Había una vez, hace muchos años, un
jovencito cubano que, en una noche de miércoles, mirando “El Casino de la
Alegría” en el Canal 6, se quedó fascinado al descubrir que existía la
ventriloquía. En la pantalla del televisor un individuo lograba el milagro de
que hablara el muñeco que tenía sentado en sus piernas. El señor hacía
preguntas sin mover los labios y el muñeco las contestaba. ¿Cómo era posible
aquello? Al jovencito le explicaron que la voz del muñeco se originaba en el
estómago del hombre.
─¿Y eso se aprende? ─quiso saber.
─Claro que se aprende.
Aquella noche, el joven se quedó dormido
después de establecer una nueva meta para sí mismo: algún día sería
ventrílocuo, como el de la televisión.
Pero el destino, que tenía otros planes para
él, lo llevó por caminos nada artísticos. Convertido en un hombre muy
importante, su vida agitada, sus múltiples ocupaciones y sus grandes
responsabilidades no lograron, sin embargo, borrar aquella ilusión de juventud
que, cual llama, siguió encendida en lo más hondo de su mente.
Y pasó el tiempo, mucho tiempo. Llegado a la
vejez con aquella asignatura pendiente, un día se dijo “Ahora que tengo menos
trabajo, ahora es el momento, no me quiero morir sin haber podido hablar con la
boca cerrada”. Como era un hombre con amplios recursos económicos y mucho
poder, se entrevistó con los mejores ventrílocuos del mundo, les pagó para que
le transmitieran sus secretos, adquirió libros y manuales sobre el tema, siguió
las instrucciones, practicó incesantemente frente al espejo muchos días y
muchas noches hasta que, como fruto de su perseverancia, lo logró.
El siguiente paso para montar su número fue
conseguir el muñeco. Mandó a construir uno que tuviera la nariz alargada y la
barriga grande, que fuera bien ridículo para que el público se riera con solo
verlo. Y le puso de nombre Canelín.
Actualmente, el anciano se presenta a menudo
con su muñeco en la televisión. Mientras desarrolla su rutina cómica ante las
cámaras se imagina que está actuando en “El Casino de la Alegría” y se siente
realizado, orgulloso y feliz.
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