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miércoles, 15 de diciembre de 2021

UN REFLEJO DE LA DESCONFLAUTACIÓN MORAL

   Cuando veo a los cantantes de las orquestas cubanas de música bailable de hoy en día, corriendo de un lado a otro del escenario como pollos sin cabeza, usando sus caderas y sus bajos vientres con movimientos descaradamente pornográficos y animando al público a imitarlos con la petición “¡Manoparriba, mi gente, manoparriba!”, pienso en lo mucho que se ha perdido.
 
   A ninguno de los grandes del son y la guaracha que Cuba ha producido, le hizo falta portarse de esa manera, ninguno necesitó faltarles a sus seguidores, para convertirse en las leyendas que pasaron a la historia de nuestra cultura. Recuerdo la decencia frente al micrófono de Barbarito Diez, Celia Cruz, Roberto Faz, Abelardo Barroso, Tito Gómez, Miguelito Cuní, Joseíto Fernández, Pacho Alonso, Paulina Álvarez, Rolando Laserie, Carlos Embale… 

De izq a derecha, arriba: Barbarito Diez y Miguelito Cuní
Debajo: Benny Moré y Roberto Faz

   Ninguno de ellos se comportó en escena de forma grosera, ni se les pasó por la cabeza haberlo hecho. Primero porque eran personas surgidas de hogares humildes, pero con una formación en valores, y después porque el público de entonces no lo hubiera permitido. Ni siquiera los intérpretes que acostumbraban a acompañar sus cantos con movimientos de baile, como Benny Moré, Celeste Mendoza y Felo Bacallao (el de la orquesta Aragón) se acercaron en sus actuaciones, ¡ni de lejos!, a la chusmería exacerbada que es el pan nuestro de cada día en las presentaciones de las orquestas cubanas actuales.
 
   El altísimo nivel de desvergüenza, vulgaridad, obscenidad e indecencia que los grupos de la isla muestran en los escenarios, en los videos de sus redes sociales y en la televisión cubana, no es más que un exponente y un resultado directo de la degradación colectiva a la que se ha llegado en la sociedad castrista, un reflejo de la desconflautación moral que se vive en las calles, en las guaguas, en las colas, en cualquiera de los sitios donde la gente interactúa y donde la palabra respeto hace tiempo que brilla por su ausencia.
 
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