los guardaba, cuidadosamente clasificados por géneros e intérpretes, ocupaban dos amplias estancias de su casa. Siempre pensé que esa afición fue la causa principal de que le nombraran director de la EGREM. En aquella Cuba disparatada, podía ser hasta natural que alguien de arriba pensara “Éste que tiene tantos discos, es el ideal para dirigir la empresa que se dedica a eso”. (2)
    Recuerdo que allí estaban los long plays de muchos artistas censurados en la isla: Olga Guillot y su hija, Celia Cruz, Julio Iglesias, Fajardo… Y todo el jazz. Y el bossa nova, Jobim, Elis Regina… De los cantantes americanos, de Sinatra y Dionne Warwick para abajo, el que tú quisieras. Y toda una pared llena de clásicos: Bach, Beethoven, Mozart… Había adquirido discos a las dos manos. Gracias a él, conocí a músicos, vocalistas y estilos que desconocía. La discoteca de Quesada era lo máximo si te gustaba la música tanto como a mí. Acceder a ella equivalía a entrar en la Capilla Sixtina para un católico ferviente. (3)
   Pensando en utilizarlos en mis programas de televisión, le pedí que me permitiera pasar a cassettes algunos de aquellos discos, sobre todo los que contenían instrumentales. Y no sólo accedió sino que a veces, en una demostración de confianza, se iba a trabajar y me dejaba solo en su salón, grabando música en su magnífico equipo de audio.
   Uno de los números que copié en aquellas sesiones fue “Theme for Firepower”, del LP “Euphoria” de Gato Barbieri con la orquesta de Jay Chattaway, que años después se hizo muy popular en nuestro país cuando lo utilicé como tema de los espectáculos en los que se elegieron las canciones representantes de Cuba en los concursos de la OTI.

YIN, EL DEL OLFATO
    -- Pasa, pasa, siéntate. Oye, me ha gustado mucho el Guzmán. Te felicito.
    -- Muchas gracias.
    Se puso a charlar un rato de esto y de lo otro, cosa en la que era un experto. Hasta que me soltó a bocajarro:
    -- Pues, te he llamado porque quiero que trabajes con nosotros como productor.
    -- Pero si yo no sé nada de esto.
    -- Justo por eso estás aquí.
    Habló de manera entusiasta de sus ideas en cuanto a la empresa, de su interés porque los creadores que trabajasen allí tuvieran en cuenta el aspecto comercial. Dijo, más o menos
    -- Hay que hacer arte, pero un arte que tenga salida en el mercado. ¿Tú te imaginas la cantidad de discos que duermen el sueño eterno en nuestros almacenes? La mayor parte de ellos son “compromisos”. Se hicieron para complacer a Fulano que quería promover a su amiguita artista o a Mengano, que era un gran miliciano y nunca en sus 10 años como cantante le habían hecho un long play aquí y exigía su derecho a grabar con el argumento de que éste es un organismo revolucionario y debe ser para todos y no para privilegio de unos cuantos.
    -- Claro que siempre habrá discos que se vendan poco. Pero deben ser los que se le hagan a grandes artistas que sean poco conocidos. O grabaciones que den testimonio de movimientos musicales importantes. No podemos renunciar a la labor cultural que debe desarrollar la EGREM.
    -- Pero para eso tengo a otra gente. Yo me he fijado en ti porque sabes conectar con los espectadores sin rebajar los niveles de calidad. Tienes lo que falta aquí: olfato. Te quiero para que seas el primero de un nuevo tipo de productor. Uno al que no se le puede olvidar nunca que trabaja para el público y no para el lucimiento personal de un intérprete o de un orquestador. (4)

DE PRONTO, PRODUCTOR DE DISCOS
    El lanzamiento de aquel pitcher me gustó y le tiré. Pero escamado por experiencias anteriores, le dije que yo aceptaría el trabajo siempre que no fuera a tiempo completo, que pudiera alternarlo con el de la televisión. No hubo objeción de su parte.
    -- Podrás coordinar tus horarios sin problema. Aquí se graba durante las 24 horas.
Estudios Egrem, San Miguel 410
    Al final de la entrevista, me acompañó a visitar los estudios que estaban al doblar, en el mismo viejo edificio de San Miguel 410 donde había funcionado la Panart.
   -- Ven por aquí cuando te dé la gana, empápate de cómo trabajamos. Cógele el truco. Después, cuando estés listo, me presentas un proyecto.
    Salí de la entrevista con Quesada convertido en productor de discos, una profesión que nunca me había pasado por la cabeza tener.

NO ES LO MISMO PROGRESO QUE EGREM
    El mundo de las grabaciones musicales no era nuevo para mí. Cuando trabajé en Radio Progreso, no sólo asistía a las de mis programas sino también a las que Mariano Suárez del Villar producía para el espacio “Cuba y su música” de Radio Habana Cuba. Años después, cuando pasé a televisión, entendí que era mi obligación estar presente en la grabación de la música destinada a mi programación. Ver trabajar a operadores como Medardo Montero, Pepe Gutiérrez, Pepe Ciérvide, Osvaldo “Witty” Valdés, Arriaga Coffigny y Pepín Carbonell equivalía a pasar un curso de calidad. Pero en Progreso se registraban varios números en una mañana -hasta seis en un día de apuro- y en la EGREM el ritmo era más pausado y el nivel de exigencia mucho más alto. Hacer un disco de diez cortes podía durar meses. Se grababa poco a poco, por pistas, cada instrumento por separado. Al final, tras varias sesiones casi nunca continuadas en el tiempo –no pocas de madrugada-, se añadía la voz. Era un proceso minucioso, agotador y podía ser hasta cansino si se producían muchas repeticiones de tomas, lo que era frecuente. Me costó bastante acostumbrarme a la lentitud y escrupulosidad con las que se trabajaba en la EGREM.

TANTEANDO EL TERRENO
    Lo primero, naturalmente, fue el aprendizaje. Me sentaba en un rincón de la cabina del estudio principal, a ver cómo se comportaban los productores, los grabadores, los artistas, los auxiliares. Cuál era la jerga que usaban, por qué daban por buena una toma, dónde y cómo se debía colocar un micrófono para captar correctamente un instrumento, los niveles correctos de audio a la hora de grabar y de oír lo grabado, cómo hacer las mezclas, en fin…
    En esas sesiones como alumno oyente hice muchas preguntas: unas fueron bien recibidas y otras no. Casi todos los integrantes del cuadro de productores de la casa eran músicos de prestigio y me conocían. Algunos habían trabajado conmigo en televisión o teatro. Pero siempre hubo alguien que no se mostró muy receptivo que digamos. Quizás no veía con buenos ojos que anduviese merodeando por allí un tipo del ICRT que venía, conchabado con Quesada, a hacer quién sabe qué cosas que podrían poner en peligro su bien establecido chiringuito particular.

TRIBUTO A DOS QUE SE HAN IDO: JUAN PABLO Y JORGE
    Quiero mencionar a dos pilares en los que me apoyé, hoy desgraciadamente fallecidos.
    Juan Pablo Torres, el formidable trombonista, había producido discos de su grupo Algo Nuevo y también lo había hecho con otros intérpretes. Y siempre con éxito, lo que le había ganado una buena reputación en el ambiente musical que se movía alrededor de la EGREM. Le sabía un montón al difícil arte de lograr el mejor sonido con los equipos disponibles allí. En lo personal, Juan Pablo era un tipo chévere, sin miseria. Sin pedir algo a cambio, poniendo en práctica su gran generosidad, me ayudó muchísimo y me enseñó cómo manejarme en un entorno técnico y humano que yo desconocía. Su colaboración fue fundamental para mí.
    Como yo no era músico, pues tuve que crear para mis producciones un puesto de asesor/director musical. Que no necesariamente era la persona que dirigía la orquesta –aunque en ocasiones lo hizo- sino un profesional que, muy atento, detectaba fallos como desajustes en los tiempos, desafinaciones, notas mal tocadas, etc. Para hacer esa labor conté casi siempre con mi amigo, el gran pianista y orquestador Jorge Aragón Oropesa. (5) Increíblemente, gracias a él, mi oído se fue agudizando gradualmente de tal forma que al final de mi etapa en la EGREM, ya hacíamos competencias a ver quien descubría primero los errores. Y no siempre ganaba Jorge.
Juan Pablo Torres /  Jorge Aragón Oropesa

QUESADA EN PERSONA (III)
    Con frecuencia, encontré sorpresas al entrar en su despacho de la EGREM o andando por la Habana a su lado:
   -- Mira, Ginori, te presento a mister Jerry Masucci, dueño de la Fania.
   -- Ah, mucho gusto.
   -- Este señor es el mejor director de programas de televisión de la historia de Cuba y el tipo que más sabe de música cubana en nuestro país.

   Con toda la delicadeza que pude, para que Emilio no quedara como un embustero, le traté de explicar a Masucci que yo no era nada de eso. Pero su introducción, absurda y paquetera, me sirvió para iniciar un palique con el famoso personaje neoyorquino que había llegado a ser el dios de la salsa. (6)
   -- Pero, Quesada, ¿por qué le dijiste eso al tipo? –pregunté después.
   -- Para que se interesara por ti. ¿Viste cómo se pasó media hora conversando contigo?
   Evidentemente, me faltaba mucha picardía por aprender todavía.


QUESADA EN PERSONA (IV)
   Una de sus actividades preferidas era crear situaciones de jodedera para aliviar las tensiones del trabajo diario. Una mañana, se apareció en el estudio donde yo grababa y, agachándose junto a mi silla, me susurró:
   -- ¿Tú tienes pasaporte?
Esa pregunta, puñetazo directo al hígado, no se le debía formular sin acondicionamiento sicológico previo a un cubano de mi condición y tiempo.
   -- Tengo uno de cuando fui a la RDA hace cuatro años –la música que sonaba fuerte en el altavoz pasó a segundo plano mientras en mi cerebro daban vueltas las palabras salir, viajar, avión, dietas, pacotilla y felicidad.
   -- Oh, qué lástima, debe estar caducado.
   -- ¿Por qué me lo preguntas?
   -- Porque hay un distribuidor japonés aquí y está interesado en Beatriz Márquez. Quiere llevársela a su país para promocionarla.
   -- ¿Y?
   -- Que con ella tendrá que ir alguien de la EGREM.

Al revolico de palabras anteriormente citadas, se añadió en mi mente una nueva y maravillosa: Japón.
    -- Yo pensé en ti pero el viaje va a ser dentro de una semana y si tú no tienes el pasaporte listo… -soltando ese jarro de agua fría, se irguió y se fue de la cabina.
    Salí detrás de él. Allí estaba, en el pasillo, muerto de risa, esperándome.
   -- Coño, Quesada, eso no se le hace a nadie.
   -- No, si lo del viaje inmediato es broma
–seguía riéndose el muy cabrón- pero lo del japonés es verdad. Si llegamos a un acuerdo con él, grabas un long play con Beatriz y te vas con ella a la tierra de Toshiro Mifune.
   Sobra decir que nunca vi al nipón, ni hice el disco con ella ni se dio el viaje.


ADIÓS A LA EGREM
    Entre una cosa y otra, mi relación con la empresa discográfica fue más bien corta. Comenzó en 1980 y duró hasta mediados del 82. Cuando le estaba cogiendo el gusto a pasarme horas y horas sepultado en vida dentro de una semioscura cabina de grabación, escuchando y analizando una y otra vez lo mismo, lo mismo y lo mismo, pasando hambre porque allí de merienda ni soñarlo, pues justo entonces “todo se derrumbó”, como dice la canción.
    En ese período, produje discos con Mirta Medina, María Elena Pena, Soledad Delgado, Grupo Proyecto de Gonzalito Rubalcaba, Orquesta Los Ramblers de Nicaragua y Flora Mazorra. Sobre estas producciones discográficas hablaré con detalle en mis dos siguientes crónicas de este blog.
    En 1982 -¿acaso principios del 83?-, Emilio cayó en desgracia y fue relevado de su cargo, envuelto en una situación que le sacó de circulación durante un tiempo y de la que nunca quiso hablarme. Corrieron rumores –como siempre que pasaba algo así-, pero nunca me enteré de la razón por la que le habían cesado. A partir de su truene, la nueva dirección debe haberme considerado como “cómplice de Quesada” en los pecados de los que se le acusó -o quizá algo peor- porque, en cuanto entró, paró en seco mi carrera de productor: ya no contarían más con mis servicios. Como medida de hostigamiento, se demoraron meses en pagarme una suma insignificante que me debía la empresa. Cuando al fin la cobré, levanté la pata de la EGREM y si te he visto no me acuerdo. (7)
___________________

N   O   T   A   S
(1)   Si usted, amigo lector, caminando por el separador peatonal de la Quinta Avenida de Miramar, en 1980, se encontró una fina guayabera en su sobre y se la apropió, sepa que esta es la historia de cómo llegó hasta allí. Espero haberle alegrado aquel día y que le haya dado buen uso a la prenda.

(2)   Siguiendo esa lógica, el indicado para ser director de la empresa de grúas sería un tipo que tuviera 40 ó 50 de ellas parqueadas en su patio.

(3)   Tengo la esperanza de que algún afortunado particular todavía mantenga a salvo y en buenas condiciones, los miles de discos que reunió Quesada y pueda disfrutar de ellos. Muchas veces me he preguntado qué hubiese pasado si todo aquel tesoro discográfico hubiera caído en las fauces de un organismo del estado. Lo más probable es que lo hubieran desbaratado como unidad no sin antes haber destruido toda la música prohibida, alegando que había que evitar que algún desaprensivo malintencionado la difundiera poniendo así en peligro la salvación de la patria y el bienestar mental del pueblo cubano.

(4)   Yo no sé si colmé las expectativas de Quesada de ser un productor diferente y más “comercial”. Algunos números de los que grabé, tuvieron su moña y, por ello, no eran precisamente de los que se vendían fácilmente.

(5)   A mi amigo y excelente músico Jorge Aragón Oropesa, ya fallecido, le he dedicado una pieza de este blog. La pueden leer pulsando  A Q U Í

(6)   Jerry Masucci estaba en La Habana para preparar la próxima visita de Fania All Stars al Festival Varadero 81. Por cierto, no había que tirarle mucho de la boca para que se pusiera a contar historias y anécdotas en las que los cantantes y músicos de su sello discográfico aparecían como drogadictos, borrachos, desequilibrados, etc. Además de ser un lengüilarga vanidoso, el tipo tenía una imagen que hubiera encajado sin desentonar en una película de mafiosos. A mí no me gustó nada en él.

(7)   Tras la salida de ambos de la EGREM, Emilio y yo nos vimos alguna que otra vez. Como lamentablemente suele ocurrir, roto el entorno laboral que nos había mantenido unidos en tiempo y lugar, nuestra amistad se debilitó. Cuando salí de Cuba, perdí todo contacto con él y años más tarde supe que había fallecido.
     Gracias a la publicación de este escrito, he tenido la satisfacción de comunicarme, a través de Facebook, con la hija de Quesada, Claudia, a quien recuerdo como una niña pequeña y preciosa, y a su mamá Maritza, la última esposa de Emilio, siempre tan amable conmigo. También he contactado con Armando, su hijo mayor, a quien no conocí en Cuba.


Epílogo necesario:
    Ya sé que esta crónica puede provocar picazón y hasta enfado en algunas personas que tuvieron encontronazos con él durante su gestión al frente de la EGREM o en aquellas otras a quienes el personaje simplemente no les caía bien desde antes. Quizás me critiquen el tono apologético que he utilizado.
    Pero esto es un blog escrito en clave de yo, que refleja mis experiencias personales y lo que han leido refleja mi relación con él. Mientras otros de su mundo me fallaron, Emilio Quesada no lo hizo. Siempre le agradeceré que se portase muy bien conmigo. Y si se comportó mal con alguien, pues que esa persona lo cuente y santas pascuas, señor.

C O D A:
    Hubiera querido enriquecer visualmente esta entrada con fotos de Emilio. Pero lamentablemente, no dispongo de ellas. Si algún día las consigo, las añadiré con mucho gusto.

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ÉSTOS SON SUS ENLACES:



  
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Sus páginas son un compendio de mis experiencias y mis circunstancias, vividas en el mundo de la televisión, los espectáculos, la creación musical,

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8 comentarios:

  1. ginori solo te digo gracias por todo lo q nos expresas y tambien son historias de las cosas buenas y malas q se hicieron, como las "dos mitades del vizconde"...ese libro q nos enseño q todo tiene dos caras, la buena y la mala, asi fue la EGREM tambien, gracias y q siga la historia

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  3. Pues yo te digo algo que, tu, mi reciente amigo virtual , sabras seguramentes: "Ser agradecido es de bien nacido"...y hay gente por ahi que escriben en sus blogs u otros lugares por razones que no son nada nobles. Si fuera solamente por informacion cultural o de otro tipo seria bien, pero ni eso. Palabreria barata...en eso se han convertido la mayoria de los blogs...aunque yo tengo una lista, donde hace poco entraste tu, que los leo siempre con placer,... hasta ahora!
    Abrazos!

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  4. Ginoris, conoci a Quesada...Fue un personaje bien exotico...una personalidad bien extrovertida y rayando un poco en lo ARROGANTE.
    Creo que hayan muy poca gente que te vayan a criticar por hablar de Emilio Quesada como lo hiciste aqui....El tampoco se porto mal conmigo pero cuando me entere que lo tronaron ( y bien tronado porque estuvo preso hasta en Villa Marista y todo como debes saber)aunque no me alegre NO ME IMPORTO PARA NADA....como no me importa cada vez que me entero de que alguno de esos tipos como Emilio lo truenan no me interesa...mas bien lo que pienso es ..que se jodan........hay muchos Quesadas regados por el mundo y ahora tu que vives fuera lo debes saber...Conoci tambien a Juan Pablo y Aragon....que Dios los tenga en la gloria....Te mando un abrazo lleno de admiracion..eres uno de los grandes iconos de la Cultura Cubana.

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  5. Yo soy la hija menor de Emilio e unica hija de Maritza Garcia, su esposa, Claudia de Quesada Garcia. Quiero agradeserle por tan linda escritura de mi padre.

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    3. Emilio Quesada fue amigo de nuestra familia. Recordamos su memoria con admiracion, aprecio y gratitud. Un cordial saludo y un abrazo para Maritza, si aun se acuerda de nosotros, y un saludo tambien para ti, Claudia.
      Pedro Pastrana Socorro, Moscu.

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