Esta segunda entrega de la sección "Anecdotario" va de músicos. Comenzaremos con una muestra del humor socarrón del director Manolo Castro, después recrearemos el particular universo del guitarrista y compositor Ñico Rojas y finalizaremos con un chispazo de crítica política de un instrumentista que prefiere conservar su anonimato.
Antes de que se hicieran conocidos los actuales, los hermanos Castro más famosos en Cuba eran los que daban nombre a una sobresaliente jazz band nacida en 1929 y que durante más de treinta años desarrolló una exitosa carrera en la música popular cubana: la Orquesta Hnos. Castro.
Aunque continuó siendo dirigida por Manolo Castro, a principios de la década del sesenta la banda dejó de existir como entidad independiente y se convirtió en la orquesta titular de la Onda de la Alegría (1). Allí se encargaba de acompañar a los cantantes que participaban en los programas musicales que la emisora transmitía en directo. Uno de ellos era “Variedades Radio Progreso”, que yo dirigía.
Una tarde, la inolvidable Moraima Secada se disponía a ensayar los números que cantaría por la noche. Estaba entregando las particellas a los músicos cuando Manolo le tiró un vistazo a la partitura y le preguntó:
-- Moraima, ¿de qué trata esta canción?
-- Bueno, es de amor –respondió la Mora, que estaba a varios pasos de distancia.
Y él, volviéndose hacia mí, me susurró sonriendo con mirada pícara:
-- Menos mal. Como se titula “Alivio”, yo pensé que hablaba sobre la masturbación.
Mariano Suárez del Villar, mi gran amigo y mentor en mis tiempos de Radio Progreso, me introdujo en el “Universo Ñico”, una galaxia especial generada a su alrededor por el ingeniero José Antonio Rojas (1921-2008).
Además de ser un excepcional guitarrista, uno de los más brillantes y creativos que han nacido en Cuba, este habanero era una persona entrañable, de una humanidad extraordinaria, de un optimismo a toda prueba, que pasó por la tierra sacándole el jugo a la vida y compartiéndolo con los demás.
Una de las mejores cosas que le podían pasar a cualquiera era ser amigo de Ñico Rojas, escucharle contar sus anécdotas, disfrutar en directo de su inacabable vitalidad y de aquella sonrisa eterna que coronaba su corpachón.
Gracias a Suárez del Villar, conocí primero al ÑicoMúsica. Perteneciente al grupo fundacional del filin, había compuesto algunas de las canciones emblemáticas de ese movimiento (“Mi ayer”, “Sé consciente", "Canción estudio”, “Esta dicha nuestra”, "Ahora sí sé que te quiero"…) y una serie de formidables piezas guitarrísticas en las que mezclaba sus complicadas armonías con ramalazos de música clásica, jazz, son tradicional y tumbao moderno (“Guajira a mi madre”, “Tony y Jesusito”, “Retrato de un médico violinista”…). Como ejecutante era un virtuoso, cuyas actuaciones siempre provocaban primero sorpresa y luego fascinación:
-- ¿Cómo es posible que sea tan cubano?
-- ¿Qué hace para que suene tan lindo?
Pulsando el siguiente vínculo se puede escuchar la que él consideraba su mejor composición para guitarra:
Al cantar sus obras, sabía transmitir emociones utilizando un estilo muy personal que a mí me recordaba al de Vicentico Valdés. Aunque no me consta, creo que debe haber sido Rojas el que inventó aquella forma de interpretar la canción, porque no me cabe en la cabeza que un hombre con su capacidad de creación tuviese necesidad de imitar a nadie.
Una noche, en aquellas memorables sesiones de grabación destinadas al programa “Cuba y su música”, que se hacían de madrugada en el estudio 1 de Infanta y 25, Mariano me presentó al ÑicoPersona y, desde entonces, tuve la inmensa suerte de pertenecer al amplio círculo de sus amistades y escucharle sus historias sobre los acueductos que estaba construyendo, su adorada esposa Eva ("que ha sufrido una gripe tremenda la semana pasada"), sus buenas relaciones laborales y artísticas con sus compañeros técnicos búlgaros, el dedo algo artrítico que ya no le respondía como antes al pulsar las cuerdas de su guitarra, el homenaje a Benny Moré que andaba componiendo o su devoción sin límites por Guyún ("El Maestro", como muy bien le decía Ñico), Antonio Arcaño, George Gershwin y Arsenio Rodríguez.
ÑICO EN BELLAS ARTES
En la sala-teatro del Palacio de Bellas Artes le habían programado un concierto. Yo ya era admirador de su música pero nunca le había visto actuar en persona. Así que hasta allá me fui, ilusionado. A la hora de comenzar, alguien anunció que la actividad se iba a demorar un poco. Ñico acababa de llamar desde Matanzas –donde vivía- diciendo que en unos minutos saldría para La Habana. Con buen tiempo, calculé, aquello empezaría 90 minutos después. Casi todos los asistentes se marcharon; nos quedamos apenas unos quince.
Dos horas y pico largas habían pasado cuando, al fin, Ñico entró sonriente por el lunetario con el estuche de su guitarra en la mano, se subió al escenario y dirigiéndose a los pocos que le esperábamos, saludó y dijo:
-- Disculpen la llegada tarde pero, ¿ustedes saben quién es Saldiguera?
Con la misma, se puso a explicarnos que se trataba del cantante de Los Muñequitos de Matanzas (2) y a contarnos con lujo de detalles lo buena persona y lo gran artista que era dicho señor.
-- Pues Saldiguera ha tenido esta tarde un accidente doméstico y yo, como soy su amigo, estuve con él en el hospital. A alguien así, no lo podía dejar solo, ¿ustedes me entienden, no? Eso sí, en cuanto supe que ya estaba bien, vine para acá.
Esa noche, Ñico nos regaló un maravilloso recital. No le importó que hubiese sólo un grupito en la sala. En definitiva, debió pensar, éramos un público mínimo pero fiel. Y él era de los que valoraban actitudes como la nuestra, que habíamos elegido no dejarle solo.
LO DE FRANK ERA MUCHO
Sería probablemente en el año 1970 cuando me ocurrió lo siguiente.
Yo dirigía cada domingo, a las 8:30 p.m. en el estudio 12 de 23 y M, un programa musical del Canal 6 titulado “Álbum de Cuba”, una de cuyos sellos de identidad era un tratamiento visual muy cuidado, casi perfeccionista, al que contribuían tanto imágenes, iluminación, escenografía y ambientación como la edición de cámaras, pensada para que se ajustase a las características de cada número musical que se interpretaba.
El guión especificaba que se sentarían muy cerca uno del otro y que abriría Ñico con un tema suyo a la guitarra, después le seguiría Frank Emilio con un número al piano y por último ambos se unirían en un dueto que tendría dos improvisaciones: una de cada uno.
-- Coordinador, ¿qué le pasa a ese hombre?
-- No está tocando –escuché por los audífonos.
Efectivamente, así era. Ñico se había quedado embelesado, extasiado, disfrutando del arte de Frank quien, al notar que su compañero no atacaba, alargó un poco su improvisación y resolvió el problema lo mejor que pudo. Mi planificada edición de imágenes y todo el trabajo previo de preparación se fueron al carajo.
Al terminar el programa me le acerqué:
-- Ñico, ¿qué te ocurrió?
-- Disculpa, chico. Me puse a oír el piano y me quedé en blanco, se me olvidó mi entrada.
-- Pero, ¿cómo es posible?
-- Es que el solo que estaba tocando Frank era mucho. ¿Tú no lo oíste?
Un conocido y magnífico instrumentista cubano (3), quien fuera integrante de la Orquesta Cubana de Música Moderna, se ha caracterizado siempre por su chispa e ingenio. Se le atribuye un montón de anécdotas, a cuál de ellas mejor.
Cierta vez formó parte de una delegación artística cubana que estuvo de gira varios meses, fasteando (4) por varios países. Regresó a La Habana repleto de pacotilla. Días después, un amigo se topó con él y le dijo:
-- Coño, Fulano, hace tiempo que no te veía. ¿Estabas afuera?
Y nuestro músico, certero en su intención política, le respondió:
-- No, yo estaba adentro, en el extranjero; el que estabas afuera fuiste tú, que te quedaste en Cuba.
manolo castro
MORAIMA Y SU ALIVIO Antes de que se hicieran conocidos los actuales, los hermanos Castro más famosos en Cuba eran los que daban nombre a una sobresaliente jazz band nacida en 1929 y que durante más de treinta años desarrolló una exitosa carrera en la música popular cubana: la Orquesta Hnos. Castro.
De izq. a derecha: Antonio, Manolo, Juanito y Andrés
Los fundadores fueron Manolo (saxofón, clarinete, director), Juanito (piano) y Antonio (trombón). En cuanto tuvo edad suficiente, a ellos tres se sumó Andrés, nacido en 1921, uno de los trompetas más sólidos de la escena musical criolla y padre de Andresito, otro magnífico trompetista.Aunque continuó siendo dirigida por Manolo Castro, a principios de la década del sesenta la banda dejó de existir como entidad independiente y se convirtió en la orquesta titular de la Onda de la Alegría (1). Allí se encargaba de acompañar a los cantantes que participaban en los programas musicales que la emisora transmitía en directo. Uno de ellos era “Variedades Radio Progreso”, que yo dirigía.
Una tarde, la inolvidable Moraima Secada se disponía a ensayar los números que cantaría por la noche. Estaba entregando las particellas a los músicos cuando Manolo le tiró un vistazo a la partitura y le preguntó:
-- Moraima, ¿de qué trata esta canción?
-- Bueno, es de amor –respondió la Mora, que estaba a varios pasos de distancia.
Y él, volviéndose hacia mí, me susurró sonriendo con mirada pícara:
-- Menos mal. Como se titula “Alivio”, yo pensé que hablaba sobre la masturbación.
ñico rojas
ÑICO MÚSICA, ÑICO PERSONAMariano Suárez del Villar, mi gran amigo y mentor en mis tiempos de Radio Progreso, me introdujo en el “Universo Ñico”, una galaxia especial generada a su alrededor por el ingeniero José Antonio Rojas (1921-2008).
Además de ser un excepcional guitarrista, uno de los más brillantes y creativos que han nacido en Cuba, este habanero era una persona entrañable, de una humanidad extraordinaria, de un optimismo a toda prueba, que pasó por la tierra sacándole el jugo a la vida y compartiéndolo con los demás.
Una de las mejores cosas que le podían pasar a cualquiera era ser amigo de Ñico Rojas, escucharle contar sus anécdotas, disfrutar en directo de su inacabable vitalidad y de aquella sonrisa eterna que coronaba su corpachón.
Gracias a Suárez del Villar, conocí primero al ÑicoMúsica. Perteneciente al grupo fundacional del filin, había compuesto algunas de las canciones emblemáticas de ese movimiento (“Mi ayer”, “Sé consciente", "Canción estudio”, “Esta dicha nuestra”, "Ahora sí sé que te quiero"…) y una serie de formidables piezas guitarrísticas en las que mezclaba sus complicadas armonías con ramalazos de música clásica, jazz, son tradicional y tumbao moderno (“Guajira a mi madre”, “Tony y Jesusito”, “Retrato de un médico violinista”…). Como ejecutante era un virtuoso, cuyas actuaciones siempre provocaban primero sorpresa y luego fascinación:
-- ¿Cómo es posible que sea tan cubano?
-- ¿Qué hace para que suene tan lindo?
Pulsando el siguiente vínculo se puede escuchar la que él consideraba su mejor composición para guitarra:
Al cantar sus obras, sabía transmitir emociones utilizando un estilo muy personal que a mí me recordaba al de Vicentico Valdés. Aunque no me consta, creo que debe haber sido Rojas el que inventó aquella forma de interpretar la canción, porque no me cabe en la cabeza que un hombre con su capacidad de creación tuviese necesidad de imitar a nadie.
Una noche, en aquellas memorables sesiones de grabación destinadas al programa “Cuba y su música”, que se hacían de madrugada en el estudio 1 de Infanta y 25, Mariano me presentó al ÑicoPersona y, desde entonces, tuve la inmensa suerte de pertenecer al amplio círculo de sus amistades y escucharle sus historias sobre los acueductos que estaba construyendo, su adorada esposa Eva ("que ha sufrido una gripe tremenda la semana pasada"), sus buenas relaciones laborales y artísticas con sus compañeros técnicos búlgaros, el dedo algo artrítico que ya no le respondía como antes al pulsar las cuerdas de su guitarra, el homenaje a Benny Moré que andaba componiendo o su devoción sin límites por Guyún ("El Maestro", como muy bien le decía Ñico), Antonio Arcaño, George Gershwin y Arsenio Rodríguez.
Tres grandes: César Portillo de la Luz, Ñico Rojas y Marta Valdés
ÑICO EN BELLAS ARTES
En la sala-teatro del Palacio de Bellas Artes le habían programado un concierto. Yo ya era admirador de su música pero nunca le había visto actuar en persona. Así que hasta allá me fui, ilusionado. A la hora de comenzar, alguien anunció que la actividad se iba a demorar un poco. Ñico acababa de llamar desde Matanzas –donde vivía- diciendo que en unos minutos saldría para La Habana. Con buen tiempo, calculé, aquello empezaría 90 minutos después. Casi todos los asistentes se marcharon; nos quedamos apenas unos quince.
Dos horas y pico largas habían pasado cuando, al fin, Ñico entró sonriente por el lunetario con el estuche de su guitarra en la mano, se subió al escenario y dirigiéndose a los pocos que le esperábamos, saludó y dijo:
-- Disculpen la llegada tarde pero, ¿ustedes saben quién es Saldiguera?
Saldiguera |
Con la misma, se puso a explicarnos que se trataba del cantante de Los Muñequitos de Matanzas (2) y a contarnos con lujo de detalles lo buena persona y lo gran artista que era dicho señor.
-- Pues Saldiguera ha tenido esta tarde un accidente doméstico y yo, como soy su amigo, estuve con él en el hospital. A alguien así, no lo podía dejar solo, ¿ustedes me entienden, no? Eso sí, en cuanto supe que ya estaba bien, vine para acá.
Esa noche, Ñico nos regaló un maravilloso recital. No le importó que hubiese sólo un grupito en la sala. En definitiva, debió pensar, éramos un público mínimo pero fiel. Y él era de los que valoraban actitudes como la nuestra, que habíamos elegido no dejarle solo.
LO DE FRANK ERA MUCHO
Sería probablemente en el año 1970 cuando me ocurrió lo siguiente.
Yo dirigía cada domingo, a las 8:30 p.m. en el estudio 12 de 23 y M, un programa musical del Canal 6 titulado “Álbum de Cuba”, una de cuyos sellos de identidad era un tratamiento visual muy cuidado, casi perfeccionista, al que contribuían tanto imágenes, iluminación, escenografía y ambientación como la edición de cámaras, pensada para que se ajustase a las características de cada número musical que se interpretaba.
Ñico Rojas y el gran pianista Frank Emilio Flynn, que eran concuños, se conocían muy bien, estaban muy identificados musicalmente y se admiraban mutuamente como ejecutantes. Les invité a “Álbum de Cuba” para garantizar un exquisito segmento de buena música instrumental (filin jazzeado y montuneado) cojonudamente interpretada.
Frank Emilio |
Por la tarde, durante el ensayo, todo marchó sobre ruedas. Con la valiosa colaboración de camarógrafos e iluminadores, se fue ajustando la planificación que yo traía escrita previamente en mi libreto hasta que, una vez definida al detalle la sucesión de planos, todo quedó listo para que ésta se repitiera exactamente por la noche, durante la transmisión.
Cuando fuimos al aire, en vivo, Ñico tocó su pieza y Frank la suya. Llegó el turno del dúo. La melodía inicial bien, el solo del pianista bien. Le tocaba improvisar al guitarrista pero no lo hizo. Por el monitor vi que su instrumento descansaba sobre sus piernas.-- Coordinador, ¿qué le pasa a ese hombre?
-- No está tocando –escuché por los audífonos.
Efectivamente, así era. Ñico se había quedado embelesado, extasiado, disfrutando del arte de Frank quien, al notar que su compañero no atacaba, alargó un poco su improvisación y resolvió el problema lo mejor que pudo. Mi planificada edición de imágenes y todo el trabajo previo de preparación se fueron al carajo.
Al terminar el programa me le acerqué:
-- Ñico, ¿qué te ocurrió?
-- Disculpa, chico. Me puse a oír el piano y me quedé en blanco, se me olvidó mi entrada.
-- Pero, ¿cómo es posible?
-- Es que el solo que estaba tocando Frank era mucho. ¿Tú no lo oíste?
el anónimo
IN OR OUTUn conocido y magnífico instrumentista cubano (3), quien fuera integrante de la Orquesta Cubana de Música Moderna, se ha caracterizado siempre por su chispa e ingenio. Se le atribuye un montón de anécdotas, a cuál de ellas mejor.
Cierta vez formó parte de una delegación artística cubana que estuvo de gira varios meses, fasteando (4) por varios países. Regresó a La Habana repleto de pacotilla. Días después, un amigo se topó con él y le dijo:
-- Coño, Fulano, hace tiempo que no te veía. ¿Estabas afuera?
Y nuestro músico, certero en su intención política, le respondió:
-- No, yo estaba adentro, en el extranjero; el que estabas afuera fuiste tú, que te quedaste en Cuba.
__________________________
(1) “La Onda de la Alegría” era el sobrenombre con que se identificaba a Radio Progreso en toda Cuba. He visto con extrañeza que ahora han difuminado la presencia de dicha marca entrañable y la han sustituido por algo tan anodino como “La emisora de la familia cubana”.
(2) Esteban Lantri, “Saldiguera”, uno de los más célebres cantantes de guaguancó y rumba, fue fundador de Los Muñequitos de Matanzas y durante muchos años ejerció como su voz solista, alternando esa labor con Hortensio Alfonso, “Virulilla”. Los duetos de ambos con la famosa agrupación yumurina ocupan un lugar destacado en la historia musical de nuestro país.
Ñico Rojas dedicó a estas dos leyendas una obra titulada "Saldiguera y Virulilla". En ella utilizó esquemas rítmicos y melódicos típicos del complejo de la rumba y los entremezcló de una manera novedosa y genial. Para aportar un aroma de Matanzas, Ñico incorporó fragmentos de "La bella cubana" de José White, autor nacido en esa ciudad.
Pulsar el siguiente vínculo:
Saldiguera y Virulilla - Ñico Rojas (en goear.com)
(3) No menciono el nombre del músico protagonista de esta anécdota porque, aunque se lo he pedido, no me ha autorizado a hacerlo.
(4) Fasteando es el gerundio de fastear, verbo del habla popular cubana posterior a 1959. Tuvo su origen en el vocablo inglés "fasten", con el que se iniciaba la advertencia "Fasten your belts" ("Abróchense los cinturones de seguridad"). En jerga criolla “fasten” equivale a "viaje en avión fuera de Cuba". Tanto “fastear” como “fasteando” y su raíz “fasten your belts” son estímulos que, durante décadas, han provocado sensación de felicidad en la corteza cerebral de los cubanos.
N O T A S
(1) “La Onda de la Alegría” era el sobrenombre con que se identificaba a Radio Progreso en toda Cuba. He visto con extrañeza que ahora han difuminado la presencia de dicha marca entrañable y la han sustituido por algo tan anodino como “La emisora de la familia cubana”.
(2) Esteban Lantri, “Saldiguera”, uno de los más célebres cantantes de guaguancó y rumba, fue fundador de Los Muñequitos de Matanzas y durante muchos años ejerció como su voz solista, alternando esa labor con Hortensio Alfonso, “Virulilla”. Los duetos de ambos con la famosa agrupación yumurina ocupan un lugar destacado en la historia musical de nuestro país.
Ñico Rojas dedicó a estas dos leyendas una obra titulada "Saldiguera y Virulilla". En ella utilizó esquemas rítmicos y melódicos típicos del complejo de la rumba y los entremezcló de una manera novedosa y genial. Para aportar un aroma de Matanzas, Ñico incorporó fragmentos de "La bella cubana" de José White, autor nacido en esa ciudad.
Pulsar el siguiente vínculo:
Saldiguera y Virulilla - Ñico Rojas (en goear.com)
(3) No menciono el nombre del músico protagonista de esta anécdota porque, aunque se lo he pedido, no me ha autorizado a hacerlo.
(4) Fasteando es el gerundio de fastear, verbo del habla popular cubana posterior a 1959. Tuvo su origen en el vocablo inglés "fasten", con el que se iniciaba la advertencia "Fasten your belts" ("Abróchense los cinturones de seguridad"). En jerga criolla “fasten” equivale a "viaje en avión fuera de Cuba". Tanto “fastear” como “fasteando” y su raíz “fasten your belts” son estímulos que, durante décadas, han provocado sensación de felicidad en la corteza cerebral de los cubanos.
//////////////////////////
LES INVITO A LEER LAS SIGUIENTES PIEZAS DE MI BLOG,
PULSANDO ESTOS ENLACES:
/////////////////////////////
/////////////////
La empresa norteamericana Create Space / Amazon ha publicado,
en formato papel, mis dos libros "Pedraza Ginori Memorias Cubanas".
Sus páginas son un compendio de mis experiencias y mis circunstancias, vividas en el mundo de la televisión, los espectáculos, la creación musical,
la radio, la publicidad y la prensa.
Los dos volúmenes recogen, en clave autobiográfica, sucesos, “batallitas”, semblanzas, anécdotas y reflexiones personales.
El Libro 1, “Eugenito quiere televisión”, tiene 342 páginas.
El Libro 2, "Quietecito no va conmigo", 362 páginas.
Ambos están a la venta en las webs
www.createspace.com www.amazon.com www.amazon.es
/////////////////
La empresa norteamericana Create Space / Amazon ha publicado,
en formato papel, mis dos libros "Pedraza Ginori Memorias Cubanas".
Sus páginas son un compendio de mis experiencias y mis circunstancias, vividas en el mundo de la televisión, los espectáculos, la creación musical,
la radio, la publicidad y la prensa.
Los dos volúmenes recogen, en clave autobiográfica, sucesos, “batallitas”, semblanzas, anécdotas y reflexiones personales.
El Libro 1, “Eugenito quiere televisión”, tiene 342 páginas.
El Libro 2, "Quietecito no va conmigo", 362 páginas.
Ambos están a la venta en las webs
www.createspace.com www.amazon.com www.amazon.es
/////////////////
bárbaroo, expectacular, genuino, encojonadísimo. gracias, muchas gracias estimado asere ecobio.
ResponderEliminargracias por escribir tantas anecdotas de los excelentes musicos cubanos q ya ni se les menciona, todos ustedes los q conocieron y trabajaron a lo largo de muchos años con las celebridades cubanas deberian unirse y editar la historia de la musica sin etapas, ni años, toda
ResponderEliminar