Yo, que durante 30 años conocí bien el ICRT, que viví y sufrí desde dentro toda su ineficacia, su burocratismo, su sumisión absoluta al poder, su recelo hacia el arte, sus dirigentes ineptos y su miseria moral, hoy le digo solavaya con esta rumba de Ignacio Piñeiro.
No la llores, no la llores,
que fue la gran bandolera,
enterrador, no la llores.
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