Al fin, tras múltiples gestiones, logré que el presidente que dice mandar, pero que sabe que el que manda es otro, me concediera una entrevista. Al tenerlo sentado a dos metros de mí, pude comprobar que, efectivamente, su nariz es enorme y que su barrigón es producto de la abundancia de lo que come cada día y no de un embarazo.
Comencé preguntándole:
– Vamos a ver, Sin Casa, ¿tú no crees que la propaganda, constante e insoportable, sobre el bloqueo con la que ustedes han bombardeado en los últimos meses a la pobre gente de a pie es un acto de crueldad infinita?
– No, en absoluto. Es nuestro deber hacerle saber a nuestro heroico pueblo los daños que el cruel bloqueo imperialista causa a Cuba.
– ¿Cuando dices Cuba te refieres a ustedes, los de la cúpula castrista?
– Por supuesto, nosotros somos el partido y el gobierno, por tanto, somos Cuba.
– Eso de formar bulla en la prensa, la radio y la televisión nacionales, ¿les ha dado algún resultado, además de tener agobiado al personal?
– No, tengo que reconocer que esa campaña no ha servido para que los yanquis eliminen el bloqueo. Es que en Washington no leen el periódico Granma ni ven Cubavisión.
– ¿Y, ante esa realidad, no se han planteado cambiar de estrategia?
– La verdad es que ni se nos ha pasado por la cabeza. ¿Qué tú sugieres?
– Mira, yo no sé mucho del tema, pero ¿no sería bueno que dejaran a un lado la soberbia, la arrogancia, la imagen de macho man, las banderitas, las consignas y la patriotería barata y se sentaran en una mesa con los americanos a conversar sobre cuáles concesiones pueden hacer ambas partes para poner fin al bloqueo?
– ¿Tú estás loco? Si nos ponemos a conversar con los americanos, tendríamos que ceder en algo y eso sí que no. Nosotros, los herederos y continuadores de Fidel, no cedemos ni tantito así.
– Pero, entonces, eso significa que el bloqueo no se acabará,.
– Pues que no se acabe. Así le seguiremos echando la culpa de los desastres que hacemos nosotros.
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