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miércoles, 15 de abril de 2020

HISTORIA ABREVIADA DE UNA PANDEMIA


  Al poderoso cuarto bate le tocaba su turno en el home. Como era zurdo y esperaban que bateara por el right field, toda la defensa del equipo al campo se movió hacia su izquierda. El hombre aprovechó el primer lanzamiento del pitcher y conectó un metrallazo por donde nadie lo esperaba, pegadito a la tercera, por una zona donde no había nadie que lo parara. La bola picó y se extendió hasta lo profundo del left, chocando contra la cerca. Mientras el jardinero corrió y pudo, al fin, atraparla, el bateador recorrió las bases para anotarse un jonrón dentro del campo. Un jonrón que podía haberse evitado si la defensa no hubiese estado tan corrida hacia la izquierda, como era costumbre cada vez que venía a batear un zurdo.
  Eso mismo les pasó a los gobiernos, a TODOS LOS GOBIERNOS. No estaban bien situados para un metrallazo como el de CoVid-19 y la pandemia los cogió descolocados. 
  Sin una sanidad pública amplia y eficiente, sin hospitales bien dotados de camas y unidades de cuidados intensivos con respiradores suficientes, sin unos protocolos de actuación únicos y efectivos, sin equipos de protección para que el personal sanitario no se contagiara, sin centros de mayores preparados para afrontar una peste que venía a matar ancianos a troche y moche, en fin… 
  Y una vez sorprendidos por la gran magnitud de lo que les cayó encima, las autoridades comenzaron a tomar medidas urgentes, a dar palos de ciego, a pedirles a sus poblaciones que se encerraran en sus casas porque, al parecer, eso era lo que los chinos y coreanos habían hecho para evitar el colapso de la sanidad y frenar la contagiadera que parecía imparable.
  Pero si la gente se aislaba en domicilios, si no iba a trabajar, la industria y los servicios se paraban, el famoso Producto Interior Bruto se iba al carajo y el desempleo de millones de personas se convertiría en un tsunami económico, en una crisis gigantesca que se llevaría todo por delante.
  ¿Qué hacer entonces? Pues, lo que hicieron los gobiernos, TODOS LOS GOBIERNOS, seguir tomando medidas, tan urgentes como improvisadas, más útiles unas que otras, a ver si el aguacero del coronavirus escampaba y sus habitantes no se les seguían muriendo por cientos. ¿Se equivocaron? Claro que se equivocaron y se siguen equivocando. Son políticos, no se puede esperar mucho de ellos porque su habitat natural es la especuladera, la retórica y la defensa de los intereses de quienes les dirigen en la sombra y muy pocas veces resultan eficaces en la gestión práctica a favor de la gente. Hacen lo que pueden con un problemón que les tocó afrontar y del que no saben librarse porque nadie, ABSOLUTAMENTE NADIE, EN NINGUN PAÍS, sabe actualmente cómo hay que actuar en este caso sin cometer errores.
  Mientras, los políticos de la oposición, TODOS LOS POLÍTICOS DE TODAS LAS OPOSICIONES (con escasas excepciones como la de Portugal) vieron la oportunidad que se les abría y la aprovecharon para sus rejuegos partidistas. Utilizando el método del Capitán A Posteriori, quien opina después y no antes, se dedicaron a criticar, a poner palos en la rueda, a suponerles malas intenciones a todos los que tomaban decisiones, a dudar de los científicos, en definitiva, a joder en lugar de arrimar el hombro.
  Ni los gobiernos ni las oposiciones han estado a la altura. Los gobernantes porque han gestionado mal una situación tan terrible como inédita. Los opositores porque les sobró ruindad y les faltó generosidad. La que sí ha estado arriba, bien arriba, ha sido mucha gente anónima de a pie. Esos sanitarios y auxiliares que se rompen la existencia día a día en la primera línea de combate contra el virus, esos que garantizan que haya alimentos en los supermercados, esas fuerzas de seguridad que cuidan de que los desaprensivos no se salten la cuarentena que salva vidas, esos cuidadoras de hogares de ancianos, esos que en laboratorios de todo el mundo buscan 24 horas al día la vacuna o el tratamiento que ponga fin a la catástrofe, esos que cocinaron y repartieron comidas a los sin hogar, esos que construyeron y habilitaron hospitales de campaña en pocas horas… A todos ellos, cuando esto pase, no habrá monumento ni reconocimiento que premie suficientemente su actitud desinteresada, su paso al frente arriesgando su propia salud, su humanismo y solidaridad con sus semejantes desconocidos.
  Los demás, los millones que nos trancamos en nuestras casas cagados de miedo, aportamos nuestro granito de arena, cumplimos con lo que se nos orientó, evitamos que la cosa fuera a mayores, y eso tiene cierto valor. Pero, que nadie se equivoque. En esta, como en toda guerra, los héroes son los soldados que luchan y se exponen. Los demás, nosotros, la única medalla que nos ganaremos será seguir con vida. Que ya es bastante.

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Reflexión agregada.
  Me da vergüenza ajena ver cómo los gobiernos que al principio menospreciaron la enfermedad, que creyeron que era una gripe más que andaba por China y Corea, que hicieron caso omiso de los informes y recomendaciones porque pusieron la economía por encima de la salud pública, que solamente reaccionaron ─mal y tarde─ cuando vieron la avalancha que se les venía encima, es decir, TODOS LOS GOBIERNOS DE TODOS LOS PAÍSES, ahora tratan de justificarse echándoles las culpas de su mal proceder a este factor o al otro, haciéndose los inocentes y engañados, sin reconocer sus errores, con una falta de humildad más grande que la montaña mundial de cadáveres que el virus ha provocado.
  Por ejemplo: ¿alguien en su sano juicio se puede creer que las autoridades norteamericanas se dejaran llevar por recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y por ello no tomaron a tiempo las medidas para evitar tantas muertes? ¿Es que la política sanitaria de la mayor potencia económica y militar del mundo es dictada única y exclusivamente por una agencia como la OMS? ¿En las últimas semanas de 2019, Estados Unidos no tenía en su poder informes de sus embajadas en países asiáticos (donde la epidemia ya estaba acabando con la quinta y con los mangos) y de la CIA y de otros de sus sofisticados servicios de inteligencia que alertaran de un peligroso virus que podría matar a miles de americanos? ¿Por qué sus diplomáticos y espías, que para eso están, no informaron lo que estaba pasando? ¿O lo hicieron y no se les hizo caso? Solo el tiempo lo aclarará.

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