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domingo, 26 de mayo de 2013

MI SINDO GARAY LLEGA A LA REVISTA CUBA

¿TÚ QUIERES ESCRIBIR EN LA REVISTA CUBA?
    No tengo ni puñetera idea de cuál es la razón de este hecho pero lo cierto es que he tenido la suerte de que, en situaciones en que lo lógico era no hacerlo, siempre hubo alguien que confió en mí.
    Eran los primeros meses de 1966. Yo me estaba abriendo un hueco como director en Televisión Cubana y, culo inquieto como soy, en vez de dedicarme por entero a lograr ese objetivo, se me metió entre ceja y ceja que había llegado el momento de cumplir otro de mis sueños. Una tarde de febrero le pregunté a Luis Agüero, un buen amigo, escritor y periodista:
    -- Oye, ¿tú colaboras en la revista Cuba?
   Yo sabía que la respuesta sería "sí", pero lo hice con la idea de poner en el aire el tema de conversación. Al momento, yo estaba explicándole que a mí me gustaba escribir desde chiquito y para argumentárselo le conté la historia –totalmente verídica- de que cuando tenía ocho o nueve años, allá en mi Esperanza natal, le pedí a mi abuelo Antonio Ginori que me regalara un libro viejo de contabilidad que ya no usaba –de aquellos rayados que en el encabezado de cada página decían “Debe” y “Haber”- y en él escribí a lápiz una novela policíaca. El viejo Antonio, orgulloso de su pequeño y talentoso nieto, estuvo semanas enseñándole mi gran obra literaria a todos los esperanceños que se le acercaban.
    Luis, un tipo perspicaz, se la llevó al vuelo. No más oir mi relato, se dio cuenta de cuál era mi intención. Así que no perdió tiempo y me disparó:
-- Oye, ¿tú quieres escribir en la revista Cuba?

A QUIEN PUEDA INTERESAR
    24 horas más tarde, mi amigo y yo entramos en la redacción de la publicación, que por entonces ocupaba un abarrotado lugar en la parte trasera de los bajos del edificio Sierra Maestra del INRA, cerca de la Plaza de la Revolución. Allí me presentó al jefe de información. Era Rine Leal y lo tenía archivado en mi memoria porque había leído algunas de sus críticas teatrales. Y además porque yo era uno de los poquísimos televidentes que había visto alguna vez un programita del Canal 7 en el que Rine y Guillermo Cabrera Infante comentaban sobre arte.
    -- ¿Tienes alguna experiencia? ¿Has escrito algo alguna vez? –inquirió Leal tras los saludos.
    Luis Agüero me echó una mirada fulminante, con la que me estaba ordenando “¡no te atrevas a contarle lo de la novelita que escribiste cuando niño!”. 
    Conversamos un rato y algo debió ver en mí Rine Leal porque media hora más tarde, yo salía de la redacción con un papel -con el membrete de la revista y firmado por él- en el que se informaba “A quien pueda interesar” que yo estaba designado por Cuba “para cubrir una información especial con motivo de los bailes populares que se celebran en el Salón Mambí del cabaret Tropicana”. (1)
    Yo no me podía creer que fuese tan fácil convertirse en colaborador de la prestigiosa revista que estaba rompiendo moldes en el diseño gráfico cubano, en la que escribían firmas muy acreditadas del periodismo y la literatura y publicaban los mejores fotógrafos de la isla. La misma que, hecha para exportar y distribuida internacionalmente, se había convertido en imagen de nuestro país en el extranjero. Así que, al salir de allí, le pregunté a mi amigo Luis:
    -- ¿Y qué pasa si lo que escribo es una mierda?
    -- No pasa nada. No te lo publican y ya está.

    Lo que hice sobre Mambí parece que no fue tan malo porque apareció en el número de abril de aquel año y encima me pidieron que siguiera colaborando. Así que les plantee escribir el reportaje que significaría la primera –y probablemente única en vida- presencia en la revista de Sindo Garay, uno de los autores musicales más importantes que ha dado la música cubana, a quien le faltaban unos meses para cumplir el centenario de su nacimiento (2). Yo nunca había hecho una entrevista y el personaje se las traía. El reto era tremendo. La piscina tenía poco agua pero me lancé. Total, si “mi Sindo” no servía, pues con no publicarlo ya tenían.
A LO CORTICO CON LA LEYENDA
    La figura clave para abordar a Sindo fue su hijo Guarionex (3), un hombre muy amable que vivía dedicado por entero a su padre, ayudándole con mimo a llegar a los cien años.
    -- Mira, yo creo que lo mejor es que no le digas que eres un periodista. (4) Es que eso lo puede poner nervioso. Vienes por aquí varias tardes a eso de las cuatro, conversas con él como si fueras un admirador y después que te coja confianza, tú verás cómo se le suelta la lengua y te cuenta lo que tú quieras saber y mil cosas más. A las cinco debes hacer una pausa; a esa hora yo lo baño y después él se viste como si fuera a salir. Ah, y a la hora del noticiero tienes que dejarlo tranquilo porque él se sienta junto al radio para enterarse de lo que pasa y no quiere que nadie le moleste.
    Dicho y hecho. Visité la casona de la calle 15 una, dos, tres, las veces que fueron necesarias (5), tratando de captar el carácter, la humanidad, la grandeza de aquel viejito de físico endeble, que se había convertido, a base de talento, en una de las mayores leyendas de nuestra rica cultura. No sé si logré trasladar a los lectores lo que él me transmitió durante aquellas tardes, pero sé que guardo la experiencia de estar a lo cortico con Sindo Garay como una de las más ricas de mi vida. Lo deben entender: no todo el mundo ha logrado escuchar a la historia hablándole de tan cerca. 

EL REPORTAJE TAL CUAL
   A continuación podrán leer el resultado de mi atrevimiento periodístico. Apareció en el número de julio de 1966 de la revista Cuba. Ocupó un amplio espacio: siete páginas, enriquecidas por las magníficas fotografías de dos grandes artistas: Chinolope y Nicolás Delgado.


SINDO GARAY: 
EN CIEN AÑOS SE HACEN MÁS DE CUATRO COSAS
Por PEDRAZA GINORI
Fotos: FERNANDO LÓPEZ (CHINOLOPE), NICOLÁS DELGADO
y Archivo de la revista Bohemia

YO SÉ QUE VOY A MORIR PRONTO
    Los cubanos sabemos quién es Sindo Garay. Él aparece entre nuestros iconos junto a las palmas reales, los mambises, la caña de azúcar, el castillo de El Morro, el son de Oriente, el tabaco, la guayabera...
    Sindo es vivaz, desenvuelto, dicharachero y algo que en Cuba apreciamos mucho: simpático. Este hombre frágil de cien años demuestra una vitalidad, un sentido tan acertado de las cosas, que a los cinco minutos de observarlo cualquiera olvida la tradición, el lugar que ocupa en nuestra música, su nombre internacionalmente famoso, su siglo de vida y todo lo demás, para admirarle como persona, como ser humano.
    Al verlo contar historias, cantar, enojarse, bailar, fumar y vivir intensamente, se comprende que Sindo jamás será un “anciano” (6). Si lo dudan oíganlo hablar de Fidel, “que es muy grande”. O del ritmo mozambique, “tan sensual y habanero”. Preocuparse de  cómo será el homenaje nacional que se le prepara por su centenario. Asistir todos los domingos al taller de Sirique para reunirse con los trovadores y disfrutar la música “típica”. O hacer observaciones a los artistas que llegan hasta él en busca de su opinión.
    Sindo Garay sabe que la muerte anda por el Vedado, cerca de su casa de la calle 15. Pero cuando nos mira a los ojos y dice: “Yo sé que voy a morir pronto”, no se pone triste ni importante. Su entonación es serena, tranquila. 

EL QUE HIZO ESTO Y LO OTRO
    Este es un hombre importante. El que tuvo tiempo y talento para componer más de 600 obras, muchas de ellas clásicas del cancionero cubano.
    Ya lo mío era un vicio de hacer música popular. Lo mismo te hacía un guaguancó que un son, una canción que una guaracha.
    El que introdujo en la trova cubana los más avanzados giros armónicos, la nueva forma de tocar la guitarra, las letras más complicadas. El que construía hace 50, 60 años, las canciones que parecen hechas por el más moderno creador de estos días.
    Mis oídos me pedían otros sonidos que no fueran los “tonos naturales” de las canciones antiguas. Y como yo tenía una gran facilidad natural, una gran “actuación”, pues iba componiendo aunque no sabía música.
    El que logró los mejores juicios de los músicos a quienes había que respetar.
    Jorge Anckermann me dijo: “Me extraña que usted no sepa música. Yo creo que me está engañando”. Y así todos los maestros grandes: Mauri, Emilio Reinoso, Sánchez de Fuentes, Marín Varona, Prats, Roig… tenían que ver conmigo.
    Lo más grande que tengo es ser cubano. Me siento indio. Por eso les puse a todos mis hijos nombres indios: Guarionex, Guarina, Hatuey, Caonao, Anacaona. Todas mis canciones son bien cubanas. Yo no cambiaría Cuba por ningún país del mundo.
 En la calle me hice gente. Bueno, medio gente 
porque donde uno se hace gente completa es en la cátedra

LA GUITARRA NUEVA, EL VIEJO VIEJO
    De Santiago han llegado algunos trovadores (Blez, Salvador Adams, el cuarteto Armonía) y se alojan en el apartamento de los Garay. Le llaman “Maestro” a Sindo, ensayan delante de él y se contentan cuando el viejo les dice: 
   -- Muy bien, muy bien. Así es como se toca eso. 
    Uno de los recién llegados enseña una guitarra nueva a Sindo y le pide que la pruebe.
    -- No puedo tocarla, chico. Tengo un dedo malo –su anular izquierdo está rígido, producto de la artritis.
    Muestra el dedo, disculpándose. Con todo, el hombre persiste, Entrega el instrumento a Sindo y éste rasga suavemente las cuerdas con su mano derecha.
    -- No es tan afinada como las de antes –señala.
    -- Como las de antes no. Pero ésta es muy buena –le dicen.
    Sindo hace el esfuerzo por “poner un acorde” pero su izquierda no responde. Entonces se agita y su respiración se vuelve rápida. Quién sabe lo que está pensando. Mira a todos y calla. El trovador le quita la guitarra de las manos.
    -- Deja eso, deja eso… -hay un sentimiento de culpa en su voz.
    Como una necesidad, surge un tema de conversación. Empiezan a hablar. Sindo interviene también. Parece que ha olvidado el incidente de la guitarra pero cuatro o cinco frases más allá insiste, mostrando su dedo inútil:
    -- Ya no puedo tocar, ya no puedo tocar… 

MIL 800 SEGUNDOS DE APLAUSOS
    Fuimos a una función benéfica al teatro de Matanzas. Mi hijo Guarionex –que era un niño entonces- y yo, hicimos un programa de 6 ó 7 números. Al terminar, me dirigí al público:
    -- Sí, ustedes me han aplaudido y eso pero yo tengo un capricho. Quiero cantarles ahora una canción de aquí, de Matanzas.
    La letra era de Bonifacio Byrne y la música de Miguel Faílde, los dos matanceros. Y me atreví a cantarla como yo hacía las cosas, con mi estilo propio. Eso era un riesgo porque allí se cantaba “tradicional”. Cuando acabamos, Faílde saltó al escenario:
    -- Aguanta ahí, Sindo. Nadie ha cantado mi canción mejor que tú. Nadie la ha sentido como tú.
    El público aquel nos aplaudió no por 5 ni 10 minutos. 30 minutos estuvo aplaudiendo. Nosotros salíamos, saludábamos y volvíamos a entrar. Mi hijo no sabía qué hacer y me preguntaba preocupado:
    -- Papá, ¿cuándo se acaba este aplauso?

PARA EMPEZAR, NACER
   Desde mi bisabuelo español, en mi familia hubo cuatro Gumersindo Garay. Mi abuelo llegó a Cuba allá por el año 20 -¡aguántense, está hablando de 1820!- y fue designado “batuta” de la banda de Holguín. 
    Nací en el barrio santiaguero de Los Hoyos. Era la zona de los negros y los pardos. Cuando yo tenía seis o siete años, mi padre, a quien le gustaba mucho la música, me llevaba al teatro La Reina para ver zarzuelas. Mi madre se llamaba Dolores García. Cantaba muy bonito. Canciones cubanas y españolas de aquella época. 
    En 1877, cuando Sindo tenía 10 años, compuso su primera obra. Un bolero dedicado a su novia, una trigueña de 16.
QUIÉREME, TRIGUEÑA
No me olvides, mujer, ni un momento,
que tu amante por siempre seré.
Quiéreme, trigueña, quiéreme,
porque yo jamás te olvidaré.

POR AMOR A MAGDALENA
    A los 19 años yo era un analfabeto. Llevaba relaciones con una muchacha blanca, Magdalenita. Un día, al llegar a mi casa, mi madre me enseñó una gaveta llena de esquelas escritas por mi novia.
    -- Sindito, dice la muchacha que qué te pasa. Que la tienes abandonada.
    -- Mira, mamá, es que yo me voy a serenatear por ahí y me olvido de ella. Pero yo te prometo que le voy a contestar.
    -- Pero, hijo, ¿cómo le vas a contestar si tú no sabes leer ni escribir?
    Y diciendo esto, se le saltaron las lágrimas. Aquello fue del “cará”. Ahí mismo me decidí a aprender. Cogí un lápiz gordo de carpintero y un papel amarillo. Cuando eso no había papel blanco todavía. Salí a la calle y me puse a copiar los letreros de los establecimientos. Cuando pasaba alguien, yo le preguntaba:
    -- Oye, ¿tú sabes leer y escribir?
    -- .
    -- Pues dime qué letra es ésta.
    -- La P.
    Entonces ya yo sabía que ésa era la P. Así, a los tres meses ya pude hacerle una esquelita a Magdalena.

ALEMÁN, ÓYEME CANTAR
    Un gran pianista alemán, Mickelson, me dijo en Santiago:
    -- Su música es muy grande. Tiene mucho de las canciones alemanas.
    Yo no sabía cómo agradecerle aquel elogio. De ahí viene aquella canción que titulé “Germania”.

MENSAJES, MONTURAS
  Antes de la Guerra de Independencia ya se esperaba algo. Había una situación tirante con los españoles.
    Sindo sirvió de mensajero a los patriotas.
    Yo iba a menudo a llevar y traer mensajes a un catalán que le decían Noy, en las afueras de Santiago. Así pasé mis apuros. Como registraban por todas partes, tenía que atravesar la bahía nadando.
    Después, hubo que escapar a Santo Domingo.
    -- Allí trabajé de talabartero –que era mi oficio- y acróbata.
    -- Ah, ¿pero era acróbata?
    -- Sí, señor. Actué en circos durante mucho tiempo. En Puerto Rico, en Sudamérica y claro, aquí en Cuba. estuve con Tatalí, con Natalio Lovandes, con Santiago (el primero de los Pubillones) y algunos más.

SINDO FIN DE SIGLO
    Al llegar a La Habana no sabía nada de las cosas que hay que aprender. Era un guajiro inculto. Todavía lo soy.
    Las primeras noches que me fui de trovador para el barrio de San Isidro conseguí 12, 14 pesos de propina en los cafés. Estaba contento. Me dije: “Qué va, de aquí no me voy más”.
    Años más tarde crearía su famoso “Adiós a La Habana”.  
ADIÓS A LA HABANA 
Por fin me alejo de tus hogares,
dejo recuerdos de mis entrañas,
vuelvo a los bosques, a las palmeras
y a las montañas donde nací.
    De San Isidro venía yo una noche como a las tres de la madrugada. Me senté en un parquecito que había por La Punta. Allí saqué la “Guarina”. 
GUARINA 
Siempre soñando y a mi desvelo,
no encuentro causa, yo no sé qué,
sólo recuerdo me llevó un hombre, 
por mi desgracia fue genovés.  
    Una de las más difundidas composiciones de Sindo, la historia de la india Guarina alcanzó renombre dentro y fuera de Cuba.

SI MACEO VOLVIERA
    En los primeros tiempos de la república las cosas no estaban nada buenas. Yo aproveché un aniversario de la muerte de Maceo y compuse una criolla, en aire de 6 por 8.  
CLAVE A MACEO 
Si Maceo volviera a vivir
y a su patria otra vez contemplara,
de seguro la vergüenza lo matara,
o el cubano se arreglara,
o él se volviera a morir.
    Ahora la está cantando. Para acompañar la melodía, golpea el suelo con el bastón y los pies, marcando el ritmo: pa pam pa pam...
   
LOS RATOS DE A CIEN PESOS
    Pronto se regó la fama mía por el Vedado. Que Sindo esto, que Sindo lo otro. La gente de dinero me llamaba a cantar y por un rato me daban 100 pesos. Además, yo les daba clases de guitarra a los hijos.
    Sindo operaba desde el café Vista Alegre, de San Lázaro y Belascoaín, centro de la bohemia. Ésta es la época en que crea dos bellas canciones: “La tarde” en 1912 y “Perla marina” en 1913.
 
    Cuando la rivalidad poética entre Manuel Corona y Sindo hacía hablar a La Habana entera de posibles duelos. Rumor éste que descartó la criolla “A Sindo”, en que el villareño escribía:
Lanzas tiernas tus notas por el mundo 
porque en ti se formó la inspiración.
     Sindo Garay regresa a Santiago alrededor de 1915. Desde entonces vive un rato en la capital, otro en Oriente. Aún hoy conserva esa costumbre.

LA BAYAMESA NACE EN BAYAMO
    Un día -¿1916? ¿1918?- iba en viaje de Santiago para Holguín. Al pasar por Bayamo, me gustó tanto aquello que me quedé. “La bayamesa” nació entonces. De visita en casa de un joyero muy bueno que había –le decían Eleusipo Rodríguez-, apoyé en la pared un papel amarillo y fui escribiendo. 
    “La bayamesa” es la más popular de sus obras. Se ha cantado tanto como la que más. Que tire la primera piedra quien no la haya oído alguna vez.
LA BAYAMESA 
Ella es sencilla, le brinda al hombre
virtudes todas y el corazón.
Pero si siente de la patria el grito,
pero si siente de la patria el grito,
todo lo quema, todo lo deja,
ése es su lema, su religión.

DE LA HABANA A LA HABANA
    En el 28 me fui a París con Rita Montaner. Poca gente supo la pianista de vuelo mayor que era Rita. Debutamos en el teatro Palace. Estábamos Paco Lara, Rafael (el timbalero de Güira de Melena), Rita, Guarionex y yo. En Francia estuvimos tres meses.
    Cuenta impresiones de su viaje a París:
    Conocí personalmente a dos grandes guitarristas españoles, muy famosos por aquella época: Montoya y Amalio Cuenca. ¡Qué manera de tocar esa gente, caballeros!
    Un día me aparecí con mi hijo en una emisora de radio que transmitía por la Torre Eiffel. Salió una muchacha y me preguntó qué queríamos.
    -- Mire, yo soy cubano. Vengo aquí para cantar las canciones de mi patria.
    Allá lo que se acostumbraba era que el que quería actuar tenía que pagar. Nosotros no lo sabíamos y no teníamos plata para eso. Parece que mostré tanto interés que la francesa fue a buscar al superintendente. Cuando le expliqué el problema, el hombre accedió. Cantamos allí en muchos programas.
    Lo más duro que encontré fue el frío. Me compré un buen abrigo pero qué va, el clima era muy fuerte. Me pasaba el día pensando en Cuba. Al poco tiempo regresamos.
    Ése ha sido mi único viaje a Europa. A México fui cuando la presidencia del Chino Zayas. A los Estados Unidos no fui. Nunca me gustó la idea de ir al Norte. Dos veces me quisieron llevar. Primero Warner Baxter, el actor, quería que yo les cantara a sus amigos en Hollywood. Después fue el sobrino del presidente Roosevelt quien me ofreció actuar en la inauguración del hotel Astor de Nueva York. Pero nunca quise ir.

AL OTRO LO QUE ERA DE SINDO
    Y se pusieron de moda los trovadores por la radio. Los Garay transmiten desde el principio.
    Estuvimos en muchas emisoras. Primero la de la Cuban Telephone. Después Casa Worton, Casa Salas, la 2-PC, la del hotel Palace, hotel Plaza y más tarde Mil Diez, CMZ y Cadena Azul. Desde que llegó el radio, yo no lo solté.
    Para la discoteca de RHC Cadena Azul, Sindo –con sus hijos- grabó 306 de sus números. Esos discos, de valor inestimable, están en poder de nuestro Consejo Nacional de Cultura.
    Aquí venía cualquier extranjero y uno le hacía varias impresiones por 10, 20 pesos. El hombre se llevaba los discos, los tiraba en otros países y nadie volvía a saber nunca del negocio. Así se hacían millonarios, explotándolo a uno.
     Yo no inscribía mis obras en el Registro de la Propiedad. Yo sacaba y sacaba y no me preocupaba de reconocer. Total para qué, si aquí antes se lo cogían todo.
    Pero más vale tarde que nunca. Hoy se realiza una paciente labor de inscripción del repertorio creado por Sindo. Ahora su música sí le produce dividendos.
   Hombre, no le digo yo que esta revolución ha acabado con muchas injusticias.

SINDO HACE TESTAMENTO
Hace ocho años, Sindo dejó de componer. 
El “Testamento lírico” es su última obra.
TESTAMENTO LÍRICO 
Yo le dejo a mi patria,
de mi alma recuerdo,
porque sé que muy pronto
ya me espera el oscuro.
Cuando hablen de Cuba
en alegres reuniones
y recuerden canciones
que los hagan vivir,
que recuerden las mías
que sirvieron de guía,
o se busque al momento
algún viejo retrato,
como ahí sí, en él me dilato,
mientras más que lo miren,
más recuerden de mí.



    Sindo ha vertido sus anécdotas en un libro, el que espera se publique pronto.
    Se llama “Sindo Garay: Memorias de un trovador”. Ahí cuento muchas cosas, muchas cosas. Será casi un libro de historia, ¿verdad?
    Cuando fuma –casi siempre- apenas inhala el humo. Cada vez que es necesario se levanta y camina cinco pasos hasta el cenicero, regresando después al sillón. Sería más cómodo tenerlo junto a él y ahorrarse tantos viajecitos pero a lo mejor Sindo quiere demostrar –sobre todo a sí mismo- su vitalidad.
    Es muy frecuente verlo de pie. Arriba y abajo por los corredores de la fresca vivienda que el gobierno revolucionario le cedió. Del comedor a la cocina. De la sala a su cuarto. Su refugio. Donde está la cama alta, de hierro. La mesita con algunas medicinas. El escaparate abierto que muestra algunos trajes. Los retratos colgados: él mismo a los 25 años (“Sindo cuando era Sindo, ja ja…”), su hija Guarina, su madre. Los diplomas: Socio Honorario, Hijo Predilecto. Las figuras que ha recortado de revistas: Camilo, Martí, Juan Gualberto, Lenin, el Che.
    Sindo Garay 1966 parece haber encontrado el secreto de la eterna juventud.
    -- La cosa es aprovechar cada día de la vida. Ahí está la cosa -dice y sonríe.
    Tal vez sea cierto que “ahí esté la cosa”. Nació cuando los pájaros se cazaban a sombrerazos y quizás esté presente el día en que el hombre pise la Luna. (7)
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N  O  T  A  S
(1)  El 3 de febrero de 2013 reproduje el reportaje sobre los bailes populares en este blog. La entrada se titula “Salón Mambí de Tropicana”. Se puede leer pulsando el siguiente vínculo:

(2)  Antonio Gumersindo Garay García nació en Santiago de Cuba el 12 de abril de 1867.


(3)  Guarionex, nacido en 1901, fue el primer hijo de Sindo.
Cantante y guitarrista, realizó durante muchos años una importante labor de recopilación y divulgación de la música de su padre.

(4)  Me fue fácil fingir que yo no era periodista. De hecho, no lo era.

(5)  Mi reportaje se realizó allá por abril y mayo de 1966. Un poco después, el cineasta Roberto Fandiño filmó a Sindo con la idea de hacer un documental que, por cierto, nunca logró realizar. Las apreciables imágenes que Fandiño logró, mostraban la chispa y la claridad mental que Sindo conservaba cuando estaba a punto de cumplir cien años. Dicho material fílmico durmió varias décadas en las bóvedas del ICAIC hasta que, en 2002, la directora Rebeca Chávez lo rescató en su filme “Cuando Sindo Garay visitó a Emiliano Blez”.
Un fragmento de 13 minutos se puede ver aquí:
y también aquí:

Y miren ustedes lo que son las cosas de la vida: la chica que aparece dos veces en el documental (primero desde el minuto 2,02 hasta el 2,53 y después desde el minuto 12,11 hasta el final) era la asistenta de dirección de Fandiño y, por pura casualidad, sin que ni ella ni yo supiéramos lo que estaba haciendo el otro, le tocó trabajar con el mismo personaje en el que yo me había interesado un tiempo antes.
¿Su nombre?: Loly Buján.
Loly, Emiliano y Sindo
  


Guarionex, Sindo y Loly



Sindo Garay y Loly Buján
(6)  Las palabras que aparecen entre comillas corresponden al léxico utilizado por Sindo durante sus conversaciones conmigo. Así se refería él a ciertas cosas o situaciones. 

(7)  Por poquito acierto. Sindo falleció el 17 de julio de 1968. Si hubiese vivido un año y cuatro días más, podría haber visto como Neil Armstrong caminaba sobre la superficie lunar.

C O D A
No debo terminar esta entrada del blog sin incluir en ella la formidable secuencia fotográfica de Sindo vistiéndose en su habitación, que apareció en la revista acompañando a mi texto. Lamentablemente no he podido confirmar cuál de los dos maestros (Chinolope o Nicolas Delgado) fue su autor.
 
 
 
 

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