Laura Silva, nacida en Guara, un pueblecito habanero del que yo nunca había oído hablar, vive en Asturias y desde allí ha desplegado su gran talento y se ha convertido en una excelente diseñadora de modas con prestigio internacional. Sus creaciones se venden en 1500 tiendas de todos los continentes.
Laura me llama a cada rato a ver cómo estoy. Me dice "viejito" porque para ella no soy Pedraza Ginori, sino el Yin que se casó con su gran amiga Loly y llamarme "viejito" es su manera de expresarme el cariño que me tiene.
Laura es de las buenas, de las mejores, de esas personas sensibles que no me fallaron en las horas malas y yo sé que están y estarán junto a mí, aunque su Oviedo y mi Ourense estén separadas por cientos de kilómetros.
Laura cumple años hoy y para que ustedes vean qué nivel tiene esa cubana, qué clase de amiga me gasto, la felicito reproduciendo unos diseños suyos y un texto que escribió, un texto que me ha tocado la fibra porque contiene esa verdad adolorida que nos acompaña a los cubanos emigrados por dondequiera que vamos.
Felicidades.
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Me desvelo como toda cincuentona. Me cuestiono mi vida, la vida y los pasos que di para llegar al hoy. Traigo el pasado que no consigo olvidar, un presente incierto y un futuro que a ratos asusta y soy consciente que puedo hacerlo porque al final tengo comida en el plato, una cama caliente, agua en el grifo y un techo sobre mi cabeza. Pero me desvelo, da igual la dosis de ejercicio individual o colectivo que asuma, la tila o la evasión impuesta a fuerza de ignorar los telediarios. Recuerdo a los ausentes, rememoro lugares que ya solo están en mi cabeza, busco refugios en mi memoria de lugares donde me siento a salvo y feliz: Una canción, un momento, un olor… Mi abuela materna, asturiana de nacimiento y desterrada a conciencia, siempre me dijo que no emigrara, que emigrar era morir de alguna forma y que al final uno terminaba en un limbo del que es difícil escapar. “Es como morir un poco, nene”, solía decirme.
Me desvelo y termino de leer: “Next year in Havana” de Chanel Cleeton (El próximo año en la Habana), me levanto y hago de la cocina mi salvavidas. Soy una pésima cocinera que se empeña en derrocar esa falta de aptitud con una dosis altísima de indolencia y actitud positiva. Tengo el firme propósito de ser una abuelita regordeta con olor a vainilla, al fin y al cabo esa será la lógica evolución de mis caderas. Trato de seguir inmóvil, indolente y callada en mi postura de emigrante cubana que hace más de 8 años que no pisa esa isla. Me digo constantemente que no vale la pena. Opinar, para qué? Que va a cambiar? Cuando?
Me desvelo y, mientras derrito mantequilla y azúcar, pongo abundante vainilla, añado anís estrellado y remuevo la mezcla en el molde para hacer un caramelo denso, no dejo de pensar en mis desvelos. Me duele Cuba, me sigue doliendo a pesar de los años y a pesar de que a estas alturas he sumado otros dolores que me atormentan como el futuro incierto que le dejo a mi hija en forma de mundo. Pongo una pizca de canela, no mucha. Me controlo a la fuerza. Al final soy de excesos irracionales en el último momento, nunca escucho esa voz que dice no, no abras la puerta del horno, no pongas más vainilla o eso no combina…. Sonrío y recuerdo a mi abuela Titia que según dicen hacia las mejores melcochas de su Guara natal. Yo no sé hacerlas y pienso en cuantas recetas se van perdiendo. Quien sabe hacer melcochas? Flanes de calabaza? Quimbombó? Majarete? Boniatillo? Mala rabia?
Mientras añado la manzana a la mezcla y la capa de masa quebrada vuelvo al libro. Mi santo nunca pone pegas a mis impulsos. Cuando vio que lo añadí al pago de la compra en la papelería del barrio solo me dijo: ojalá no sea otro más que termina acumulando polvo en la estantería a medio terminar, ojala no te deje triste, ojala no te decepcione.
Hoy su lectura acompañó mi desvelo. Y mientras meto en el horno mi particular versión de la tarta Tatin recuerdo a Cuba, pienso en el libro y no, no me decepciona. Para alguien que empezó su adicción a la lectura con novelas de Corin Tellado y que desarrolló con ello una tremenda tolerancia a esas salidas, no le resulta raro que en esta el hilo conductor sea una historia de amor. Incluso agradezco que la escritora deje las descripciones de sexo en una mera insinuación, será su lado anglosajón me digo. Estoy harta de escritores con gancho que emplean varios párrafos en hablar del tamaño de los miembros masculinos y la virilidad de sus personajes, como si describir penes erectos ya garantizara el éxito. No es Padura, ni Vargas Llosa, ni Milán Kundera, no es García Márquez, ni Isabel Allende, no es Zoe Valdés, no…no se le acerca a Mijaíl Bulgakov pero está Cuba, su historia y todo un abanico de acontecimientos que se han ido diluyendo y olvidando con el tiempo a fuerza de las tantas veces reescrita histeria/historia de nuestra tierra. Igual es mejor la versión en inglés porque intuyo que la fluidez de la narración se pierde un poco en la traducción, pero no me hagan caso….
Me desvelé y recordé a mi padre. Mi padre que vivió una Habana que reencuentro en el libro, una parte de la historia que aprendí a escondidas y en susurros. El olor a manzana asada y caramelo de vainilla con anís estrellado está por todas partes. Leo las supuestas noticias del presente de la tierra que se supone debo llamara patria. Leo a favor, y en contra y todo lo contrario. La imposición por la fuerza de las ideologías nunca llego a buen puerto.
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