Traductor

Páginas vistas

lunes, 16 de septiembre de 2019

SEGUNDA NOVELA DE PEDRAZA GINORI


Fragmentos de
“Todas las vidas de Pepe”,
novela de Pedraza Ginori

CAPÍTULO 8
REGALO DE OLODUMARE

  La mañana y la tarde del 10 de julio de 1933 estuvieron pasadas por agua. Como a las seis y media o las siete escampó y el cielo se abrió para que se pudiera ver al sol en esa faceta tímida de yo no fui que él adopta cuando está a punto de acostarse para que anochezca.
  En El Nido, tras fregar los platos de la comida, Adolfa Antúnez se mecía en el sillón del portal. Echándose fresco con una penca de cartón, escuchaba un programa de trovadores en el radiecito de pilas. Su marido apareció cargando un jolongo con avíos de pesca.
  ─¿Ya te vas?
  ─Sí. Con la cantidad de agua que ha caído, el río está crecido y hay que aprovecharlo ahora.

  Salustiano llevaba un rato entretenido con sus capturas, serían las nueve. Desde la alargada gran piedra pulida que era su lugar preferido en la margen izquierda del Sagua, lanzaba una y otra vez la larga pita con el arconcito metálico en la punta y la recogía eufórico porque los peces, aturdidos por el ímpetu con que circulaba la corriente, se dejaban atrapar fácilmente.

  Adolfa apagó el receptor, se puso de pie, entró a la sala, rayó un fósforo y encendió el farol que colgaba del horcón. Se disponía a ir a la cocina cuando notó que por sus piernas corría un líquido.
  El mareo que sintió fue tan grande que no pudo mantenerse en pie. Al caerse, por puro instinto maternal, sujetó su enorme barriga para proteger a los gemelos que guardaba en su bolsa amniótica.

  A eso de las diez, las nubes se veían espesas y la brisa creciente indicaba que llovería pronto. El gallego decidió dar por terminada la pesquería y regresar a su casita.  De camino imaginó la escena que le esperaba. Su esposa, al sentirlo llegar, se levantaría de la cama, le daría un beso y le preguntaría:
  ─¿Qué tal te fue?
  ─Bien, muy bien. Mira lo que te traigo: mojarritas, biajacas y un par de guabinas.
  ─¡Ave María, Salustio, qué barbaridad! ─sonreiría ella─. Vamos a cansarnos de comer pejes.

  Al despertar de su desvanecimiento, la embarazada se halló en el piso, en medio de un charco rojo que no cesaba de aumentar. Intentó levantarse, pero no lo logró. No tenía fuerzas ni para sentarse. Sola y aterrada por una hemorragia imparable en una casa que distaba más de cien metros del bohío más cercano, hizo lo único que podía: gritar.

  ─Chipojo, Chipojo… ─lo sacudió Candelaria─, despierta.
  ─¿Qué?
  ─Una mujer está dando voces, pidiendo auxilio, ¿tú no la oyes?
  ─¿Cómo voy a oírla si estaba dormido?
  
  Al entrar, la pareja se encontró ante una moribunda que, pálida e inconsciente, se iba en sangre, se iba y se iba, hasta que se fue por completo.

  A Mosqueira le extrañó ver gente en el portal.
  ─¿Qué pasa aquí? ─preguntó.
  La respuesta fue una retahíla de lamentos pronunciados por las campesinas de la vecindad:
  ─¡Ay, Caridad del Cobre, qué fatalidad!
  ─¡Pobrecita, tan buena que era!
  ─Morirse así, tan joven.

  Montado en su caballo corrió a Carajillo.
  ─Doctor Jiménez, discúlpeme que lo moleste a estas horas.
  ─¿Qué ocurre, Salustiano?
  Nervioso, disimulando el dolor que sentía, explicó la situación.
  ─¿Usted cree que podría salvar a los jimaguas?
  ─Al menos lo intentaré.

  El gallego contuvo su profunda congoja cuando el médico extrajo del vientre de la fallecida un feto sin vida.
  Al ver que sacaba un segundo niño en las mismas condiciones, no pudo más. Se fue al patio y allí, oculto detrás del tronco de la ceiba, estalló en lágrimas.
  Desesperado, llevándose las manos a la cabeza, daba rienda suelta a su sufrimiento. En eso escuchó un llanto inconfundible y vio al médico que salía con un pedacito de carne rosada en sus brazos. «No eran dos, sino tres ─anunció─. Y el tercero está vivo».
  Así nació José Argimiro Mosqueira Antúnez, en su infancia Pepito y de adulto Pepe, pichón de gallego y cubana.

  Tras devolver al doctor al pueblo, Salustio pasó por casa de sus suegros y avisó del suceso. El padre, la madre y la gemela de Adolfa
cayeron en la tribulación.
  «Señor Santísimo ─le suplicaba Moraima, sollozando, a la imagen que pendía de la pared─, ¿dinos qué hemos hecho para merecer esto?».
  Mas el Sagrado Corazón de Jesús no le contestó. Los cuadros, que se sepa, no hablan.

  En cuanto llegaron a Cinco Palmas, Adelfa cargó al niño, que lloraba sin cesar.
  ─Angelito, ¡qué pequeñajo es! ─notó Fernando.
  ─¿Cómo se calla? ─preguntó Mosqueira.
  ─Dándole de mamar ─dijo Candelaria.
  ─Pues tenemos que encontrar una parida y llevarlo con ella.
  ─Virgilia Cuéllar dio a luz la semana pasada ─informó Chipojo.
  ─Para luego es tarde.

  Partieron a ver a la que ejercía tres oficios: santera, espiritista y curandera. Salustiano conducía su potro y sostenía un paraguas abierto. Adelfa, sentada detrás, acogía en su pecho a su diminuto sobrino envuelto en una colchita y le tapaba la cabeza con una toalla para que la llovizna no le mojara.
  ─Cuñada, ¿tú te has fijado si al crío le falta o le sobra algo? Es que allá en Galicia se dice que los trillizos varones nacen con defectos.
  ─Bueno, ya lo estuve revisando y al parecer está perfecto.
  ─Menos mal.
  ─Y, además, es muy bonito.

  En cuanto notó cerca una teta, se prendió al pezón con un ansia que parecía insaciable. Chupó con avidez hasta que Virgilia lo separó de sí. Alimentado, mostraba una tranquilidad absoluta.
  ─¿Te lo puedo traer mañana?
  ─Cuando quieras. Tengo leche suficiente para mi bebita, para este y para otro más si se tercia.
  ─Entonces, nos vamos.
  ─No, no se lo lleven todavía, déjenme consultarlo.
  Tiró sus piedrecitas y caracoles, mientras recitaba frases en yoruba. Miró fijamente al recién nacido a ver si podía desentrañar su aura. Al terminar, salió del estado hipnótico en que se había metido y habló con voz serena:
  ─Las deidades me acaban de transmitir una gran revelación.
  ─¡Ay, Virgen Santa! ─se asustó Adelfa.
  ─Ojo, les advierto que no se la pueden contar a nadie.
  ─Venga, no te hagas la misteriosa y suelta lo que tengas que soltar ─pidió Salustio.
  ─El protector de este niñito es la divinidad más poderosa que existe.
  ─¿La más poderosa?
  ─Olodumare, El Dios Supremo, Omnipresente y Primordial, soberano de la tierra, el mar y el cielo. Y lo ha bendecido con un don que lo hace especial.
  ─¿Y qué don es ese?
  ─El de la inmortalidad. Por eso no se murió en el parto. Ahí donde ustedes lo ven, tan chiquitico, indefenso y delicado, está destinado a vivir para siempre.
  ─A ver si te he entendido bien. ¿No se va a morir jamás?
  ─Como lo oyes.
  ─¿Ni cuando tenga cien años?
  ─Ni cuando tenga mil. Gallego, debes estar alegre porque Dios te escogió para recibir su regalo más grande.
  ─¿Me estás diciendo que me ponga contento la noche en que he tenido la desgracia de perder a mi mujer y a dos hijos?
  ─Así mismo es.
  ─¡Lo que hay que aguantar! ¡Manda carallo!

  Cabalgando de regreso al Nido por los enfangados trillos, Adelfa, impresionada, no hacía más que pensar en lo anunciado por Virgilia.
  ─Salustiano, eso de ser inmortal, ¿será bueno o será malo para el niño?
  ─Ven acá, ¿tú le vas a hacer caso a esa mujer que está más loca que una cabra?

//////////////////

CAPÍTULO 24
ÉRANSE UNA VEZ UNA ANDALUZA Y UN CUBANO

  Los carteles y volantes han inundado las calles de la ciudad. Anuncian que el fin de semana próximo actuará en La Caridad un célebre conjunto folclórico español de prestigio internacional. Y Pepe se lo ha comentado a Salustiano para que no se pierda la función del domingo.

  Mediodía del sábado. El joven se mueve con soltura por el entramado alto del teatro, la parrilla que soporta las cortinas, los decorados, las patas, los bastidores, los trastos grandes y pesados de utilería y las varas donde se ubican los focos de iluminación.
  Ha colgado los telones que conforman la escenografía de los Coros y Danzas de España y ahora se dispone a dirigir las luminarias que alumbrarán por la noche los distintos cuadros del espectáculo.
  Allá abajo Cecilia, la exigente directora artística de las andaluzas ─las chicas la han apodado «La Mortificante»─ las hace practicar sus rutinas y les va corrigiendo.
  Charito Prada sale al frente en la coreografía de las sevillanas, ejecuta sus murumacas de solista y vuelve a integrarse con sus compañeras, entre las que se encuentra Macarena Caparrós, su amiga de toda la vida.
  Hoy La Mortificante las ha obligado a ensayar vestidas con los trajes típicos que usan cara al público y eso las tiene sudando a mares en este edificio construido en tiempos de la colonia al que le sobra leyenda y le falta un buen equipo de aire acondicionado.

  Suena un fandanguillo cuando José Argimiro, al caminar sobre un tablón, tropieza con una soga y se tambalea. Aunque trata de no caerse, no lo logra y va hacia abajo como una bala.
  Ante la sorpresiva aparición de ese hombre que ha chocado estrepitosamente con el piso del escenario, las bailarinas se conmocionan y reaccionan chillando y santiguándose. La Charo y la Maca, nerviosas, se han abrazado. Los músicos y el personal del teatro se acercan al inmóvil accidentado y lo rodean.

  ─Pepe… Pepe… ¿tú me oyes? ─dice Romelio, el jefe de escena.
  Gregorio el tramoyista se arrodilla y le sacude.
  ─Pepiño, muchacho, despierta ─le urge.
  ─¿Se habrá muerto?
  ─¡Tremendo viandazo se ha dado!
  ─Menos mal que vive ─dice alguien que le ha tomado el pulso.
  ─Fíjense, no se ha descalabrado.
  ─El que no haya heridas en el cráneo es el peor de los síntomas, la sangre se le puede amontonar en el cerebro.
  ─Guajiro, ¿me oyes?
  ─Sí, estoy bien.
  Se siente aturdido. No obstante, es consciente de lo que sucede.
  ─Perdón por interrumpir. Es que me caí de la tramoya.
  ─Eso ya lo sabemos ─apunta un jodedor.
  Con esfuerzo trata de sentarse.
  ─¡Ay, ay, ay!
  ─¿Qué te pasa?
  ─Aquí, aquí…, me duele ─se queja llevándose la mano derecha al hombro izquierdo.
  ─Tiene el hueso descoyuntado ─opina Romelio.
  ─Hay que llevarlo a Emergencias.
  ─No es necesario, eso lo soluciono yo ─se aproxima Charito─. Aprendí a tratar dislocaciones y esguinces en las clases de primeros auxilios de la Sección Femenina.
  Se agacha, le toma el brazo y, con un movimiento de tracción que le causa un tormento inmenso a Pepe, le encaja el húmero en su sitio.
  ─¡Ayyyyy!
  ─¡Ya está!
  El agudo dolor se le va diluyendo. Al levantarse, el grupo que tenía a su alrededor se disgrega. Pepe, más que mirar, examina a Charito. Comprueba que no fue un espejismo producto del golpe recibido. Esa galleguita que le ha resuelto el problema es la mujer más hermosa de todas las que se han cruzado en su camino. Incluyendo las actrices que ha visto en películas.
  Le admira el cuerpo y el rostro de ángel en el que reinan sus radiantes ojos azules, su perfecta nariz y sus labios carnosos y bien contorneados que sirven de puerta de acceso a una dentadura que a Pepe se le ocurre que podría estar en un anuncio de Colgate.
  ─Muchas gracias.
  ─No hay de qué.
  ─Es la primera vez que agradezco que me hayan hecho daño.
  ─Discúlpame, es que te vi sufriendo…
  ─No, si no hay nada que disculpar, tú hiciste lo correcto.
  Lo tiene a un par de metros, mirándola como nunca la han mirado, como si se la quisiera comer. Es alto, fuerte, gallardo, de cabeza armónica en la que destacan la frente despejada y el cabello crespo negrísimo. «¡Ay, Virgen Santa, qué majo es!», se asombra ella.
  ─¿Cómo te llamas?
  ─Rosario, me dicen Charito. ¿Y tú?
  ─José Argimiro, Pepe.
  ─Mucho gusto.
  ─Se te han puesto las mejillas coloradas.
  ─Es que yo soy tonta, me sonrojo por cualquier cosa.
  Apenas hay tiempo de intercambiar nombres y poco más porque ya La Mortificante está dando voces.
  ─¡Vamos, vamos, a seguir bailando! ¡Lo retomamos desde donde lo dejamos! ─proclama la mujer con energía.

  Tras el ensayo, la directora la sermonea en voz baja y con semblante adusto:
  ─Señorita Prada, la compañía en general y yo en lo particular somos responsables ante vuestros padres y ante la señora Pilar Primo de Rivera, fundadora de la Sección Femenina de Falange y su Delegada Nacional, de que a vosotras no os ocurra nada en esta gira y eso se logra cumpliendo con las normas de conducta establecidas. Le recuerdo que está terminantemente prohibido el contacto con los cubanos.
  ─Perdone usted, señora Cecilia, es que como le dolía mucho yo…
  ─¡Terminantemente prohibido! ¡Y no se hable más!

  Ya en el camerino, mientras se visten de calle, Charo sonríe con picardía y le pregunta a Macarena:
  ─¿Lo viste?
  ─Sí, claro.
  ─¿No es guapísimo?
  ─Un bombón.

  Durante la representación, el joven de Cinco Palmas busca la manera de subir y bajar decorados y al mismo tiempo no perderse ni un momento de la actuación de Rosarito. Nadie diría que es una aficionada, se porta como una profesional. En el cuadro andaluz brilla con un zapateado que estremece las añejas tablas del proscenio y pone al público a aplaudir de pie. En el gran fin de fiesta, en el que participa todo el elenco, se gana otra ovación.

  La función ha terminado. Al cruzarse detrás del telón, Charito y Pepe intercambian sus miradas. Las últimas de esta noche. Mañana habrá otras.
  Éranse una vez una andaluza y un cubano fulminados por el amor a primera vista, ese chispazo hondo y emotivo que existe más veces en las novelas y películas que en la realidad, ese sentimiento maravilloso que en un instante engancha a dos personas, las sacude por dentro y por fuera y las deja perdidas en el llano, absolutamente turulatas.

//////////////////

CAPÍTULO 32
MACARENA FANTASEA

  Desde niña, Maca Caparrós se aficionó a la lectura gracias a la biblioteca que su padre había dejado de herencia en su casa. De adolescente, mientras sus compañeras tonteaban, ella leía todo lo que le caía en las manos. Se interesó en múltiples temas: historia, geografía, economía, política, arte y hasta en un curso de contabilidad que un diario publicó en fascículos.
  En su plena juventud, la siguen acompañando la inteligencia que en su infancia le hacía obtener las mejores notas y su disposición por aprender algo nuevo. Le apasionan la literatura de los grandes autores, resuelve crucigramas, es la única chica del Albaicín que puede entender un texto en inglés, escucha con sus ojos cerrados los programas donde transmiten sinfonías de Beethoven, óperas de Mozart y cantatas de Bach ─«música triste, de muertos», al decir de Marina, su madre─ y atiende a lo que sucede más allá de su barrio, leyendo el sesudo periódico ABC y escuchando las noticias del Diario Hablado de Radio Nacional de España, llamado «El parte» por los mayores.

  A la frívola y atractiva Charo le han sobrado pretendientes embobados y ávidos. Eso la ha llevado a romancear con varios noviecitos. De La Habana regresó enamorada de un tal José Argimiro Mosqueira, con el cual se cartea.
  Macarena sufre un enorme vacío sentimental que hay que achacar a su delgadez y a su nariz alargada. No cumple con los cánones de estética femenina que rigen en los 50. Esto le resta valor en el mercado de los ligues. Hasta ahora, ninguno de los muchachones que mariposean por las calles y plazas de su barrio ha sido capaz de pasar por alto su aspecto y valorar más su personalidad especial y su nivel cultural superior.
  Y como la vida avanza, teme no encontrar un hombre interesante con quien compartir todo el caudal intelectual que ha acumulado y las ganas de vivir a tope que lleva por dentro.

  En esas circunstancias, y siendo la que redacta las cartas que van hacia Carajillo, resulta natural que la Caparrós se haya ido apropiando de la relación romántica que conecta a Rosarito con Pepe.
  En los primeros tiempos de la correspondencia bebía de sus novelas de bolsillo para escribir. Hasta que no las necesitó más. Casi sin tener conciencia de ello, pasó a enviarle al guajiro de Cinco Palmas las apasionadas y sinceras frases que le salían del corazón, las que le haría llegar a un amante suyo.

De ella
  Querido mío:
  Hace poco alguien me ha preguntado si sé lo que es el amor. En aras de guardar nuestro secreto, le respondí que no. Sin embargo, me quedé con deseos de decirle que sí, que gracias a ti conozco en profundidad las divinas emociones amorosas.

  Maca tiene perturbadores pensamientos que la hacen volar y no la dejan quieta cada vez que se acuerda de Pepe.
  ─¿No es guapísimo? ─le había preguntado Charo.
  ─Un bombón ─respondió ella.
  En su memoria sigue presente la descripción del sexo con el cubano que su amiga le hizo.
  ─¿Y qué más sentiste?
  ─Pues un placer tan grande, tan intenso…
  ─Descríbemelo.
  ─No sé…, no tengo palabras.

  Macarena fantasea imaginando que es ella y no Charito la protagonista del idilio. En cuanto el cartero deja en su casa un sobre procedente de la isla, lo huele, lo aprieta contra su pecho y lo abre para ser la primera en enterarse de lo que dice. Le gusta lo que José Argimiro dice, cómo se expresa, su carácter. Por el hormigueo que le entra al leer, no le cabe duda: lo que experimenta es amor.
  Días atrás recibió una sorpresa. Junto a la carta, venía un retrato de Pepe. Antes de entregárselo a su amiga, corrió al estudio fotográfico más próximo y ordenó que le hicieran una copia. La escondió en su armario y cada noche, antes de acostarse, la saca y besa el rostro del bombón disfrazado de cubano. Después se duerme y sueña con él.


//////////////////////////////////////

OTROS FRAGMENTOS DE ESTA OBRA
SE PUEDEN ENCONTRAR
EN VARIAS PIEZAS DE ESTE BLOG
Y EN EL SITIO DE FACEBOOK DE YIN
 
///////////////////////////////////////

SINOPSIS DE 
“TODAS LAS VIDAS DE PEPE”,
DE PEDRAZA GINORI.

  Un joven guajiro cubano se encuentra, por pura casualidad, con una hermosa bailarina española y ya nada será lo mismo.
  Con el lenguaje directo, ameno y salpicado de humor que caracteriza a su literatura, Pedraza Ginori nos retrata a Pepe, a las andaluzas Charito y Macarena ─sus romances─ y a los otros personajes que les acompañan a lo largo de sus historias y circunstancias.
  Pepe nace con el don de la inmortalidad, por lo que su destino es existir eternamente. La novela se adentra en las esencias de la tierra de sus antepasados gallegos, narra su ingenua infancia en Las Villas, descubre sus andanzas de juventud en Santa Clara y en aquella irrepetible Habana de los años 50 ─que era mucha Habana─, viaja con él a España en busca de un futuro que parecía de color rosa y muestra las sorprendentes aventuras que protagoniza en Europa de la mano del talento, el empeño y el amor.
  “Todas las vidas de Pepe” es un canto optimista a las segundas oportunidades y evidencia, una vez más, que es posible vivir sin fecha de caducidad, más allá de la muerte.

La novela se puede adquirir en el siguiente enlace:
 
Está disponible en dos formatos:
Papel y E-book.


/////////////////////////////////////

No hay comentarios:

Publicar un comentario