Al calor de las protestas, en algunos sitios están derribando estatuas de personajes que fueron connotados racistas o contribuyeron al tráfico de esclavos.
He visto que algunas voces, conservadoras todas, se han alzado para condenar dichas acciones, alegando que estatuas representan a personajes importantes, protagonistas de épocas históricas.
Creo que lo que ocurrió en el pasado no se debe ocultar, al contrario, debe estudiarse y divulgarse a fondo para que las generaciones venideras conozcan las vergüenzas, oprobios e injusticias que se sufrieron. Pero una cosa es conocer la historia y divulgarla y otra enaltecerla.
Yo estoy a
favor de que las ciudades sean territorio libre de monumentos erigidos
en honor a los canallas. Por ejemplo, creo que en un hipotético futuro
donde en Cuba haya libertad y democracia y se respeten los derechos
humanos, no debe haber ninguna estatua de Fidel Castro ni de su hermano y
cómplice Raúl. Dos sujetos que nadie duda de que pertenecen a la
historia cubana, pero cuya trayectoria no merece un solo reconocimiento y
mucho menos un homenaje permanente situado en una plaza pública.
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