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domingo, 17 de noviembre de 2019

GOAR MESTRE PIERDE SU CMQ


“El rey de la TV”, libro escrito por el periodista argentino Pablo Sirvén y publicado por Editorial Sudamericana, cuenta la apasionante vida de Goar Mestre, el empresario cubano que construyó dos imperios televisivos -uno en Cuba y otro en Argentina- y que perdió ambos por culpa de la política.

 Goar Mestre Espinosa
nació en Santiago de Cuba en 1912
y murió en Buenos Aires en 1994.

“Los chisporroteos entre Fidel y Goar, el éxodo de empresarios y los juicios 
sumarios y fusilamientos de militares del régimen depuesto, plantean un 
escenario de conflicto insoluble a los Mestre, poderosos popes de Radiocentro.
La situación se deteriora día a día.
Goar y Abel, que ya vislumbran su propia caída, acuerdan poner en el aire una 
campaña sobre lo que es y a dónde conduce un régimen comunista.
Las hostilidades entre CMQ y el gobierno aún no se han declarado abiertamente, 
pero la serie radial ideada por los Mestre se acerca fatalmente a su desenlace y ha comenzado a correr una imaginaria cuenta regresiva. Previsor, Goar guarda en el 
bolsillo de su saco el pasaporte y un pasaje abierto a Miami.
Una atmósfera cargada de nervios y de malos augurios envuelve a Radiocentro el 
viernes 25 de marzo de 1960.
Para las 13.00, está prevista la lectura de la anunciada carta abierta de Luis 
Conte Agüero (1) dirigida a Fidel Castro.
—¿Estás ahí? —Abel llama por el intercomunicador a su hermano Goar—, te va a 
ir a ver Barceló, del noticiero. Las cosas se están poniendo muy feas.
—Puedo adelantarle —comienza el enviado de Abel— que, por algunas infidencias 
que he recogido, vamos a tener lío a la una. Asómese usted mismo a la ventana y 
verá.
Mestre se acerca discretamente a la ventana de su oficina del cuarto piso. Abajo, 
en la calle, hay pequeños grupos de jóvenes que se identifican con pañuelos 
blancos envueltos en el puño y comandan la imprevista manifestación.
Media hora más tarde, atraído por el bullicio creciente, Goar echa una nueva 
mirada. La muchedumbre no cesa de abultarse en actitud beligerante.
Con su bocina estridente y desesperada, el Buick descapotable de Conte Agüero 
atraviesa la marea humana y abre una forzada brecha entre los cuerpos que 
retroceden caóticamente, pisándose unos a otros.
La bocina se superpone con los insultos y algunos puñetazos al aire alcanzan a 
estrellarse sobre la carrocería.
—¡CMQ, intervención!, ¡CMQ, confiscación!, ¡CMQ, intervención!, ¡CMQ, 
confiscación! —braman y piden afuera y también puertas adentro de Radiocentro.

—Tienes cinco minutos para sacar esos carteles —ordena Goar Mestre a René Puig, 
su gerente de Personal, el hombre que en los últimos años ha llenado la empresa 
de elementos afines al movimiento de Sierra Maestra. Leyendas e inscripciones
aúllan desde algunas paredes del edificio la sentencia de muerte para la CMQ.
Faltan  apenas  unos  minutos  para  la  una  de  la  tarde  y  los  hermanos Mestre  acaban  de  aplazar indefinidamente la anunciada emisión de la carta abierta a 
Fidel Castro. Pero no están dispuestos a llamarse completamente a silencio.
A las 13.20, la onda de CMQ se electriza con la lectura de un comunicado, en 
medio del noticiero, que informa a la audiencia que la revuelta callejera le impidió
a Conte Agüero llegar hasta los estudios y que, por ese motivo, la emisora siente vulnerada su libertad de expresión, exigiendo del gobierno garantías mínimas para poder seguir prestando el servicio, y lo reitera en el noticiero de las seis de la tarde en medio de un editorial aún más duro.
Goar Mestre tiene conciencia plena de que sus horas en Cuba se extinguen. En su 
casa del Country Club, ordena el contenido de un maletín que lleva al embajador argentino en Cuba, Julio Amoedo.
—Mira, Julio, se acerca la hora —le explica Goar, mientras descarga la valija sobre 
una mesa—; creo que esto no va a durar mucho más y me temo que voy a tener 
que salir del país en cualquier momento. Aquí están todas las joyas de Alicia, unas escrituras y algún dinero. Quisiera que me entregaras esto en alguna parte. Ya nos veremos en Miami o quizás en Buenos Aires…
Amoedo, quien apenas dos semanas atrás lo había llamado por teléfono para que 
le consiguiera un pequeño auto usado para su mujer, por medio de la Vaillant 
Motors, se sorprende.
—Como no tuvimos tiempo de conseguirle a Paloma el auto que me pediste, te 
voy a endosar ahora mismo el registro de mi Chrysler, y le dices a tu mujer que 
es un regalito mío de despedida…
—Pero, Goar, yo de ningún modo puedo…
—Acéptalo, Julio, porque si lo haces, tú me estarás haciendo el favor a mí. La 
Revolución se va a quedar con todas mis pertenencias, así que te ruego que 
aceptes el auto, aunque más no sea como préstamo. Y déjame abusar aún un 
poco más de tu confianza y generosidad, pidiéndote que te ocupes de Alicia y mis
hijos, que todavía se van a quedar aquí un par de días más. Tu interés por ellos 
alejará cualquier tipo de problemas que puedan surgir cuando yo me vaya.
Mestre emprende el camino hacia su casa de Varadero. Si su situación  se vuelve  insostenible y el  acoso  gubernamental se torna insoportable, saldrá 
subrepticiamente de Cuba por esa playa. Pero su intención es seguir haciendo una 
vida normal hasta donde pueda. Y se pliega a su familia que disfruta del sol y de 
las arenas blancas del balneario más famoso de la isla.
Pero al llegar, su mujer lo espera con inquietantes novedades.
—Alberto Hernández Catá —Alicia se refiere al director de CMBF TV, la segunda 
cadena de TV de los Mestre— te ha llamado ya como tres veces desde La Habana
y quiere que te comuniques urgente con él.
El sistema de microondas, del que se sirve el Circuito CMQ para llegar con sus 
emisiones de radio y TV a casi toda la isla, enlaza también a Radiocentro, en un 
alarde tecnológico para la época y anticipando la telefonía celular, con los autos 
de Abel, Goar y otros ejecutivos de CMQ, donde quiera que se encuentren y, 
obviamente, a su casa de Varadero con la capital.
—Hace media hora vino una delegación del Ministerio de Comunicaciones a 
intervenir la CMBF Televisión Cadena Nacional. Y no me han dejado sacar —se 
aflige Hernández Catá— siquiera el marco de plata donde tengo la foto de mi hija. 
Te aseguro que me ha costado bastante esfuerzo convencerlos de que, por lo 
menos, me permitiesen llevarme la foto.
Hernández Catá, atribulado y tenso, espera instrucciones de su jefe.
—Pues, mira, búscate una linda chica; invítala a tomar un par de whiskies, 
llévatela a tu casa y pásala lo mejor posible.
Mestre presiente el derrumbe próximo. La humorada suena a despedida. Ya casi 
no queda alrededor quien no haya sido aplastado por la aplanadora castrista.
Gaspar Pumarejo fue el primero al que le sacaron su Canal 12 y don Amadeo 
Barletta, el dueño de Canal 2, el diario El Mundo y la Ambar Motors, estuvo por 
perder el pellejo si no se hubiese metido a tiempo en la Embajada de Italia.
Ahora los cañones apuntan directamente sobre los Mestre”.



NOTA:

(1) En 1960, Luis Conte Agüero, periodista y político, ya había dejado de apoyar

a la revolución y se había convertido en uno de los más críticos con la deriva

comunista que había emprendido el régimen. Conte mantenía un programa diario
que salía al aire por CMQ TV a las 13.30 horas.


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1 comentario:

  1. Muchas gracias por compartir sus copiosas memorias. Y no piense, ni un instante, que falta de comentarios equivale a falta de interés. Saludos, es decir, salud.

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