En España y otros países está abierto un
debate sobre las cantidades de contagiados, fallecidos y curados del
coronavirus que están publicando los gobiernos. Las razones para que uno piense
que las autoridades están escondiendo la bola son varias. Se me ocurren tres.
1) Hay
países como Corea del Norte y Cuba en los que la prensa, toda oficial,
acostumbra a mentir y a manipular como sistema. No se les puede creer.
2) A
los gobernantes que conviven con una prensa libre
no les interesa la transparencia porque una alta cifra de muertos y afectados
en su territorio podría deberse a su tardanza a la hora de reaccionar y tomar
medidas o a su mala gestión institucional de la crisis. Y eso quita votos en
las próximas elecciones.
3) A otros que podrían tener intenciones de
decir la verdad les podría resultar difícil ya que no existe una norma igual en
todas las naciones para llevar esa contabilidad.
Aquí en España,
por ejemplo, se ha reconocido que ha habido muchas personas que han fallecido
en sus domicilios o en residencias de ancianos y no aparecen registradas en los
recuentos oficiales de víctimas. Según admitía este martes pasado el ministro
de Sanidad, Salvador Illa, las cifras sobre el número de fallecidos con
coronavirus que hace públicas cada día su Ministerio incluyen a las personas
"testadas positivamente" y dejan fuera, por tanto, a los
asintomáticos y a quienes han perdido la vida por causas que son sospechosas de
ser compatibles con el Covid-19, pero a las que nunca se les realizó un test
diagnóstico.
Tomando en cuenta
esta realidad, me estoy preguntando ¿seré yo una de esas víctimas invisibles?,
¿habré contraído el coronavirus y me habré curado sin notarlo? y lo que es
peor: ¿me habrá matado el coronavirus hace una semana y no me he dado cuenta
todavía?
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