Recientemente
he podido acceder a una colección de ejemplares de la revista Cuba, un medio que se editaba en La
Habana con la intención de publicitar los logros de la revolución en el extranjero,
principalmente en América Latina. Eso me ha dado la oportunidad de recuperar
algunos reportajes que escribí en sus páginas allá por la década del 60 y que no
conservaba. En aquella época, yo todavía creía en aquello y pensaba, como se
nos inculcó, que el futuro luminoso de prosperidad que prometían los líderes
llegaría tras unos cuantos años de sacrificio y esfuerzo por la patria y el
socialismo. Ya por entonces vivíamos en un túnel, pero teníamos esperanza en que hubiera luz al final.
Es mi
intención incorporar dichos trabajos periodísticos a este blog, tal y como he
hecho con el resto de mis colaboraciones con Cuba, que se pueden hallar agrupadas bajo
la etiqueta “Revista Cuba”.
En abril
de 1968, Simón Escobar Corzo, mi amigo de mil batallas y realizador de documentales en los Estudios
Fílmicos del Instituto Cubano de Radiodifusión (todavía no se llamaba “de Radio
y Televisión”), me dijo que le habían encargado un filme sobre El Cocal, el
primer barco de acero construido en los astilleros cubanos, el que se suponía
iba a ser el pionero de lo que se
anunciaba como una futura poderosa industria naval potenciada por la revolución.
El director Simón
Escobar (izq) y el camarógrafo
Avelino Fernández
Simón y el cámara Avelino Fernández viajarían en la nave
para filmar la primera travesía, lo que en términos técnicos se llama la prueba
de mar, que consistiría en un bojeo a la isla de Cuba, a pocas millas de la
costa. Partiría de La Habana
y volvería a ella, con sólo dos escalas: Santiago y Cienfuegos.
Simón talló con la
empresa armadora, Flota Cubana de Pesca, mi incorporación a la expedición, prometiéndoles que yo
escribiría un reportaje sobre El Cocal para la revista Cuba.
El martes 30 de abril los tres nos embarcamos en aquel viaje, que me resultó placentero, excepto en los terribles momentos en que el barco, al atravesar el Paso de los Vientos bajo un fuerte temporal, se balanceaba de tal manera que parecía que se iba a hundir, mientras yo sufría un fuerte mareo acompañado por vómitos en cantidades industriales.
El martes 30 de abril los tres nos embarcamos en aquel viaje, que me resultó placentero, excepto en los terribles momentos en que el barco, al atravesar el Paso de los Vientos bajo un fuerte temporal, se balanceaba de tal manera que parecía que se iba a hundir, mientras yo sufría un fuerte mareo acompañado por vómitos en cantidades industriales.
Cuando
atracamos en Santiago de Cuba, el sábado 4 de mayo, nos dedicamos a turistear varios
días por la ciudad y a visitar a amigos. Solo ya de noche volvíamos al barco para asearnos, comer y dormir.
Pedraza Ginori en Santiago de Cuba, mayo de 1968
Yo
aproveché mi estancia allí y le hice una larga entrevista al compositor Enrique Bonne que
apareció en el mismo ejemplar de la Cuba donde salió publicado lo de El Cocal (junio del 68), ilustrada con unas
magníficas fotografías tomadas por Simón. Ese trabajo se puede leer pulsando
este enlace:
Una noche, al regresar al muelle, lo
descubrimos vacío. El Cocal había partido sin avisarnos y con todas nuestras
pertenencias en sus camarotes. Los tres embarcados nos quedamos más embarcados
aún, ya que, si eras "población" ─ y nosotros lo éramos─, para montarse en una guagua, tren o avión que
nos regresara a la capital había que pasarse muchos días haciendo cola en las terminales para conseguir un pasaje.
Aclarar quiero que cuando redacté el texto que apareció en
la revista, aunque ganas no me faltaron, no incluí comentario negativo alguno
contra el capitán y los jodedores marinos que, en plan broma pesada, nos dejaron botados, con
la muda de ropa que llevábamos puesta y unos cuantos pesos en nuestros bolsillos. Lo
que demuestra lo buena gente que yo era por entonces.
De izq a derecha: Avelino Fernández,
Simón Escobar y Pedraza Ginori
en El Cocal fondeado en Santiago de Cuba
::::::::::::::::::::::
Simón Escobar y Pedraza Ginori
en El Cocal fondeado en Santiago de Cuba
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EL COCAL, NOVATO DEL
AÑO
por Pedraza Ginori
Fotos: Simón Escobar
Revista Cuba, junio de 1968
Cuba acompañó a El
Cocal
de La Habana a Santiago, su primera travesía de trabajo.
No es que el viaje
fuera ni muy extenso, ni muy peligroso,
pero tenía una
significación especial:
lo hacía el primer
barco cubano enteramente construido
en acero en los
astilleros del país.
Después de mucho
desvelo, inventiva, esfuerzos y esperanzas,
había llegado la hora
de la verdad.
El
Cocal, un tranquilo barco ─sus 153 pies de eslora pueden no parecer demasiado─
se convirtió de la noche a la mañana en noticia de primera plana. Para ello no
tuvo necesidad de ser asaltado por piratas, zozobrar ni encallar frente al
Malecón. Para alcanzar la celebridad el Cocal solo tuvo que nacer.
Los titulares de la prensa decían:
BOTADO AL AGUA EN
CÁRDENAS EL COCAL
LLEGA A LA HABANA EL
COCAL
EL COCAL SALE RUMBO A
SANTIAGO
Debajo se aclaraba el por qué de tanto revuelo:
“Trátase del primer barco construido en Cuba totalmente
de acero”.
El
Primer Ministro visitaba el buque. El Presidente enviaba una felicitación
escrita a sus constructores, Granma ─órgano del Comité Central del Partido
Comunista de Cuba─ dedicaba dos páginas completas a reseñarlo, la TV transmitía
un control remoto. El Cocal era “el novato del año”.
Y los
cubanos, celosos de nuestros éxitos, nos tomamos aquello para nosotros. En
todas partes se habló de El Cocal con orgullo más que justificado. La
construcción de barcos metálicos en Cuba era una realidad. El Cocal, cubano y
de acero, estaba ahí. Su presencia flotante en el puerto de La Habana era la
demostración de lo que pueden el espíritu y el tesón.
AL PRINCIPIO FUE LA MADERA
Al
triunfo de la revolución, Cuba se vuelve de frente al mar. 1960: se inicia la
construcción de pesqueros. Dos años después los astilleros de Cárdenas cambian
su destino: se llaman Victoria de Girón y ya no fabricarán embarcaciones de
recreo sino los nuevos modelos Lambda, Cayo Largo, Victoria… La pesca comenzaría a hacerse en grande.
Juan de la Fe, director de la Empresa de
Construcciones Navales:
─En la
primera etapa fuimos a la fabricación de barcos de madera porque, entre otras
cosas, no sabíamos absolutamente nada de construcción metálica. Las razones
principales de fabricar El Cocal fueron hacer un ensayo, ir ganando en
experiencia y calificar personal.
Reynaldo, carpintero:
─Al principio yo estaba fuera porque el
trabajo es muy distinto. El de acero hay que hacerlo en pedacitos. Luego, todos
esos pedacitos unirlos en bloque para el montaje. Una serie de cosas nuevas
para nosotros, que las desconocíamos completamente.
De la Fe:
─No se planificó nada. Usamos lo que teníamos
en existencia. Al no tener planificación ni materiales suficientes, de ahí que
el barco se llevó bastante tiempo en su construcción… A través de empresas que
nos cedían 4, 8 chapas, así se hizo El Cocal, a retazos. Principales dificultades:
a) carencia de máquinas, instalaciones y herramientas adecuadas, b) escasez de
materiales ─laminado, perfiles…─, c) nuestro desconocimiento. El barco ha dado
frutos como escuela. Los compañeros ya están demostrando una habilidad
extraordinaria en las nuevas construcciones metálicas. Y, sobre todo, un gran
entusiasmo porque ves que eres capaz.
CÓMO DOBLAR UNA CHAPA
Fernando, obrero soldador:
─Por ejemplo, doblar una chapa. Se me ocurrió
hacer una prueba con la grúa de patio y pasarle por encima. Dio un resultado no
técnicamente perfecto, pero pudimos vencer el doblez calzándola con tablones
debajo, virándola para allá, para acá, y así doblamos la primera chapa.
Milián, jefe de personal del Astillero
Victoria de Girón:
─Al fijarse una fecha para terminar, se
trabajaron más de 16 horas diarias.
De la Fe:
─Dos éxitos: los cuatro winches eléctricos
para carga ─media tonelada cada uno─, diseñados y supervisados por el compañero
ingeniero Pedro Díaz, y la hélice, la más voluminosa que se ha fundido en
Casablanca, de 1600 libras de peso. Lo que tiene más valor: sabemos que podemos
construir barcos de acero con nuestros propios medios. El futuro: ya tiramos el
segundo metálico ─un camaronero, más pequeño que El Cocal─ y el tercero ─un
remolcador─. Se está haciendo otro remolcador y se van a comenzar otro
camaronero y un “versátil”, para distintos tipos de pesca. En Cárdenas se
preparan dos barcos congeladores, algo mayores que El Cocal. Vamos a seguir
trabajando con acero, ganando en experiencia.
El
Cocal, operado por Flota Cubana de Pesca, se dedicará al transporte de
productos refrigerados. También podrá ser utilizado como buque-madre para
colectar pesca de barcos menores.
EL PRIMER VIAJE, LOS PRIMEROS HOMBRES
Habana, 30 de abril de 1968, 6 de la tarde. El Cocal está posado
suavemente junto al muelle de la Flota Cubana. A pocos metros, un coloso
mercante soviético. Del otro lado, nuestro Castero. Dentro de un rato, cuando
caiga la noche, El Cocal soltará amarras. Pondrá su proa dirigida a la entrada
de la bahía y desde ahí seguirá hasta Santiago de Cuba en su primera travesía
de trabajo. En dos refrigeradas bodegas ─300 metros cúbicos cada una;
temperatura mínima de -20 grados centígrados─ descansan pescados y mariscos que
los santiagueros comerán días después.
─Está
bonito. No le envidia nada a ninguno. Ahora hay que ver lo marinero que es.
La
tripulación ─20 hombres─ y funcionarios de la empresa se reúnen. Luis Martínez
lee el comunicado que enviarán al acto central del Primero de Mayo en Camagüey:
los marinos de El Cocal se comprometen a hacer su mayor esfuerzo. Saben que su
barco no es uno cualquiera. Los aplausos cierran la lectura. Llega el brindis:
ron en jarros de aluminio. Estos hombres ─sobre todo, jóvenes─ se llaman
Alfonso, Reiner, Riquene, Reitor, René… Los oficiales Pedro, Roberto, Tony,
Alfredo…
El
capitán Orlando Calza Roque, 21 años:
─Pasando
una tecnológica del Ejército Rebelde se me ocurrió estudiar algo de mar. Entré
en la Técnica de Mar Victoria de Girón a cursar marinería. Patrón de Segunda en
la Escuela Superior de Pesca. Otro curso: piloto. Entré en la Flota como
practicante en el arrastrero Salema y en menos de dos años llegué hasta
capitán. Viajé a Francia como primer oficial del Bonito y fui capitán del
atunero Damero. Me gusta el mar cuando está quieto. Si se
pone feo, uno se acuerda de que el ser humano está hecho para tierra. Soy soltero
y sin compromiso, aunque estoy enamorado… de la navegación. Importante: soy
primer secretario del Comité de Base de la Unión de Jóvenes Comunistas en El
Cocal.
SOBRE LAS AGUAS DEL CANAL
A las
11:12 p.m. un remolcador que apenas levanta un pie del suelo hala fácilmente a
El Cocal ─709 toneladas de desplazamiento─. La nave empieza a moverse entre las
aguas del canal de la bahía. Se oye varias veces su sirena. La Habana, llena de
las luces que esperan el Primero de Mayo, desfila ante el barco que parece
quieto. El faro del Morro hace un guiño.
─Nos
vamos, ¿eh?
─Eso
parece.
─Sí,
eso parece.
─Aquí
motonave El Cocal llamando a Puesto de Control CLT Habana. Aquí motonave El
Cocal llamando a Puesto de Control CLT Habana. Corte. Compañero: saludarle e
informarle que estamos saliendo de Puerto Habana en el primer viaje del primer
barco de acero construido en Cuba. Corte. Asímismo le informo que vamos a
mantener comunicación constante durante la travesía y esperamos que sea usted
tan amable como siempre. Corte.
La
estación radiotelefónica COLZ ─200 watts─ la opera Ramón Villasante, un guantanamero
de 21 años.
─Aprendí
mi trabajo en el Ejército. En dos años he estado en cuatro barcos. En El Cocal
voy a enseñar a un compañero que quiere aprender. El equipo es bueno. Como
siempre estaremos cerca de alguna estación costera, no necesita mucha potencia.
Frente a los edificios multifamiliares de La Habana del Este el mar es
un plato esta noche.
─¿Qué
velocidad llevamos?
─8.5
nudos por hora. Horita coge calor y echamos más.
─Hace
falta una marejada, un vientecito, una fuerza cinco de mar para ver qué tal se
porta el cocalito.
─Me
llamo Oro. Argelio Oro. 23 años. En Caimanera alguien me daba un peso semanal
por trabajar en una tienda. En julio del 62 llegué a la Escuela de Pesca de
Playa Girón con un segundo grado atrasado. En tres meses alcancé el sexto. Estudié
tanto que casi me tuesto. Terminé el curso de motorista de primera en 1964.
Desde entonces he estado en el mar, en siete barcos. Mi mejor momento: cuando
fui elegido joven comunista. Mi orgullo: trabajar en El Cocal.
LOS MARINEROS DUERMEN POCO
Durante la primera noche los marineros duermen poco. A las 2 ó 3 de la
madrugada van de aquí para allá. A las 6 todos están de pie, nadie en su
camarote.
El
Cocal tiene su anatomía: bodegas, cuarto de máquinas, cubierta, camarotes,
almacén, baños, nevera, comedor, cocina, popa y proa rodeados de escotillas por
todas partes. Encima, el puente de mando, desde donde se dirige todo.
En el
puente están los timones ─hidráulico, eléctrico, tradicional─, las cartas de
navegación, la regla paralela, el compás con que Calza traza el rumbo. Allí
están la brújula, el radar marino importado de Canadá y el taxímetro para tomar
marcaciones de distancias. El clinómetro señala los grados de inclinación en los
movimientos de la nave.
De
guardia, Roberto Betancourt, segundo oficial de cubierta, 18 años. Desde los 6
pescaba con su padre allá en Santa Cruz del Sur.
─Estuve
año y medio en un curso de piloto naval. He navegado en el Merluza, el Camarón
y ahora aquí. Desde chiquito he soñado ser capitán. Estoy en el camino de ser
capitán. Lo voy a ser.
El
corazón está abajo, en el cuarto de máquinas. Un lugar abarrotado de ruidos y
paneles con botoncitos, pizarras eléctricas y cuadros de control fabricados en Cuba.
Motor diésel procedente de la República Democrática Alemana, de 540 caballos,
tres compresores daneses de refrigeración, de freón 12, y 4 bombas.
Aquí
siempre hay alguien porque se trabaja las 24 horas. Aun cuando el barco
se detenga, los generadores ─tres grupos de 70 KVA cada uno─ continúan
funcionando para que haya energía. La gente de máquinas ─Tony, Monteagudo,
Miguel Castellanos…─ no oye el estruendo que para un extraño es punto menos que
insoportable.
─El
problema no es el ruido, sino los bandazos del barco. A eso es a lo que hay que
acostumbrarse.
Para
ser primer oficial jefe de máquinas no hay que ser mayor. Tony ─Juan H.
Ramírez─ tiene solo 19 años. Desde marzo del 64 ha estado un año como ayudante
de máquinas, ocho meses en un curso, ha sido tercer oficial en el Guasa,
segundo oficial en el Jurel y primero en el Victoria V y ahora en El Cocal.
─Somos mecánicos-operadores. Si se presenta alguna avería, nosotros
mismos le metemos mano. Muchas veces dejo que los ayudantes trabajen solos para
que vayan tomando confianza. Hay que ir creando los nuevos cuadros.
LOS HOMBRES CUENTAN SU HISTORIA
Delante, la quilla rompe el agua, crea espuma. Sobre la quilla está la
proa. En la tarde del Primero de Mayo, el tocadiscos portátil que René compró
en España atrae a unos cuantos. Oyen a Los Brincos, a Aznavour y canciones
mexicanas por Tony Aguilar.
─Yo
estudié magisterio en Minas del Frío, Topes de Collantes y Tarará, pero lo dejé
para entrar en la Flota.
─Mira
pa’eso. Y yo que sueño con ser maestro.
─Pues
cambia. La revolución le da chance a todo el mundo.
─No
es eso. Es que uno comprende que hacen falta técnicos en el mar.
Llega
Pedro con un radio de pilas. La música termina. Es más interesante oír el
discurso del comandante Raúl Castro desde Camagüey.
Jorge
Antonio Garrido, 16 años, tres de ellos en la agricultura con las Columnas
Agropecuarias de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Le ha tomado mal aspecto la
vacuna que le han puesto hace unos días.
─Este
es mi primer viaje. Me siento bien. Pedí una beca para coger en serio esto del mar.
Garrido, el más nuevo del barco, y Plácido, que con 43 años es el mayor,
se parecen en que son los que más comen.
─Plácido me gana. Ayer no se pudo bañar porque no encontró un momento en
que no tuviera lleno el estómago.
La
popa es el sitio de andar por casa. Algunos por bromear la llaman “la culata”.
Roberto tiene un sistema para lavar. Amarra un pantalón a la popa, lo deja caer
al mar y lo arrastra durante doce horas seguidas. La ropa pierde no solo la
grasa, también el color. Para eso sirve la popa. Y para tender, arrojar restos
de comidas, sentarse a ver la puesta de sol o conversar de un tema inagotable:
las mujeres.
─La mujer de un marinero tiene que ser
especial. Debe estar preparada para estar sin su hombre dos, tres meses o más.
─A mi
esposa no le gusta que yo ande en los barcos. Se pone nerviosa. Cada vez que
salgo, tengo que darle su tratamiento.
─Yo
tengo novia. Le he explicado mi oficio. Y tiene que filtrarlo si quiere seguir
siendo mi novia.
─La
mía me dejó. No es fácil para los marineros encontrar mujer.
Pedro
Peña es el cocinero. Cuando vio la flamante cocina se sorprendió.
─Yo
nunca me había empatado con algo así.
Estuvo mucho rato trasteando en el horno, apretando botones. En la
primera mañana, su debut no sale bien: la leche se le quema un poco.
─Para
el que le guste la leche ahumada, es un tiro ─dice, sonriente.
Peña
hace comidas bastante buenas.
─Cuando cocine mal, lo amarramos y lo tiramos al mar.
Frente a cubierta, a un primer nivel de altura, está el comedor. Que,
además, es centro cultural, cine, biblioteca, círculo social y, a veces,
dormitorio. Para oír cuentos no hay como el comedor.
─Y estuvimos dos días completos a la deriva
frente a Martinica, erizaos porque aquello está lleno de cayitos y bancos.
─Lo
que más me llamó la atención en Londres fueron las melenas de los hombres y las
minifaldas de las mujeres.
─Cuando regresamos del Pacífico, los inspectores yanquis del Canal de
Panamá se asustaron. Teníamos recias barbas y les poníamos caras serias. Los
tipos pensarían: “¿estos cubanos son guerrilleros?”.
─Ya
llevamos muchas horas navegando. ¿Ustedes qué opinan de El Cocal?
─La
estabilidad del barco es muy buena (Miguel Reitor).
─La
terminación es excelente, con mucho esmero. Navega bien. Ha sido un triunfo
(Orlando Calza).
─Es
el mejor de todos en los que yo he estado (Alfredo Monteagudo).
─Es
un orgullo de los astilleros y del pueblo (Ramón Villasante).
─¿Quién iba a pensar que en Cuba haríamos un barco así? (Luis Martínez).
─En
el mundo va a causar sorpresa (Argelio Oro).
─No
hay otra cocina mejor en toda la Flota (Pedro Peña).
─Ha
resultado muy marinero (Roberto Betancourt).
─Los
equipos son fáciles de manejar y se están portando muy bien (Alfonso Torres).
─Este
es un barco sin miseria (Tony Ramirez).
A las
9:40 a.m. del sábado 4 de mayo El Cocal entra por la boca del Morro, puerta de
la bahía santiaguera, finalizando con todo éxito la primera parte de su primer
viaje. Cuando sus defensas y cabos se adhieren al viejo muelle y termina la
maniobra, el barco se calma, se estabiliza tras días de navegación. Los
marineros del Fundador y del Cerro Pelado, atracados por allí, se acercan a
curiosear. Dejándose examinar, meciéndose apenas, El Cocal cobra conciencia de
su importancia. Se diría que se siente feliz de portarse bien, de ser quien es:
el novato del año. Sobre una de sus chapas luce brillante esta inscripción:
Construido en los
Astilleros Victoria de Girón
Cárdenas, Cuba
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