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domingo, 26 de noviembre de 2017

MARTICA JIMÉNEZ SE FUE EN SILENCIO

    Ediciones de Audio era un oasis dentro de Radiocentro. Juanito de la Torre, un verdadero personaje, tipo chispeante y simpático, había logrado crear a su alrededor un ambiente acogedor y jodedor que nada tenía que ver con la mala leche que reinaba en los demás sitios del edificio de 23 y L que tuvo la mala suerte de albergar al Instituto Cubano de Radio y Televisión, uno de los peores organismos de la llamada revolución, guarida de mediocres, burócratas y halalevas.
Juanito de la Torre
    El de Johnny of the Tower era el lugar donde se editaban las cintas que contenían la banda sonora de los programas de TV Cubana. Así que por allí pasaban todos los días directores, cantantes, musicalizadores, músicos, etc.
    Era una zona donde los pesaos y los demasiado apegados al sistema simplemente no cabían porque se asfixiaban con el aire fresco. 
    Territorio preferido para formar tertulias, allí acudían los grandes como Adolfo Guzmán, Manolo Rifat, Condall, Sirio Soto, Loly Buján, Rolando Gómez, Enrique Núñez Rodríguez, Celia Torriente, Carballido Rey, Enriqueta Almanza, Silvano Súarez, el gran Antonio Arriaga Coffigny y otros.
    Allí, además de a trabajar, se iba a descargar, a aflojar tensiones, a olvidar los berrinches provocados por los demás departamentos del ICRT, a conversar con amigos y, por qué no decirlo, a chismear. Como he dicho antes, un oasis.
    Yo no conocí a alguien que valiera que no se sintiera bien bajo el ala del gran Juanito. Pero sería injusto atribuirle a él todo el mérito. A su lado, creando la atmósfera, manteniendo en alto el espíritu transgesor y el buen rollo, estuvieron sus chicas, con las que era un vacilón editar y pasar el rato liberándose del stress.
    Recuerdo en la época de oro a Lisette Vila (mucho antes de convertirse en la Lisette Vila gubernamental que fue después), a la guantanamera María Díaz ((¡¿Quién te lo iba a decir, guajira, que ibas a caer en Las Vegas?!), a Farah Guerra (su pronta muerte nos dejó desolados), a Betty Franco (que después pasó a video-tape), a la increíble Yamilé Pulzán (reina del swing y la sabrosura que anda regando flores y cubanía por Vigo) y a Martica Jiménez (eficiente y buena gente donde las haya). Hubo otras, pero lamento no recordarlas.
Todas ellas serviciales, todas ellas de primera.
Martica Jiménez

    Hoy me he enterado del fallecimiento de Martica, víctima del cabrón cáncer que la mordió a poco de llegar a Miami y no le dejó disfrutar de la nueva vida que quiso armar allí en compañía de su hijo y de sus familiares.
    En el verano de 2016 tuve la alegría de compartir con ella un rato en su hogar de Miramar, Florida. La enfermedad y sus agresivos tratamientos la llevaban de la mano y corriendo en un proceso que ella y yo sabíamos que iba a terminar mal, pero afrontaba echando palante con un valor envidiable.
     Aquella mañana nos acordamos, ¡cómo no!, de Ediciones Musicales. Y creo que esas imágenes grabadas en nuestras memorias hicieron que en mi visita la pasáramos bien a pesar de que la muerte andaba cerquita, acechando la muy hija de puta.
     En esa ocasión me dijo “yo aquí en Miami no hago vida de ICRT, no quiero cargarles mi padecimiento a los que fueron mis compañeros”.
     Como era modesta y siempre quiso pasar inadvertida, Martica se fue en silencio. Hoy quiero despedirla con este recuerdo a ella y a su lugar de trabajo, donde me consta que fue feliz.

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