Cuando uno se ha montado en la edad que yo
tengo, el dormir largo se le resiste. Lejos, muy lejos quedan aquellos años de
juventud en que podía acostarme, cerrar los ojos y despertarme diez o doce
horas después. Ahora lo más que aguanto son cinco horitas. Habitualmente voy
abajo a eso de la una de la madrugada y, sin que yo pueda evitarlo, mi
infalible reloj interno me despierta a las 6 de la mañana. Como estoy jubilado
y no tengo algo que me obligue a levantarme, suelo quedarme remoloneando entre
sábanas y colchas. Después que escucho las noticias en el radiecito, lucho
contra el desvelo poniendo a funcionar mi memoria, que afortunadamente se
mantiene bien. Y ella, por un mecanismo ajeno a mí, extrae de sus archivos y me
regala momentos vividos, anécdotas y situaciones, recuerdos que me van
entreteniendo y me ayudan a caer en una especie de sopor que se parece a
dormir, pero que no es dormir.
Ayer, por ejemplo, mi mente me hizo volver
atrás, a los tiempos en que dirigía programas en la tele y espectáculos
musicales en los teatros. Y allí, en medio de mi duermevela matutino,
embelesado por el sueño que lucha, pero no acaba de vencerme, me estuve
acordando de la cantidad de buenas cantantes que tuvo Cuba allá por los 60, 70
y 80. Y de la suerte que tuve de poder trabajar junto a ellas.
Fue una época que no volverá,
en que uno, organizando un elenco, podía levantar el teléfono y contactar con
una estrella para que el sábado viniera a prestigiar su show. Elena, Rosita,
Moraima, la Justiniani, Maggie, Mirta, Farah, Soledad, Elsa Rivero, Gina León,
María Elena Pena, Marusha, Annia, Omara, Ela, La Remolá, Miriam Ramos, Lourdes
Torres, Raquel Hernández, Elizabeth de Gracia, Delia Díaz de Villegas, María
Antonieta…
Seguramente se me habrá olvidado alguien, pero se dispensa el
fallo porque, mientras las recordaba, andaba yo más dormido que despierto.
Y
en eso estaba cuando me viniste a la mente tú, Betty. Y lamenté que en medio de
la parafernalia que era mi trabajo, de la velocidad y la agitación que
caracterizaban a mi día a día, nunca me detuve un momento de las innumerables
ocasiones que compartimos para decirte lo mucho que te admiraba y confesarte
que yo era un gran fan tuyo desde aquella noche de los 60 en que nos metimos en
el estudio 2 de Radiocentro para grabar una canción con Los Barba y lo hiciste
como lo hubiera hecho un ángel si ellos pudieran cantar. Nunca superé mi
vergüenza y nunca supiste que en mi podio personal eras medalla de plata,
solamente superada por el oro indiscutible que ostentaba la inconmensurable e
imbatible reina Elena de todas las Burkes.
Y ayer, Beatriz Márquez, tras
varias décadas de no vernos y a muchos kilómetros de lejanía, me dije “qué
va, esto hay que remediarlo”. Me tiré de la cama y fui a teclear tu nombre en
Youtube, a encontrar un pretexto para hacerte estas líneas y decirte con ellas,
en público, lo que nunca te dije en privado: que tu sobrenombre de La
Musicalísima se quedó corto y que te agradezco como no te puedes imaginar los
momentos que me diste, llenos de sentimiento, entrega y perfección.
Pulsando este enlace:
https://www.facebook.com/yin.pedrazaginori/videos/1512411028951027
se puede ver
a Beatriz interpretando “Alguien”, una canción compuesta por Rembert Egües. El
video está extraído del DVD “Espontáneamente”, muy bien realizado por Ian
Padrón, que se grabó en 2010 con orquestaciones y dirección musical de Juan
Manuel Ceruto.
Les propongo verla como la vi yo ayer, con calma, vacilando
cada gesto, cada palabra, disfrutando de su afinación y de su manera personal
de expresar el filin. Y si no se emocionan, corran a verse eso con un
especialista en sicología porque tienen un problema grave de falta de
sensibilidad.
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