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sábado, 12 de junio de 2021

FIDEL CASTRO, MÁS OPACO QUE STALIN Y FRANCO

   En 1953, cuando murió el dictador Stalin, las autoridades soviéticas publicaron este comunicado:
 
«¡Aviso desde Moscú! ¡A todos los miembros del Partido, a todos los trabajadores de la URSS! ¡Queridos camaradas y amigos! El Comité Central del Partido Comunista de la URSS, el Consejo de Ministros y el Presidio del Soviet Supremo de la URSS informan, con profunda tristeza, al Partido y a los trabajadores de la URSS, que el 5 de marzo, a las 9:50 p.m., falleció tras una grave enfermedad el presidente del Consejo de Ministros de la URSS y secretario del Comité Central del Partido Comunista de la URSS, Joseph Vissarionovich Stalin.
Dejó de latir el corazón del compañero de armas de Lenin y visionario seguidor de su causa, así como sabio líder del Partido Comunista y el pueblo soviético.
Reporte médico sobre la causa de muerte.
Durante la noche del 2 de marzo, Joseph Vissarionovich Stalin sufrió una hemorragia en el hemisferio izquierdo del cerebrocausada por la hipertensión y la arterioesclerosis. Esto trajo como resultado la parálisis del lado derecho de su cuerpo y la pérdida de consciencia.
El primer día de la enfermedad ocurrió una dificultad respiratoria por el daño en su sistema nervioso. Esta condición empeoró día tras día. Su patrón respiratorio era irregular, con paros temporales prolongados conocidos como respiración de Cheyne-Stokes.
Durante la noche del 3 de marzo, los paros respiratorios comenzaron a representar una amenaza fatal. Desde el inicio de la enfermedad, se diagnosticaron los siguientes problemas cardiovasculares: presión sanguínea alta, pulso cardíaco rápido e irregular, fibrilación atrial y cardiomiopatía dilatada.
El 3 de marzo se observó un déficit de oxígeno causado por el deterioro en los sistemas respiratorio y cardiovascular.
Desde el primer día de la enfermedad el paciente presentó fiebre elevada y leucocitosis, síntomas de una posible infección pulmonar.
En el último día de la enfermedad, su condición se deterioró rápidamente, lo que trajo como resultado insuficiencia aguda y colapso cardíaco. Las pruebas de electrocardiograma revelaron un flujo sanguíneo gravemente disminuido en la arteria coronariay daño al músculo cardíaco.
En la tarde del 5 de marzo, la condición del paciente se deterioró rápidamente. Se observó una frecuencia respiratoria acelerada y superficial, así como una frecuencia cardíaca aumentada de hasta 140-150 pulsaciones por minuto. La intensidad del pulso cardíaco disminuyó. A las 21 horas con 50 minutos, debido a las fallas cardiovascular y respiratoria, Joseph Vissarionovich Stalin falleció».
 
   Con información más o menos verdadera, ya sabemos que la transparencia no es propia de dictaduras, los bolos cumplieron con la elemental obligación de dar a conocer a su pueblo los motivos de la muerte del hombre que había estado al frente de la URSS durante muchos años. 
  Parecida estrategia de comunicación se siguió en España en 1975. Cuando el dictador Francisco Franco enfermó gravemente, las autoridades divulgaron partes diarios que informaban sobre la salud del jefe del estado y eso se mantuvo hasta el desenlace final. Por ejemplo, la noticia de su óbito estuvo acompañada de la siguiente explicación:
 
«Desde el último parte médico, la evolución de Su Excelencia el Generalísimo continuó empeorando progresivamente, aparecieron trastornos en la conducción intraventricular e hipotensión arterial mantenida, y a las cinco horas y veinticinco minutos sobrevino una parada cardíaca irreversible.
Diagnósticos clínicos finales:
Enfermedad de Parkinson. Cardiopatía isquémica con infarto agudo de miocardio anterosepial y de cara diafragmática. Ulceras digestivas agudas recidivantes, con hemorragias masivas reiteradas. Peritonitis bacteriana. Fracaso renal agudo. Tromboflebitis íleofemoral izquierda. Bronconeumonía bilateral aspirativa. Choque endotóxico. Parada cardíaca.
Madrid, a las 7,30 horas del día 20 de noviembre de 1975.
Firmado: El equipo médico habitual.»
 
   En La Habana, la cosa se manejó de manera diferente que en Moscú o Madrid. En 2016, cuando falleció el Premio Nobel de Química Fidel Castro, creador, ejecutor y máximo responsable de ese desastre llamado revolución cubana, no se ofreció ni una mínima explicación de por qué se había ido del parque. En una aparición televisada de algo más de un minuto, el entonces presidente cubano Raúl Castro se limitó a leer este  mensaje:
 
«Querido pueblo de Cuba:
Con profundo dolor comparezco para informarle a nuestro pueblo y a los amigos de América y del mundo, que hoy 25 de noviembre, a las 10:29 horas de la noche falleció el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz.
En cumplimiento a la voluntad expresa del Compañero Fidel, sus restos serán cremados. En las primeras horas de mañana sábado 26, la comisión organizadora de los funerales, brindará a nuestro pueblo una información detallada sobre la organización del homenaje póstumo que se le tributará al fundador de la Revolución Cubana. ¡Hasta la victoria siempre!».
 
   Las dolencias que sufrió Fidel Castro estuvieron rodeadas de un secretismo absoluto durante todas las décadas que manejó el país a su antojo. «En la situación específica de Cuba, debido a los planes del imperio, mi estado de salud se convierte en un secreto de Estado», aseguró él en una ocasión para justificar la opacidad conque se trató el tema.
   En el verano de 2006 un sorpresivo y escueto comunicado suyo, leído en televisión por su jefe de despacho, informó que cedía temporalmente el poder a su hermano Raúl. En él afirmaba que el enorme esfuerzo y el trabajo continuo de las semanas anteriores le habían provocado «una crisis intestinal aguda con hemorragia sostenida que me obligó a enfrentar una complicada operación quirúrgica. La operación me obliga a permanecer varias semanas de reposo, alejado de mis responsabilidades y cargos».
    Desde entonces y hasta su deceso, diez años después, a falta de información oficial, Radio Bemba se encargó de propagar los rumores que lo situaban atravesando una delicada situación médica. Sus escasas apariciones públicas alimentaban estos cotilleos. En varias ocasiones, ante prolongadas ausencias suyas en prensa y TV, cogió fuerza la falsa noticia de su muerte.
    En el exterior, la plataforma de filtraciones WikiLeaks dio a conocer que la causa que apartó a Fidel de la primera línea fue una diverticulitis de colon. Esta enfermedad, inflamación de las protuberancias que hay al final del intestino, le provocó una grave hemorragia en 2006, durante un viaje en avión de Holguín a La Habana.
    Lo aconsejable en estos casos es practicar una colostomía, intervención que consiste en una abertura en la parte exterior del abdomen para sacar un extremo del intestino grueso. Esta intervención se realiza habitualmente para tratar el cáncer de colon o de ano. Sin embargo, se dice que Castro se negó al procedimiento porque no quería llevar una bolsa exterior que recogiera sus excrementos y fluidos, ni siquiera durante el tiempo en que cicatrizarían las heridas de su cirugía.
   Con el tiempo, y siempre de fuentes independientes, se supo que se sometió a otro tipo de operaciones. Uno de los cirujanos que le intervinieron, el español José Luis García Sabrido, desmintió que Castro padeciera cáncer.
 
   Los cadáveres de Stalin y Franco, embalsamados, fueron expuestos para que sus seguidores se despidieran de ellos. Por el contrario, el secretismo de las autoridades cubanas llegó al extremo de colocar en la base de la Plaza de la Revolución no el cuerpo inerte del líder, sino un retrato de él rodeado de flores. Así, en su ausencia, se le rindieron guardias de honor. Dígase lo que se diga y arguméntese lo que se argumente, el hecho de esconder el cuerpo del difunto constituyó una enorme falta de respeto a los miles de cubanos que, en los días que duró el funeral, hicieron cola durante horas para pasar por el sitio y rendirle el último tributo.
   Dentro de unos meses se cumplirán cinco años de que, tras un largo recorrido por la isla con rotura de jeep incluida, las cenizas de Castro se introdujeron en su seboruco del cementerio santiaguero. Y todavía no ha habido una información oficial del gobierno y el partido único que explique al pueblo, a ese pueblo que tanto dicen amar y respetar, las causas y circunstancias del final del dictador. Es posible que se sigan órdenes dadas por el propio gobernante, que nadie se ha atrevido a desobedecer porque él, aunque hecho polvo, continua mandando en la finca.
   Tampoco se han visto fotografías o videos, que es muy probable que existan, de Castro en sus últimos días o ya cadáver. Quizás en la cúpula castrista se teme al impacto negativo que podría causar dicha imagen en la aureola de líder indestructible, de vencedor imperecedero, que el propio hombre fuerte de Cuba se encargó de fabricar para su gloria personal y sus continuadores siguen alimentando porque les conviene para sus fines de propaganda.
 
   Mas detalles sobre el caso, se pueden hallar en este enlace:
 
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