Buena actriz, mujer hermosa, criolla simpática donde las hubo, artista querida por el gran público y por sus compañeros, Sarita tenía la sonrisa que alegraba los televisores y los pasillos y estudios del ICRT. Decidió quedarse en Cuba, opción que yo, que me fuí, le respeto.
Pero el hecho de seguir allá, pasando las dificultades del día a día de todo cubano para poner su arte en función de alegrarle un poco la vida a la gente, no le valió el reconocimiento póstumo de los que mandan "aquello".
Ante su fallecimiento, el periódico Granma se ha limitado a recoger la
escueta nota en que la Agencia Actuar dio cuenta de su partida, apenas
unas líneas para decir que ya no está. Siguiendo la norma de la prensa
oficialista en estos casos, los muchos años de entrega a la radio y la
TV cubanas de Sarita Reyes no tuvieron el valor suficiente para que el
órgano oficial del partido único se tomara el trabajo de abundar en su
biografía artística y le dedicara la extensa crónica que ella y su
público se merecían.
No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza.
No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza.
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