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jueves, 9 de julio de 2020

DE CUANDO ALFREDO GUEVARA Y BLAS ROCA SE FAJARON EN PÚBLICO (Tercera Parte)

  Las anteriores entregas de esta serie se pueden leer pulsando estos enlaces:

DE CUANDO ALFREDO GUEVARA Y BLAS ROCA SE FAJARON EN PÚBLICO (Primera Parte)

DE CUANDO ALFREDO GUEVARA Y BLAS ROCA SE FAJARON EN PÚBLICO (Segunda Parte)



  El domingo 22 de diciembre de 1963, en la misma página donde aparecía la declaración de Alfredo Guevara, Hoy publicaba otro fragmento, el cuarto, del extenso documento que Blas Roca le dirigió.


  IV Parte de respuesta a Alfredo Guevara
  Después de exponer la necesidad de que la Revolución siga una política destinada a lograr que los escritores y artista honestos, aunque no sean revolucionarios, aunque no tengan una actitud revolucionaria ante la vida, marchen junto a ella, a la Revolución y a su obra, aun cuando no concuerden con su filosofía, el compañero Fidel establece la conclusión siguiente:
  «Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución, nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y existir, nadie.»
  Para que quede más claro, pregunta:
  «¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios?»
  Y responde, categórico: «Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución, ningún derecho.»

  Ése es un principio general. No se trata de ninguna excepción para el caso de los escritores y artistas, pues los contrarrevolucionarios, los enemigos de la Revolución, de su obra y de sus fines no tienen ningún derecho contra la Revolución.
  Eso es un principio general que norma y determina todas las relaciones y todas las actitudes frente a sectores, fenómenos y personas.
  «La Revolución no puede —explica Fidel— pretender asfixiar el arte o la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un real patrimonio del pueblo. Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor en orden material, queremos para el pueblo una vida mejor también en todos los órdenes espirituales; queremos para el pueblo una vida mejor en el orden cultural. Y lo mismo que la Revolución se preocupa por el desarrollo de las condiciones y de las fuerzas que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades materiales, nosotros queremos desarrollar también las condiciones que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades culturales.»
  Debemos de luchar en todos los sentidos para que el creador produzca para el pueblo y el pueblo, a su vez, eleve su nivel cultural a fin de acercarse también a los creadores.
  «Hay que esforzarse en todas las manifestaciones —expresa el compañero Fidel— por llegar al pueblo, pero a su vez hay que hacer todo lo que esté al alcance de nuestras manos para que el pueblo pueda comprender más y mejor. Creo que este principio no contradice las aspiraciones de ningún artista; y mucho menos si se tiene en cuenta que los hombres tienen que crear para sus contemporáneos.
  »No se diga que hay artistas que viven pensando en la posteridad, porque, desde luego, sin el propósito de considerar nuestro juicio infalible ni mucho menos, creo que quien así proceda se está autosugestionando.»
  Que cada cual se exprese en la forma que estime pertinente y que exprese libremente la idea que desea expresar. «Nosotros —dice el compañero Fidel— apreciaremos siempre su producción a través del prisma del cristal revolucionario. Ése también es un derecho del Gobierno Revolucionario, tan respetable como el derecho de cada cual a expresar lo que quiera expresar.»
  Hay quienes se han quejado de lo extensas de nuestras citas del discurso de Fidel a los intelectuales.
  Las hemos considerado una necesidad, que llenamos con placer, porque ya que se habla de ese discurso debe leerse y releerse, en la seguridad en que cada lectura aportará nueva claridad, enseñanza y comprensión de los temas tratados.
  ¿Qué conclusiones podemos sacar nosotros, en lo ateniente a esta respuesta, de las Palabras de los intelectuales?
  Creemos que bastarán las siguientes:
  1.- El cine, como la televisión, tienen una gran importancia en cuanto a la educación o formación ideológica del pueblo.
  2.- El Gobierno Revolucionario tiene derecho a regular, revisar y fiscalizar las películas que se exhiban al pueblo y prohibir la exhibición de las que considere contrarias a la Revolución, a su obra, a sus fines, a sus principios.
  3.- El Gobierno Revolucionario tiene derecho a fiscalizar, regular y orientar —a más de estimular, fomentar y desarrollar— lo artístico y lo cultural.
  4.- El criterio revolucionario para juzgar la obra artística o cultural —sea película o libro, pintura o teatro— que debe ir al pueblo es si la tal obra está contra la Revolución, si daña o perjudica a la Revolución, si contradice la obra, fines y propósitos de la Revolución o si sirve a la Revolución y a sus fines, a su obra y a sus ideales.
  Aquí usamos la expresión pueblo, como dice Fidel, en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir oprimida y explotada y no la minoría de exprivilegiados, no las minorías que tuvieron acceso a todos los bienes de la sociedad. Pueblo en el sentido de las clases explotadas, de obreros y campesinos, de trabajadores que producen, que crean, con sudor, la base misma de la sociedad y su sustento.
  5.- La Revolución garantiza y respeta la libertad formal. Que cada cual escriba, pinte, componga, etc., en la forma o estilo que prefiera, sobre el tema que más le agrade o convenga.
  6.- La Revolución juzga el contenido de las obras —y forma su criterio sobre ellas— a través del prisma revolucionario, del interés de la Revolución, de lo que beneficie y sirva a las clases antes oprimidas y explotadas del pueblo, pues para nosotros será noble, bello y útil lo que sea noble, bello y útil para los trabajadores.
  7.- El artista revolucionario logra sin conflictos que su obra o la que exhibe sea revolucionaria, se identifique con las necesidades y propósitos de la Revolución, pues todo lo ve desde el punto de vista del interés del avance y la victoria de la Revolución.
  8.- El artista más Revolucionario es aquel que pone la Revolución por encima de todo lo demás; el que está dispuesto, incluso, a sacrificar su propia vocación artística —si ello es necesario— por la Revolución.
  9.- La Revolución se esfuerza por mantener a los artistas y escritores honestos, aunque no sean propiamente revolucionarios, a su lado y en condiciones de que puedan producir y crear.
  10.- La Revolución lucha en todos los sentidos porque el creador produzca para el pueblo y por elevar el nivel cultural del pueblo a fin de acercarlo a los creadores.

  El 24 de diciembre, evidentemente alterado, Blas elevó el tono de la pelea dialéctica y sacó esta nota con su firma:


 Declaraciones de Blas Roca
  La columna «Aclaraciones» no es —y jamás se ha dicho ni insinuado que sea— editorial de este periódico.
  Es una sección —como lo aprecia cualquiera en nuestro país— donde, en respuesta a preguntas de los lectores, se popularizan diversas cuestiones ya definidas o se debaten otras en que caben y se manifiestan diversos criterios.
  Esta columna, por tanto, ni da órdenes, ni traza directivas, ni violenta decisiones.
  Asumimos la plena responsabilidad de cuanto aparece en ella, como nos corresponde por el cargo de Director con que nos ha honrado la Dirección Nacional de nuestro Partido Unido de la Revolución Socialista.
  No es Alfredo Guevara el llamado a juzgar sobre los derechos del Director de Hoy en el cumplimiento de los deberes y responsabilidades que le ha encomendado la Dirección del Partido.
  Rechazamos todas las confusiones introducidas por Alfredo Guevara en un debate que él ha desbordado, al insinuar discrepancias entre nosotros y el Primer Secretario del Partido, compañero Fidel Castro, y presentarnos como adversarios de la libertad cultural y temerosos de los intelectuales.
  Blas Roca

  Ese mismo día, Roca añadía la quinta entrega de su texto.


  V parte de respuesta a Alfredo Guevara
  Reproducidos los criterios que el compañero Fidel expresó en su discurso a los intelectuales, criterios a los que ajustamos nuestra actividad porque los compartimos plenamente y sin reservas, con íntimo y profundo convencimiento, volvamos a las cuestiones planteadas por Alfredo Guevara:
  El Presidente del ICAIC dice que a él no le concierne determinar si es posible o no juzgar el valor y significación de las cuatro películas mencionadas sin haberlas visto. «No se trata ahora de medir la autoridad de opiniones que no responden al conocimiento directo.»
  No hemos juzgado nosotros acerca del «valor y significación» —valor y significación en abstracto, en general— de esas películas.
  En el primer párrafo de nuestra respuesta —ACLARACIONES del 12 de diciembre— se dijo textualmente:
  «No hemos visto las películas que relaciona, así que no podemos dar una opinión concreta acerca de ellas, aunque por los comentarios que hemos oído a TRABAJADORES que fueron a verlas no nos parecen recomendables para nuestro pueblo, en general, ni, en particular, para la juventud.»
  En el penúltimo párrafo se dice:
  «No son los Accatones ni los Gardelitos, modelos para nuestra juventud.»
  Ésas y solamente ésas son las opiniones que hemos dado acerca de las películas mencionadas en nuestras ACLARACIONES del día 12, que tan grande e inesperado revuelo han provocado.
  Creemos que esas opiniones tienen autoridad suficiente —aunque no hayamos visto previamente las películas— porque, como se ve, no nos basamos en las películas, ni juzgamos sus valores como tales, sino que nos basamos en las opiniones de trabajadores que las han visto, en los efectos que tienen sobre los espectadores.
  Visitamos fábricas y talleres con alguna frecuencia, aunque no sea tanta como la que necesitamos y queremos.
  Nos reunimos con los obreros cuando, invitados por ellos, asistimos a los cursos de sus escuelas o a los locales de sus instituciones para hablarles de temas que ellos escogen.
  En esos contactos se nos plantean problemas y se nos hacen preguntas sobre los más variados temas.
  No uno sino muchos trabajadores y no en un solo lugar sino en varios, en los últimos tiempos, se nos han quejado de algunas películas, nos han mostrado su disgusto con su contenido.
  Pocos días antes del 12 de diciembre un obrero nos preguntó:
  «¿Es justo que se gasten nuestras divisas en la película Accatone, desmoralizadora para nuestros hijos?»
  Le pedí que me explicara por qué consideraba tan mala esa película y me refirió lo que él había visto.
  Opiniones similares nos han dado de Alias Gardelito.
  Sobre La dulce vida lo que nos dicen los obreros que la han visto es que no da salida y sobre El ángel exterminador que no la entienden. Por eso no las mencionamos nosotros, puesto que entendemos que el que no den salida o no se entiendan no hacen negativas a las películas.
  Para mí, las opiniones de esos obreros, honrados, laboriosos, revolucionarios que con su esfuerzo, con su sudor, con su producción hacen revolución todos los días, tienen crédito y autoridad, son dignas de ser consideradas y tomadas en cuenta.
  Creemos en ellos. Y por lo que nos han dicho nos hemos atrevido a afirmar que tales películas no nos parecen recomendables para nuestro pueblo y que los Accatone y los Gardelito no son modelo para nuestra juventud.
  No son esos alegres, personalmente simpáticos, proxenetas, pervertidos, ladrones, vagos, irresponsables los que nosotros —creo yo— tenemos que exhibir a nuestros jóvenes trabajadores, a nuestros jóvenes becados, a nuestros jóvenes estudiantes, en quienes tenemos que despertar el interés por otros asuntos y por otros ejemplos.
  Hace algún tiempo, creo que en el aniversario del 13 de marzo, el compañero Fidel Castro, justamente indignado por algunos hechos, condenaba ciertas manifestaciones de «elvispreslianismo» de jóvenes que, guitarra en mano, pelo caído sobre la frente, pantaloncitos apretados se exhibían en actitudes feminoides en diversos lugares de la capital y pretendían invadir la zona de nuestros estudiantes.
  ¿De dónde vino el «elvispreslianismo»?
  De la divulgación, en Cuba, a través de todos los canales, del modelo nacido en el medio social de Estados Unidos.
  Defendiendo por el creador a la obra, un lector nos dice, en su carta, que Pier Paolo Passolini, realizador de Accatone, es miembro del Partido Comunista.
  Si ello fuera cierto no nos haría cambiar nuestra opinión sobre la cinta, pues independientemente de la afiliación política o la conducta personal de su autor o director, entendemos que la película en cuestión no es conveniente para nuestra juventud.
  Pero, además, lo dicho no es cierto.
  Passolini fue expulsado del Partido Comunista debido a un escándalo de su vida personal.
A consecuencia de ello adoptó una posición anticomunista, aunque luego volvió a declararse ideológicamente comunista.
  Pero cualquiera que sea su posición personal y cualquiera sea el efecto de su película en otros países, aquí, entendemos nosotros, no nos hace ningún bien exhibirla a becados, estudiantes y jóvenes trabajadores.

  La revista Bohemia, en su sección “En Cuba, Arte y Literatura”, también entró al trapo. En la edición fechada el 24 de diciembre apareció esta nota que revelaba su sintonía con los pronunciamientos de Guevara:

  El arte puede y debe esclarecer la conciencia del hombre
  En la sección «Aclaraciones», del periódico Hoy, ejemplar del día 12 de este mes, se expresaron opiniones generales sobre el arte y, en particular, sobre el cine. Según nuestro parecer, estas opiniones, lejos de proporcionar a la opinión pública los elementos de juicio indispensables a una justa apreciación del sentido de las funciones del arte, deforman los principios de la crítica, sin los cuales se hace imposible forjar, en la conciencia del pueblo, la actitud ante el arte que su afán de cultura reclama.
  Vayan, pues, para esta leída sección de Hoy, las siguientes aclaraciones:
  La dulce vida, Accatone, El ángel exterminador (mejicana, no española) y Alias Gardelito, cada una a su modo, con eficacia mayor y menor, constituyen visibles denuncias a las condiciones ominosas en que obliga a vivir a los hombres el régimen social capitalista. Sólo quien vea las ramas y no el árbol, puede considerarlas perjudiciales. Si, cuando la grave responsabilidad de orientar, es poco recomendable juzgar obras de arte sin haberlas conocido y estudiado, menos lo es todavía hacerlo en base de opiniones ajenas.
  El cine es un arte. Sus valores de esparcimiento público provienen de su condición de arte y no de que pueda tener por objeto distraer a las masas. En tanto que arte, el cine no sólo «muestra» y «expone» sino que, además, «dice» y enjuicia. Si las funciones del arte se redujeran a «exaltar el ideal» y a propiciar el «recreo alegre, ligero», mal podríamos exigir responsabilidad a los artistas y mal podríamos ponerlo en consonancia con los fines que una sociedad en revolución persigue.
  El arte, el reflejar la realidad en toda la riqueza de sus infinitas contradicciones, puede y debe esclarecer y profundizar la conciencia del hombre, del hombre que hace la Revolución, y por el rigor de la lógica y la plenitud de la fantasía, darle a este hombre una imagen cabal de sí mismo y del mundo en que vive. Reducir las funciones del arte a la «exaltación del ideal» y al «recreo alegre, ligero», equivale a castrarlo, a mellar groseramente este ejemplar instrumento del conocimiento, equivale, en suma, a convertirlo en vulgar propaganda y pasatiempo banal.
«En Cuba, Arte y Literatura», cree que esto debe tenerse muy en cuenta por todos.

  Dos días más tarde, el director de Hoy abandonó por un rato su trifulca con el presidente del ICAIC y dedicó su “Aclaraciones” a responder al comunicado de los creadores cinematográficos que había sido publicado el 17 de diciembre en el diario Revolución.


  Respuesta a los directores cinematográficos
  Con una manifestación, advertencia o apelación a la opinión pública, los directores cinematográficos del Departamento de Programación del ICAIC, armados caballeros defensores del arte, arremeten, lanza en ristre, contra la columna ACLARACIONES porque ésta se atrevió a recoger aprobatoriamente opiniones de trabajadores contra algunas de las películas que ellos escogen, traen, exhiben, «critican», alaban y califican de mejores.
  Pero si los antiguos caballeros, según sus cantores, se caracterizaban por usar armas limpias y buscar la victoria honrada en los combates, éstos del ICAIC demuestran preferir otras muy distintas al ejercicio honesto de la discusión para encontrar la verdad.
  Tomar tres frases aisladas y, sobre ellas, afirmar que las opiniones de Juan XXIII, el Código Hays y ACLARACIONES coinciden al definir la función del cine es no sólo falta de seriedad, sino falta de honradez intelectual y política.
  Es un recurso barato, de quienes quieren azuzar contra ACLARACIONES —y lo que ésta representa— a los partidarios de ciertas actitudes que no concuerdan con el sentido elevado y renovador del socialismo.
  ¿Se quiere discutir cuál es la función del cine en nuestra Revolución, dentro del actual período de transición, de construcción del socialismo?
  Discútase con seriedad, con argumentos, con razones, no dirigidas a movilizar en son de guerra a una «opinión pública» en la que pueden insertarse —y se insertan— los enemigos de la Revolución, los representantes de la vieja sociedad, sino orientados a convencer al proletariado, a ilustrar a la opinión revolucionaria.
  En respuesta a la pregunta, que ellos mismos formulan, ¿cuál debe ser la función del cine?, los directores cinematográficos del Departamento de Programación Artística del ICAIC ponen en boca del redactor de ACLARACIONES lo siguiente: 
  «Una obra de divertimiento, de recreo alegre, ligero, que ayuda al descanso, da nuevos bríos para el trabajo, nuevas fuerzas para la acción.»
  ¿Es eso lo que dijo ACLARACIONES?
  ¿Alguna persona, honradamente, puede sacar la conclusión, de lo publicado en esta columna, de que ésa sea la respuesta de su redactor a la pregunta sobre la función del cine?
  Aparte de que este redactor no se planteó la función del cine en abstracto, para cualquier país, cualquier sociedad, cualquier clase, cualquier edad y cualquier tiempo, es claro que sólo tergiversando deliberadamente sus palabras, se puede afirmar que ésa sea nuestra respuesta a tal pregunta.
  ¿Qué dijimos en ACLARACIONES —sin pretender, ni mucho menos, dar una definición completa— acerca de la función del cine en la Cuba de hoy, revolucionaria, socialista?
  El jueves 12 de diciembre expusimos lo siguiente.
  Nuestro pueblo vive un momento de su historia que reclama la contribución de su heroísmo, de su laboriosidad, de su ingenio, de su espíritu de sacrificio.
  Estamos en la defensa constante de la Patria ante las agresiones y amenazas del imperialismo yanqui, sus lacayos y sus gusanos.
  Estamos en la construcción de una economía DESARROLLADA, de abundancia, para dar a TODO nuestro pueblo condiciones de vida verdaderamente humanas, bienestar y seguridad.
  Estamos en la edificación de una nueva sociedad en la que el individualismo deje el sitio al colectivismo, en la que impere, en lugar del «cada uno para sí», el «todos para uno y uno para todos»; una nueva sociedad en que el orgullo sea el trabajo, la producción, el contribuir al bien de los demás, el compañerismo.
  Entendemos nosotros que el arte —el cine incluido— debe participar en la batalla por esos trascendentales objetivos.
  Esa participación es a veces directa, a veces indirecta.
  Digamos que se puede ser por acción o por omisión.
  Por acción cuando la obra artística —película, novela, pintura, canción— despierta el afán de trabajo, el ideal elevado, el heroísmo valiente, la fraternidad, el compañerismo, la abnegación.
  Por omisión, cuando la obra artística o de entretenimiento evita hacerle propaganda al vago, al proxeneta, al egoísta o presentarlo simpático, atrayente, es decir cuando evita portar ideas e incitaciones contra la Revolución, contra los objetivos y los ideales de la Revolución.
  Una obra de divertimiento, de recreo alegre, ligero, que ayuda al descanso, da nuevos bríos para el trabajo, nuevas fuerzas para la acción.
  No son los Accatones ni los Gardelitos modelos para nuestra juventud.
  ¿Qué se puede sacar, de esas palabras, como opinión del redactor sobre la función del cine?
  Se puede sacar la conclusión de que el redactor de ACLARACIONES cree que el cine —como arte o como divertimiento— debe participar en la batalla de NUESTRO PUEBLO por la defensa, por la economía, por la producción, por el socialismo, por las nuevas relaciones humanas que éste determina. Que la participación del cine en esa batalla puede ser directa o indirecta, por acción u omisión. Que aun la obra de divertimiento —sin mensaje— ayuda a esa lucha cuando no le hace propaganda al proxeneta, ni al pervertido, ni al vago ni al ladrón.
  ¿Dónde se puede, entonces, identificar esa opinión con la del Papa Juan XXIII o con el Código Hays?
  El deleznable recurso tiene una sola finalidad: escamotear el pensamiento revolucionario, achacarle a ACLARACIONES actitudes que no tiene, promover la división, salir a defender lo que no atacamos, sembrar el confusionismo, y, a su amparo, justificar lo que no tiene justificación.
  Si se quiere discutir seriamente y con provecho contéstese a las preguntas:
  ¿Qué función debemos asignarle, en el presente período, al cine en nuestra Cuba revolucionaria y socialista?
  ¿Debe el cine, como medio poderoso de influencia que es, participar o no participar en la batalla de nuestro pueblo por la defensa, la economía y la construcción del socialismo? Si participa, ¿cómo debe hacerlo?

  La situación estaba candente, la polémica se había convertido en tema de conversación de la gente y todo parece indicar que la alta dirigencia de la revolución decidió que había llegado el momento de detenerla. El último segmento del escrito de Blas vio la luz el viernes 27 de diciembre.

  Final de respuesta a Alfredo Guevara
  «Es evidente que su redactor --de ACLARACIONES-- siente un cierto, acaso profundo desprecio por los intelectuales. Cada opinión o manifestación es considerada un “alboroto” y esas referencias a “ciertos medios intelectuales” nos hacen meditar al respecto.» Tal expresa, textualmente, Alfredo Guevara.
  No sentimos ningún desprecio por los intelectuales, pero sí por esos métodos con que Alfredo Guevara pretende presentarnos ante los intelectuales como su enemigo, del que tienen que cuidarse o defenderse y frente al cual tienen que apoyar a Alfredo Guevara —adalid del pensamiento libre— para su ciega lucha sin motivo, sin razón y sin principios contra nosotros.
  No se trata aquí de levantar a los hombres de letras contra el zapatero que no tuvo oportunidad de adquirir la cultura de otros. Si de algo debemos tratar es de que zapateros y hombres de letras discutan con seriedad los problemas de la cultura y del arte en nuestra sociedad en transición, discutan cómo hacer más y de más alta calidad en pro del establecimiento de la nueva sociedad socialista.
  Admiramos y apreciamos profundamente a los hombres de letras o intelectuales y artistas honrados, honestos, que, aunque no sean revolucionarios, aunque no sean socialistas (en
el sentido en que ambas palabras reflejan identificación plena, actividad consciente y decisión de poner revolución y socialismo por sobre todas las cosas) contribuyen con su creación, con su pensamiento, con su arte o, simplemente, con el prestigio y autoridad que su obra les ha ganado, a las tareas históricas de la Revolución, a la construcción del socialismo.
  Despreciamos y combatimos a los hombres de letras o intelectuales y artistas que se han puesto activamente contra la Revolución y el socialismo, que abierta o encubiertamente, con su creación, con su pensamiento y con su arte o simplemente con sus intrigas y maniobras combaten a la Revolución y al socialismo.
  Cada manifestación o cada opinión no la consideramos un alboroto.
  Acogemos con respeto cada opinión o manifestación que se expresa correctamente —aunque no concuerde con las nuestras— y las discutimos con seriedad, con argumentos, con razones, procurando, siempre, encontrar la verdad, encontrar lo que es mejor para la Revolución, para la construcción del socialismo, para las masas trabajadoras.
  Llamamos alboroto al escandalizarse sin motivo por una opinión emitida a la que se le achacan intenciones y sentido de los que carece en absoluto, a la fabricación de fantasmas para combatirlos ruidosamente, al corre-corre; al chuchuchú, a la recogedera de firmas, a las bolas irresponsables e irrespetuosas puestas a rodar como verdades sabidas de buena tinta, a las encuestas en que «el pueblo opina» por boca de los amigos del círculo, a la defensa frenética —¿no se podría escribir «enfrenecida», que expresa mejor mi pensamiento?— de algo que nadie ataca.
  Es al alboroto «sin causa» a lo que llamamos alboroto y no a las opiniones o manifestaciones emitidas seriamente, con sentido revolucionario, para llegar a conclusiones revolucionarias.
Si hemos usado, en este caso, la frase «ciertos medios intelectuales» —frase que tanto hace meditar a Alfredo Guevara— fue simplemente porque no queríamos usar ninguna expresión que fuera a herir susceptibilidades.
  Luego Alfredo Guevara nos achaca no desprecio, sino temor.
  Copio sus palabras: «No queremos ser prejuiciosos pero, históricamente, hay que subrayar que ese estilo peyorativo suele reflejar más que desprecio temor.»
  Alfredo Guevara no quiere ser prejuicioso, pero, por lo visto, no puede evitar el serlo, como lo ha demostrado, con creces, en esta polémica que, con gran sorpresa para nosotros, ha emprendido con tanto encono y a la que ha dado un tono y un alcance que no podíamos ni soñar.
  No se crea, sin embargo, que Alfredo Guevara me achaca el tenerle miedo a los intelectuales como personas sino —precisa él— a su pensamiento, a la variedad y riqueza de sus manifestaciones, a su espíritu creador, de búsqueda, independiente, que rechaza la rutina y se levanta sobre sus propios pies.
  Y esto cuando los intelectuales de los que únicamente pudiera tratarse, si es que se trata de algunos, son los amigos que trabajan con Alfredo Guevara en el ICAIC y en las páginas o secciones de diversas publicaciones.
  ¿No es ridículo todo eso?
  ¿No es de un mal gusto horroroso presentarme como sobrecogido de temor ante el «pensamiento, la variedad y riqueza de sus manifestaciones, el espíritu creador, de búsqueda, independiente, que rechaza la rutina, y se levanta sobre sus propios pies» de Jorge Fraga, Eduardo Manet, José Massip, Fausto Canel y otros?
  En realidad, si algo me sobrecoge de temor, es la palabrería grandilocuente horra de sentido, la variedad y la riqueza de las bolas que se ponen a circular, el espíritu creador que manifiestan algunos en difundir intrigas, en sembrar cizaña, en fabricar fantasmas para movilizar, contra ellos, en son de guerra, a personas honestas, en tergiversar lo que uno dice para ganar fáciles triunfos dialécticos, en sacar de quicio la cuestión simple de una opinión adversa a una película y llevarla a no se sabe qué problemas, con propósitos que no alcanzamos a comprender.
  Por lo visto, Alfredo Guevara se queja de que algunas ACLARACIONES hayan sido impresas en forma de folletos por el Comité Provincial del Partido Unido de la Revolución Socialista.
  No creemos que las atribuciones de Alfredo Guevara incluyan la de discutirle a un Comité del Partido su decisión de imprimir textos que ha considerado conveniente difundir.
  Ni siquiera a nosotros (es decir, al autor y editor de esos artículos), nos consultó el Comité que, además, en los primeros folletos hasta se olvidó —inexperiencia explicable sobre los «derechos de propiedad intelectual» o, en lo que pedimos, de mención del periódico— de indicar la procedencia de los escritos.
  «Difícil será la situación espiritual de quienes, conservadoramente, esquivan el derecho y la necesidad de los hombres, de las masas, a la información y al estudio de las manifestaciones del pensamiento y del arte, el día en que “los medios intelectuales” sean algo más que una capa social en desarrollo, y se conviertan, como es lógico que suceda, en apreciable parte de la población.» Esto dice Alfredo Guevara, en párrafo que copiamos en todas sus palabras, comas y punto.
  Confesamos, humildemente, que no comprendemos el sentido de eso de que los intelectuales se convertirán en una apreciable parte de la población.
  Para nosotros los intelectuales son —y por tanto no tienen que convertirse en ello— una «parte importante de la población».
  Lo que antecede, dentro de ese párrafo, tampoco está muy claro para nosotros, pero, si lo que quiere decir es que yo tendré una situación espiritual difícil por creer acertado el que en nuestro país se suprimieran las «manifestaciones del pensamiento» del Diario de la Marina y demás periódicos del viejo régimen; que se excluyeran de nuestras escuelas viejos textos que contenían «manifestaciones del pensamiento» contrarios a la verdad de nuestra historia, de la realidad, de la ciencia y de los fines liberadores de nuestra Revolución; que se impidiera, por ejemplo, la exhibición de una película que falseaba la realidad de un momento de nuestra Patria o que se negara el derecho a circular en Cuba a unos muñequitos en colores y a unas revistas que envenenaban —sí, envenenaban— la conciencia de nuestra niñez y nuestra juventud, puedo decir que no me sentiré en esa difícil situación espiritual.
  Creo que, en cambio, sí me sentiría en una difícil situación espiritual si en el nombre de una abstracta «libertad de las manifestaciones del pensamiento», contribuyera, en cualquier forma o medida, a difundir las cosas que, en mi opinión, dañan a la Revolución, dañan a la juventud, dañan a la niñez, dañan a los trabajadores, al pueblo.
  ¿Es eso esquivar el derecho y la necesidad de los hombres, de las masas, a la información?
  No. Eso es emplear nuestros recursos en dar a los hombres, a las masas, la información cabal que necesitan para conocer la verdad tanto tiempo ocultada y tergiversada, para limpiar
su mente de las rutinas, falsos enfoques y suciedades del pasado, para dar a los jóvenes que crecen ahora la posibilidad de darse, con su esfuerzo, una mente más sana.
  Entendemos que no es deber nuestro difundir lo negativo con respecto a la verdad y a la lucha contra la explotación y la opresión del hombre por el hombre.
  Entendemos que es nuestro deber difundir lo positivo, lo verdadero, lo que sirve al pueblo laborioso para su liberación.
  Lo negativo que difunde el enemigo lo combatimos con nuestros conceptos.
  Tratándose de películas hay que tener en cuenta lo siguiente: Antes los empresarios particulares traían las películas que, o bien les imponían ciertas empresas monopolistas, o bien consideraban que les producirían altas ganancias, que serían «taquilleras». Para ellos no regían otras consideraciones. Y todo el que iba al cine lo entendía así.
  Ahora las películas las trae el Gobierno Revolucionario, que parte de criterios revolucionarios. Ahora no son los empresarios privados quienes determinan lo que se exhibe. Y todo el que va al cine lo entiende así.
  «Sólo el pensamiento vivo, anti-rutinario, anti-dogmático, siempre innovador y creativo, respetuoso de su propia naturaleza, es capaz no sólo de dar lugar a obras de arte verdadero sino también de asegurar el nivel de la producción y su desarrollo. Sin audacia intelectual no hay ni puede haber una eficaz tecnología. Y no será jamás un nuevo Índice la fuente de ese clima de libertad en que el pensamiento encuentra su verdadera dimensión, y la ciencia y el arte su pleno desarrollo.»
  De acuerdo estamos con estas palabras de Alfredo Guevara si se entiende que ese pensamiento vivo está animado por el espíritu del servicio a la Revolución, al pueblo, a los trabajadores, a la verdad o a la ciencia y si se entiende por clima de libertad el que crea la Revolución gracias a la expropiación de los expropiadores, gracias al establecimiento de la propiedad colectiva sobre los medios de producción y gracias a la privación de derechos y libertades a sus enemigos para atacarla y combatirla, abierta o encubiertamente, en su obra o en sus fines.
  En esas palabras se enlazan y relacionan con el pensamiento vivo, anti-rutinario, anti-dogmático, siempre innovador y creativo, el arte verdadero, la producción y la tecnología.
  Buena idea.
  Pero, ¿qué tiene de anti-rutinario el proxenetismo que aparece, por ejemplo, en Accatone?
  ¿Qué muestra de audacia intelectual es robarle la cadena a un pequeño indefenso y confiado?
  Índice no nos hace falta.
  Aquí no hay propietarios privados cuyos intereses particulares se pongan por encima de la sociedad y los impulsen a propagar cosas contrarias a la sociedad.
  Aquí un funcionario puede hacer algo que no responda a la calidad necesaria. Con llamarle la atención y procurar todos que esa calidad se logre tenemos suficiente.
  Si una película que se trajo no resulta buena o adecuada, nadie debe ofenderse porque eso se diga o se discuta. Si de un intercambio de opiniones se llega a la conclusión de que ciertamente tal o más cual película no nos es conveniente, todo lo que hay que hacer es tomar las medidas necesarias para escoger mejor las próximas.
  En nuestra respuesta a la discrepancia que en el tono revolucionariamente correcto planteó, «Siquitrilla», desde las páginas de Revolución, dijimos que queríamos, para nuestro pueblo, las mejores películas.
  Entendemos que esas películas no pueden venirnos de un solo lado del mundo; que habremos de buscarla en todos los países en que ello sea posible.
  Esas películas no pueden tener todas el mismo carácter, ni la misma temática, ni la misma factura, ni el mismo estilo. Creo se procurará que, en los marcos de una calidad dada y de los criterios revolucionarios y socialistas que informan nuestra sociedad, las diversas películas satisfagan los distintos gustos del pueblo y de los espectadores en general.
  Creemos haber expuesto con claridad nuestras opiniones sobre el tema debatido. Pueden ser correctas o no.
  Hemos dejado a un lado y sin respuesta algunas referencias a los problemas más generales y vastos de la cultura y el arte que se han planteado por otros a lo largo de este público debate, porque a los fines de la mejor comprensión de lo que verdaderamente se discutía entendimos que era preferible ceñirse, en lo posible, a ello.
  Tiempo y oportunidad habrá, seguramente, para opinar sobre cultura y arte en general y confrontar opiniones sobre sus distintos aspectos.



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  La cuarta y última parte de esta serie, está en este enlace del blog:
 
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