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jueves, 17 de octubre de 2019

HAY QUE HABLAR DE MEME SOLÍS



   El compositor, arreglista y cantante Meme Solís creó una canción que dice “Cuando me hablan de amor y no me hablan de ti, me pongo a pensar”. Y yo afirmo, precisamente en estos días en que las redes sociales rebosan de elogios a estrellas absolutas, egregias e inmortales, que cuando me hablan de grandes personajes de la cultura cubana, de los que marcan época y quedarán para siempre, hay que hablar de Meme. Allí en esa isla donde la buena música brota silvestre como la hierba, él supo, a base de talento, creatividad y fuerza interpretativa, abrirse paso y sentarse en el trono donde está hoy, en ese lugar del alma y el recuerdo de cada cubano sensible que ocupa con pleno derecho.
    Tras una etapa de pianista acompañante de grandes vocalistas como Fernando Albuerne, Olga Guillot y Elena Burke, el villareño ─nacido en Mayajigua─ José Manuel “Meme” Solís Fernández, fundó en La Habana de 1960 su cuarteto de voces, integrado en su primera etapa por él mismo, Horacio Riquelme, Ernesto Marín y Moraima Secada. Gracias al extraordinario sentido de la armonía y al dominio del difícil arte de combinar voces de su creador y director, Los Meme triunfaron en el competitivo panorama cuartetero de aquellos años, en los que había que vérselas, entre otros, con Los Bucaneros, Los Modernistas, Voces Latinas, Las D’Aida, Los Zafiros, Los De Enrique, Los Brito y Los Del Rey.
    Con el tiempo, el grupo fue evolucionando, cambiando algunos de sus integrantes. Su primera etapa de amplio reconocimiento les llegó cuando sus miembros eran Meme, Moraima Secada, Bobby Jiménez y Raúl Acosta. Nadie que se hubiese sumergido en los primeros años 60 en el ambiente de los clubs y cabarets que caracterizaban la noche habanera, podrá olvidar la maravilla de escucharles cantar en directo “Que infelicidad” o “Ese hastío”, joyas de gran riqueza armónica compuestas por Meme que se deben considerar filin del mejor, maestría en estado puro.
    En 1964, la carrera de José Manuel Solís dio un gran giro positivo. Se le podría aplicar aquel dicho muy cubano de “se cayó parriba”. El cuarteto se había renovado: Farah María entró por Moraima y el santiaguero Miguel Ángel Piña sustituyó a Bobby. Más adelante entraría Héctor Téllez. Aunque mantenían el repertorio filinesco que les había convertido en un referente entre las agrupaciones vocales, Meme puso a funcionar su sentido del espectáculo y se sacó de la manga unas cuantas baladas suyas y ajenas que le proyectaron –y de qué manera- a la conquista del gran público. Imagino que todo comenzó cuando él estrenó su “Otro amanecer”, uno de esos temas que llegaron para quedarse en la historia de la canción cubana. Aún hoy, más de 50 años después de haberla oído por primera vez en público, a quienes vivimos aquella época se nos pone la piel de gallina con aquello de “siento que si de mí te alejas, se me acaba la vida, no tengo amanecer”.
    Meme se instaló en la gente de tal forma que aún después de varias décadas en las que pasó lo que pasó, los cubanos le siguen admirando y queriendo, le siguen recordando lo suficiente para que un homenaje a su persona y a su música en el Teatro América de La Habana, celebrado hace unos años, se convirtiese en acontecimiento cultural de carácter nacional.
    Desde “Otro amanecer” en adelante pasaron cinco años de aplausos y fama. Hasta que en 1969, Meme decidió disolver su cuarteto y mostrar su intención de abandonar su país en busca de otros horizontes artísticos y personales. El absurdo sistema establecido por los gobernantes contra los artistas que cometían el “pecado” de abandonar Cuba, se aplicó con saña contra él. Quien se iba era un traidor a la patria, un desertor de un ejército del que curiosamente nunca formó parte. Su música fue prohibida en radio, televisión, discos y espectáculos. Su nombre no se pudo mencionar más en la prensa ni frente a un micrófono. Pasó a ser un paria, un “no persona”.
    El caso de Meme Solís no fue el primero –ni el último- en que una figura artística fue borrada literalmente del mapa con el propósito de arrancarla de la memoria colectiva de sus compatriotas. Celia Cruz, la Sonora Matancera, Paquito D’Rivera, Leopoldo Fernández, Olga y Tony, Mike Porcel, Julio Gutiérrez, Doris de la Torre, Ela O’Farrill, José Antonio Fajardo y muchos otros que no eran delincuentes sino grandes valores de nuestra cultura fueron suprimidos, anulados, tachados de la isla en que habían nacido y a la que habían entregado su arte. Pero con Meme se cebaron especialmente. Su ostracismo interior duró nada menos que 18 años, en los que se le negó sistemáticamente el permiso para viajar. Y hubiese durado más a no ser por las gestiones del presidente español Felipe González. Durante ese largo período tuvo que trabajar en oficios que podían lastimarle sus manos de pianista y recibir humillaciones de parte de funcionarios mediocres que, como personas, no le llegaban a la suela del zapato a un hombre de la decencia y nobleza personal de Meme.
    Desde hace unos años, obligado por las circunstancias, el régimen ha ido aflojando el lazo con la evidente intención de que se pase página en modo disolvencia, de que se olviden los injustificables desmanes del pasado. Claman que “al fin y al cabo, la situación era la que era, el imperialismo bla bla bla, todos somos cubanos y aquí lo que hay que hacer es mirar al futuro”. Pero echar un poco de oportunista tierra sucia mezclada con amnesia no puede tapar lo que no se puede tapar, no sólo es insuficiente, sino, sobre todo, injusto y miserable. La hoy traicionada y fracasada Revolución Cubana fue en sus inicios una idea magnífica basada en la justicia social, la libertad y el progreso por la que muchos dieron sus vidas y sus mejores esfuerzos y sacrificios. Pero al amparo y con la excusa de salvar y proteger dicha idea magnífica se crearon, alentaron y aplicaron políticas fascistas. Los responsables y ejecutores de esas vergonzosas prácticas, ─no pocos de ellos vivos aún─, y los que se declaran “continuidad”, le deben una gran disculpa pública a José Manuel Solís y a todos los que como él, sin cometer delito alguno, fueron represaliados sólo por pensar diferente o por desear vivir como y donde les diera la gana.
    Este sábado 19 de octubre de 2019, Meme Solís celebra sus 60 años de carrera artística con un gran espectáculo en el que una treintena de figuras le rendirá el tributo que él se merece. Y allí, junto a él, aplaudiéndole, haciéndole sentir todo nuestro cariño y admiración, estarán los miles que llenen el Miami Dade County Auditorium, representando a los millones de cubanos dentro de la isla y regados por el mundo que no podremos estar presentes.
    Como Meme escribió en una hermosa canción, “mañana habrá una vida por vivir”. Y en ese mañana, muchísimo después de que él y todos nosotros no estemos, su nombre seguirá viviendo y sus obras seguirán emocionando a quienes las escuchen.
    ¡Felicidades, Maestro!
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