Probablemente algún suceso inesperado, alguna situación, encenderá la chispa que colmará la copa de ese aguante criollo que lleva tantos años que parece infinito.
Los cubanos de adentro, cansados de hacer colas y pasar hambre, de que el salario no les alcance para nada, de sufrir escaseces de todo tipo, de vivir en la miseria dentro de casas en peligro de derrumbe, de que les pidan más y más sacrificios en aras de un futuro utópico, de que les mientan constantemente, de que los manipulen con arengas patrióticas, agitar de banderitas y frases de Martí, de que no haya medicinas para sus enfermos ni un plato decente en sus mesas, de sufrir discriminación y marginación por ser pobre o negro o gay, de sufrir la ausencia de sus familiares porque la única solución era emigrar, de vivir en una sociedad en descomposición donde se han perdido el respeto, el civismo y los buenos modales, de no tener libertad para expresarse libremente, de no poder elegir a sus representantes entre varias opciones políticas, de que les aseguren que son los dueños de todo cuando en realidad no son dueños de nada, de ver cómo una élite de aprovechados disfruta de los privilegios más escandalosos, de que la culpa de que no haya malanga la tenga el bloqueo y de aguantar una larga, larguísima, cadena de despropósitos, errores, estupideces y barbaridades, provocadas por la manera más caprichosa e ineficiente de gobernar que ojos humanos vieron, esos millones de compatriotas domesticados, sacrificados y esquilmados, no me cabe duda, terminarán por explotar.
Ese día, los cubanos de la isla, hartos de ser engañados, explotados y maltratados, se rebelarán contra los atropellos policiales, las injusticias y las promesas que nunca se cumplieron ni se van a cumplir y se ganarán para sí la misma primavera de libertad que se han ganado otros pueblos.
Ese día, el día de decir basta ya, encabronadas por miles de motivos acumulados durante décadas, las masas se olvidarán del miedo a la represión que les inculcaron y, armadas de coraje y determinación, saldrán a la calle a reclamar el poder y la dignidad que les arrebataron, sin que nadie pueda detenerlas.
Y a ustedes, los que se robaron la revolución que tanta sangre costó y la convirtieron en castrismo esclavista, los que se apropiaron de la patria y la manejan como una finca particular, los corruptos, los opresores y sus colaboradores que escriben cancioncitas que defienden lo indefendible, a ustedes ni se les ocurra pedir el perdón que nunca han pedido, invocar el manido lema "todos los cubanos somos hermanos" y tratar de embarajar, porque entonces ya no les valdrá de nada. Ese día, las masas liberadas les pasarán la cuenta dondequiera que ustedes se escondan y no podrán lamentarse de los que les pase porque, créanme, se lo tienen ganado y bien ganado.
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