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martes, 21 de julio de 2020

PEPE BIONDI, MI NÚMERO UNO

   Los jueves por la noche, a eso de las ocho y cuarto, yo dejaba lo que estuviese haciendo y me dirigía al Casino Español, una sociedad donde me dejaban entrar porque mi abuelo Antonio era socio. En su gran salón tenían un televisor y yo me las arreglaba para agenciarme una silla de primera línea, de las más demandadas, para asegurarme que nada ni nadie pudiese molestarme cuando a las 8:30 comenzara la media hora de aquel hombre de acento argentino que se había convertido en mi proveedor de risas, que es como decir mi proveedor de felicidad, porque no hay nada que provoque más felicidad que reírse.
   Se llamaba Pepe, Pepe Biondi, y un buen día, de improviso, había aparecido en la pantalla de CMQ Televisión para cambiar mis preferencias de adolescente pueblerino haciéndome disfrutar más aún de lo que yo disfrutaba con Pototo y Filomeno, mis cómicos favoritos, que desde entonces pasaron a ocupar un honroso segundo lugar porque el primero, el de arriba arriba, ya nadie pudo quitárselo a Biondi.


   Era gracioso, muy gracioso. A mí, de solo verlo, sin que soltara uno de sus chistes ni le diera un galletazo al actor que tuviera a su lado, ya se me dibujaba una sonrisa en el rostro. Eso tienen los grandes comediantes, que se paran ahí y no necesitan decir nada, ni siquiera saludar, para que uno ya empiece a sentir alegría en la boca del estómago.
   Pepe nunca lo supo, pero yo era su admirador número uno. Nunca se enteró de que mi cita semanal con él era una rutina sagrada, un acontecimiento que yo no me podía perder porque perdérmelo hubiera sido traicionarlo. Y para mí, traicionar a Biondi era algo impensable y en todo caso imperdonable.




   El tiempo fue pasando y llegó el momento de abandonar el pueblo y marcharme a la capital, que era el lugar donde mis sueños podían hacerse realidad. Por las noches, yo me aparecía por los estudios de radio y televisión, a presenciar la transmisión en vivo de los programas y me llevé un disgusto cuando descubrí que el show de mi ídolo Pepe se hacía sin público. Alguna vez que otra le vi por Radiocentro, en la entrada de M, en la cafetería, compartiendo con otros artistas, pero nunca pude verlo actuar en directo frente a mí. Y mi sentido del ridículo me impidió acercarme a él para pedirle un autógrafo.
   Cuando los barbudos triunfaron y la isla se viró al revés, Pepe Biondi se fue de Cuba y entró en ese agujero negro de desinformación que hacía que los cubanos no supiéramos más de los que se habían ido. Hasta que años después me enteré de que estaba en su país, triunfando con un programa que él había situado como el más visto en la historia de la televisión argentina.
    Y allí, en tierra de grandes cómicos, en la patria de Luis Sandrini y de Niní Marshall, él se había convertido en el más popular, en el más grande y el más querido de todos los tiempos. Y Biondi no lo supo porque nos separaba un mundo, pero yo me alegré mucho de que las cosas le fueran bien.


   Pasaron muchos años y muchas cosas. Yo caí en España. Y en cuanto apareció Internet, busqué a Pepe. Y resulta que, tras múltiples intentos infructuosos, un día lo hallé. Y ya nada, ni siquiera su muerte, pudo impedir que renováramos nuestra relación de antes.
   Con frecuencia me sumerjo en Youtube y me paso ratos vacilando fragmentos de su “Viendo a Biondi” y, aunque hace muchísimo que dejé de ser un adolescente pueblerino, creánme, él me sigue proporcionando las mismas dosis de felicidad que me regaló hace más de 60 años en aquellas noches de jueves, frente al televisor del casino de mi abuelo.
   Con esta publicación en mi blog, quiero rendirle homenaje. Decirle que, aunque he visto a otros grandes comediantes y me he reído con ellos, le sigo reconociendo como mi número uno, que no tengo cómo pagarle la alegría que durante tanto tiempo me coló y me sigue colando en la boca de mi estómago y que, el día que yo me vaya, voy a rastrearlo por todo el cielo hasta encontrarlo, a ver si me firma el autógrafo que nunca me atreví a pedirle en vida.


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En Youtube está un excelente documental,
dirigido por Juan Carlos Gnochini,
que cuenta la interesante vida de Biondi.
Se puede ver pulsando el siguiente enlace:

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