No es que sea obligatorio ni imprescindible, faltaría más, pero sí resulta recomendable que antes de leer esta entrada, le tiren un vistazo a la información que aparece en este enlace:
Del II Concurso de Música Cubana Adolfo Guzmán ICRT, celebrado en 1979, guardo algunas historias e impresiones. Ya que ha llegado el momento de hablar del Guzmán 79 en este blog, pues aprovecho para compartirlas con ustedes.
Como había ocurrido en 1978, el compositor Alberto Vera, responsable de la Dirección General de Música del Instituto Cubano de Radio y Televisión, fue el Presidente de la Comisión Organizadora del Guzmán 79. Y al igual que el año anterior, se volcó en los preparativos del concurso. Él y yo nos conectamos desde el primer momento; entre los dos se creó una relación de respeto y armonía que funcionó muy bien.
Unos días antes de comenzar los espectáculos en el teatro, Vera sufrió un infarto cardíaco y, al ser hospitalizado, tuvo que perderse este segundo Guzmán.
Me pareció una jugarreta de la casualidad que uno de las personas que más habían trabajado por el evento, no pudiera estar presente en la etapa final, ni siquiera como televidente ya que sus médicos le habían prohibido emocionarse.
Este susto que el corazón le dio, le inspiró para crear una de sus canciones más conocidas: “Lo que me queda por vivir”.
Afortunadamente, a Vera no le tocaba aún irse del parque. En los meses que siguieron se repuso y pudo meterle mano al Guzmán que hicimos en 1980.
Nota publicada en Juventud Rebelde el 8 de agosto de 1979:
"Con el fin de facilitar la transportación del público asistente a los espectáculos del Concurso Adolfo Guzmán 79 en el teatro Carlos Marx, la Empresa de Omnibus Urbanos de Ciudad de La Habana reforzará el servicio del 9 al 12 de agosto a partir de las 6:00 p.m. de las rutas 20, 57, 81, 82, 98, 110 y 132.
Asimismo, a la terminación de cada función, se dará un servicio adicional con los ómnibus de las rutas 20, 37, 68 y 82".
Resultaba un espectáculo tan extraordinario como el mismo Guzmán, salir del teatro a la una de la madrugada y encontrarse los alrededores del Karl Marx repletos de autobuses parqueados que esperaban para llevarse de allí al público. Daba gusto ver a los pájaros tirándole a la escopeta.
El que esto ocurriera no por causa de un evento político o deportivo sino de uno musical, era el mejor ejemplo de que algo estaba pasando, de la relevancia que había adquirido lo que estábamos haciendo.
“La idea de hacer en el concurso Adolfo Guzmán una gala con mi música se me comunicó en enero pasado y puedo decir que para mí fue una emoción fuerte. A nadie se le había ocurrido hasta ahora hacer algo parecido. Incluso cuando cumplimos diez años de trabajo hicimos una retrospectiva de Los 5U4 pero fue casi una autofelicitación porque partió de nosotros.
Pero, de pronto, llegó ese reconocimiento a su obra que todo artista espera, que todo artista necesita. Creo que de las satisfacciones que he tenido este año fue ésa la primera que me estimuló a seguir creando y del tiro casi que me he convertido en orquestador.
Gracias a la colaboración de Rey Montresinos, que ha transcrito nota por nota mis ideas, he sido el arreglista de varios números.
Me presentaré en diferentes facetas: como trovador, con el grupo, con el grupo y la gran orquesta, como compositor interpretado por figuras que han popularizado canciones mías y otras que las han cantado en algún momento.
'Los animales pueden cantar' es una vieja idea que ahora he podido materializar. Yo sentía que las distintas onomatopeyas producidas por los animales correspondían a determinadas alturas melódicas, que cada animal tenía una tesitura. Ordenando esos sonidos durante cuatro sesiones de corte y edición de cuatro horas cada una, con la ayuda de Pepín Carbonell, logré establecer una melodía que es la base de esta obra, especialmente concebida para mi gala”.
34 años después, a mi pedido, Osvaldo nos ha hecho llegar desde Miami, donde reside, el siguiente testimonio:
“Uno de los momentos más importantes de mi carrera, fue el homenaje a mi música en el Guzmán 79.
Cuando pusiste en mis manos el proyecto, como para buscar canciones, intérpretes, etc., en realidad yo tenía muy poco que aportar, porque a decir verdad, yo en principio, no me creí merecer un homenaje. Pero cuando me lo empecé a creer, agradecí grandemente que el proyecto estuviera en las mejores manos que podía estar. Imagino lo que tuviste que luchar para que se diera el milagro.
En cuanto a mis canciones, recuerdo que Pablo Santamaría cantó “Dos”, Farah María “Las seis cuerdas de mi guitarra”, Elena Burke “El amor se acaba” y Fernando Álvarez “Enhorabuena”. El cuarteto Yo, Tú, Él y Ella trabajó como coro y Los 5U4 y yo hicimos varios números de nuestro repertorio.
Pero para mí, el momento especial fue un trabajo que hice con Pepín Carbonell, que fue el más elaborado aunque fue el menos comprendido porque se trataba de por medio de una edición de audio, y con la complicidad de la orquesta, demostrar musicalmente que los animales también podían cantar.
Ahora bien, a eso hacía falta darle un toque de comicidad y fue a tí a quien se le ocurrió la idea de pedirle a Alberto Luberta un libreto en que tres personas eran víctimas de un cruce telefónico: Cary y Salvador (los de 'Para bailar', que hacían de dos enamorados) y Erdwin Fernández (con su personaje de 'Alegrías de sobremesa' llamado Gervasio Escobar y Campanario, que padecía de sordera)".
Como ven, tanto antes como ahora, él se refiere a Pepín Carbonell. Para quienes no le conocieron, les diré que Pepín fue un operador de audio de Radio Progreso, excelente grabador musical y gran colaborador de Osvaldo Rodríguez en la plasmación en cinta sonora del rico universo musical que el hombre del bastón perdido tenía en su cabeza.
Con los pocos y primitivos recursos técnicos de que se disponía por entonces, la pareja creativa que formaron Osvaldo y Pepín fue capaz de entregarnos piezas antológicas del pop cubano.
Yo había visto videos del Festival de Eurovisión y me pareció cojonudo el sistema que utilizaban allí para informar las votaciones de cada país. Así que decidí hacer algo parecido en la noche de las premiaciones del Premio Nacional de Interpretación. Y digo algo parecido porque en Europa conectaban con los países por orden alfabético, lo que provocaba que a mitad de la cosa ya se sabía –o casi- quien había ganado, y yo consideraba que tendría mas impacto dar a conocer los datos de acuerdo a los votos.
Trataré de explicarlo. Cada uno de nuestros 15 jurados provinciales del PNI elegía a tres intérpretes. Al primero le otorgaban tres puntos, al segundo dos y al tercero un punto. No recuerdo ahora el dato exacto pero vamos a suponer que cinco provincias le asignaron la máxima puntuación a Fernandito Sánchez.
A la hora de anunciarlo, yo desestimé la posición geográfica de este a oeste o el orden de la A a la Z y fui dejando escapar la información de manera que al resultado de Guantánamo (3 puntos para Fernandito) seguía el de Cienfuegos (que le había adjudicado 1 punto), luego el de Sancti Spiritus (otros 3), Holguín (2 puntos), Isla de la Juventud (con 0 puntos), Matanzas (3 puntos), etc. Lo que pretendí era que el suspenso se mantuviera el máyor tiempo posible. Así el interés no decaía.
Resuelto teóricamente el tema, debía pasar al aspecto práctico. Necesitaba una pizarra para mostrar las cantidades. Como estábamos en 1979, ni imaginar siquiera una solución basada en la informática, como las de hoy en día.
En una reunión del equipo del Guzmán hablé de mi idea. Yo me hubiese conformado con una pizarra tipo estadio –no tan grande, claro- con los nombres de los 15 territorios pintados y unas cajuelas para colocarles tarjetones con los votos. Mi referencia era la pizarra del Estadio Latinoamericano del Cerro.
Celsi Ariosa, un veterano de la televisión que le sabía un montón al tema eléctrico, fue uno de los titanes de los Guzmanes. Aportó muchísimo. A él, mi solución le pareció chea. Dijo que conocía a gente en la empresa de anuncios lumínicos que nos podría construir una pizarra electrónica. Me pidió que le explicara con todo detalle lo que yo necesitaba. Le hice un croquis y Celsi se compró el asunto.
-- Oye, ¿qué hay de la pizarra? –le preguntaba yo a menudo.
-- La están terminando –me contestaba Ariosa.
-- ¿Tú crees que la tengamos aquí el día 12?
-- No te preocupes, chico, no te preocupes, que eso va a llegar en tiempo y forma –me tranquilizaba con la sonrisa bailándole bajo el bigote.
Uno de mis momentos más felices de aquel evento fue cuando vi las piezas de la pizarra de Ariosa entrando por la puerta del Carlos Marx. Una vez que la armaron, me pareció enorme. Todavía faltaba conectarle mil cables para que se iluminara y probarla.
Cuando estuvo montada, me pareció lindísima. Nada de letreros pintados ni tarjetones. Los nombres de las provincias y sus puntuaciones tenían iluminación propia. En un momento dado se podría ver a través de luminarias, por ejemplo, que Pinar del Río había acumulado 14 puntos mientras que Las Tunas tenía 05.
En las pruebas el artefacto -dicho con todo cariño- no siempre se portó bien. Mi pobrísima cultura eléctrica no me permitía entender las explicaciones técnicas de Celsi, que a mi me sonaban a “los relays de la siquitrilla izquierda no están calibrando como deben” o “hay que ajustar los conectores extrapolados del voltaje”. Así que hubo guerra de nervios. Pero el domingo a la hora cero la hermosa pizarra de Ariosa funcionó y el público, en tensión, siguió el recuento como si estuviéramos en el mismísimo Eurovisión.
Me impuse la obligación de que debía haber en cada jornada varios momentos que le pusieran el corazón en un puño al público.
¿Cómo hacerlo? Pues los temas están ahí, revoloteando alrededor de uno pero –perdónenme la autocoba- hay que tener cierta habilidad para descubrirlos y aprovecharlos a la hora de plasmarlos artísticamente en un escenario o en una pantalla.
En noviembre de 1937, el flautista Antonio Arcaño había fundado una charanga que, de entrada, dio un vuelco a la danzonería cubana. Durante los años de andadura de la orquesta, junto a Arcaño se nuclearon algunos formidables instrumentistas y creadores, entre ellos los hermanos López (Israel “Cachao”, Jesús y Orestes), Antonio Sánchez “Musiquita”, Elio Valdés, Félix Reina, Enrique Jorrín, Pedrito Hernández y Gustavo Tamayo. A los bailadores les encantaba aquella agrupación de estrellas cuyo lema, totalmente justificado, era “un as en cada instrumento y una maravilla en su conjunto”. Al forjar lo que en un principio se llamó el “ritmo nuevo”, las Maravillas de Arcaño abrieron la ruta por donde transitaron años después el mambo y el cha cha cha.
Pasó el tiempo y en 1945, aquejado por una enfermedad, el director dejó de tocar la flauta. En 1958, la orquesta tocó su último baile. Al desaparecer, dejó tras de sí el mejor de los recuerdos.
Unos meses antes del Guzmán yo había puesto el nombre de Arcaño en la lista de posibles entrevistados de mi “Yo también soy joven”. Me dijeron que andaba enfermo. Quise conocer de primera mano si aguantaría la grabación de un programa y me presenté en su casa. Me topé con un señor corpulento y amable, de 67 años, que se conducía muy bien. De aquella conversación surgió mi invitación para “Yo también…” y mi proposición de reagrupar a algunos de los veteranos de su desaparecida orquesta para hacer un especial de televisión. Debo decir que a él le pareció una utopía esto último y me puso unos cuantos peros:
-- Es que ellos andan regados por ahí... Algunos ya se han retirado… Tendríamos que convencerlos y ponerlos a ensayar... Y yo no puedo tocar, en fin…
Y en eso me llegó el momento de escribir el guión del Guzmán 79.
Montar en una tarima del Karl Marx a músicos que habían formado parte de Arcaño y sus Maravillas y todavía se mantenían en activo, fue casi una proeza. Algunos de ellos tocaban en orquestas que "pertenecían" a empresas dirigidas por burócratas y éstos no querían prestárnoslos ni siquiera por una noche.
El proyecto no se hubiera hecho realidad sin el entusiasmo de Félix Reina, Gustavo Tamayo y Enrique Jorrín, integrantes de la orquesta original que no sólo participaron sino que, además, nos ayudaron a reemplazar con nuevos músicos los puestos que la muerte y las edades avanzadas impidieron cubrir.
Entre una cosa y otra, no hubo tiempo suficiente para montar una gala con los números que hicieron famosa a la agrupación. Así que el Maestro Arcaño me sugirió que la actuación se limitara a un solo tema, algún danzón que fuera muy conocido por todos los que iban a presentarse. De ahí salió la idea de que interpretaran “Fefita”, el clásico de José Urfé, que los músicos tenían chupao y no necesitaba demasiado ensayo.
Para redondear la pincelada de nostalgia invitamos a la platea a varios exintegrantes que ya estaban demasiado mayores para actuar. La parte bailable se la encargué a los Hermanos Santos, una estupenda pareja que se había hecho famosa en "Para bailar", quienes metieron una coreografía de cuéntame tú.
Las "maravillas" reagrupadas y reforzadas fueron un gran palo del Guzmán 79. El público y la prensa se quedaron con las ganas y nunca me perdonaron que tocaran una sola pieza. Yo, al ver el éxito de la idea, me reproché mil veces no haber trabajado más para vencer resistencias y hacer toda una gala con ellos. Aún me lo estoy reprochando.
La cronista Ilse Bulit contaba sus impresiones en la edición del 17 de agosto de la revista Bohemia:
"La orquesta Arcaño y sus Maravillas reaparecía porque al lado de las incomprensiones y los egoísmos, están en cantidad mayor, el compañerismo de los artistas verdaderos. Arcaño reunía un selecto grupo de músicos para tocar una 'Fefita' especial con el mambo de Orestes López. Los ojos de Arcaño, maestro de maestros, se humedecían. Los Hermanos Santos danzoneaban sabrosamente y el público ovacionaba al danzón y sus seguidores a Arcaño, danzonero mayor. El flautista maravilloso demostraba que al grito de ¡Listo, Arcaño! respondía todavía. Al salir, todos los músicos presentes se levantaban respetuosamente al paso del Maestro.
Arcaño, con sus ojos húmedos, me decía:
-- Ya estoy viejo y tenía miedo".
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EL SUSTO DE VERA
Alberto Vera |
Como había ocurrido en 1978, el compositor Alberto Vera, responsable de la Dirección General de Música del Instituto Cubano de Radio y Televisión, fue el Presidente de la Comisión Organizadora del Guzmán 79. Y al igual que el año anterior, se volcó en los preparativos del concurso. Él y yo nos conectamos desde el primer momento; entre los dos se creó una relación de respeto y armonía que funcionó muy bien.
Unos días antes de comenzar los espectáculos en el teatro, Vera sufrió un infarto cardíaco y, al ser hospitalizado, tuvo que perderse este segundo Guzmán.
Me pareció una jugarreta de la casualidad que uno de las personas que más habían trabajado por el evento, no pudiera estar presente en la etapa final, ni siquiera como televidente ya que sus médicos le habían prohibido emocionarse.
Este susto que el corazón le dio, le inspiró para crear una de sus canciones más conocidas: “Lo que me queda por vivir”.
Afortunadamente, a Vera no le tocaba aún irse del parque. En los meses que siguieron se repuso y pudo meterle mano al Guzmán que hicimos en 1980.
LO INSÓLITO:
LAS GUAGUAS ESPERANDO POR LA GENTE
"Con el fin de facilitar la transportación del público asistente a los espectáculos del Concurso Adolfo Guzmán 79 en el teatro Carlos Marx, la Empresa de Omnibus Urbanos de Ciudad de La Habana reforzará el servicio del 9 al 12 de agosto a partir de las 6:00 p.m. de las rutas 20, 57, 81, 82, 98, 110 y 132.
Asimismo, a la terminación de cada función, se dará un servicio adicional con los ómnibus de las rutas 20, 37, 68 y 82".
Resultaba un espectáculo tan extraordinario como el mismo Guzmán, salir del teatro a la una de la madrugada y encontrarse los alrededores del Karl Marx repletos de autobuses parqueados que esperaban para llevarse de allí al público. Daba gusto ver a los pájaros tirándole a la escopeta.
El que esto ocurriera no por causa de un evento político o deportivo sino de uno musical, era el mejor ejemplo de que algo estaba pasando, de la relevancia que había adquirido lo que estábamos haciendo.
SE LE PERDIÓ EL BASTÓN
Y APARECIÓ EN SU GALA
En 1979, en una entrevista, Osvaldo Rodríguez hablaba así de su gala en el Guzmán:“La idea de hacer en el concurso Adolfo Guzmán una gala con mi música se me comunicó en enero pasado y puedo decir que para mí fue una emoción fuerte. A nadie se le había ocurrido hasta ahora hacer algo parecido. Incluso cuando cumplimos diez años de trabajo hicimos una retrospectiva de Los 5U4 pero fue casi una autofelicitación porque partió de nosotros.
Pero, de pronto, llegó ese reconocimiento a su obra que todo artista espera, que todo artista necesita. Creo que de las satisfacciones que he tenido este año fue ésa la primera que me estimuló a seguir creando y del tiro casi que me he convertido en orquestador.
Gracias a la colaboración de Rey Montresinos, que ha transcrito nota por nota mis ideas, he sido el arreglista de varios números.
Me presentaré en diferentes facetas: como trovador, con el grupo, con el grupo y la gran orquesta, como compositor interpretado por figuras que han popularizado canciones mías y otras que las han cantado en algún momento.
'Los animales pueden cantar' es una vieja idea que ahora he podido materializar. Yo sentía que las distintas onomatopeyas producidas por los animales correspondían a determinadas alturas melódicas, que cada animal tenía una tesitura. Ordenando esos sonidos durante cuatro sesiones de corte y edición de cuatro horas cada una, con la ayuda de Pepín Carbonell, logré establecer una melodía que es la base de esta obra, especialmente concebida para mi gala”.
Osvaldo Rodríguez en 1979 y en 2013 |
“Uno de los momentos más importantes de mi carrera, fue el homenaje a mi música en el Guzmán 79.
Cuando pusiste en mis manos el proyecto, como para buscar canciones, intérpretes, etc., en realidad yo tenía muy poco que aportar, porque a decir verdad, yo en principio, no me creí merecer un homenaje. Pero cuando me lo empecé a creer, agradecí grandemente que el proyecto estuviera en las mejores manos que podía estar. Imagino lo que tuviste que luchar para que se diera el milagro.
En cuanto a mis canciones, recuerdo que Pablo Santamaría cantó “Dos”, Farah María “Las seis cuerdas de mi guitarra”, Elena Burke “El amor se acaba” y Fernando Álvarez “Enhorabuena”. El cuarteto Yo, Tú, Él y Ella trabajó como coro y Los 5U4 y yo hicimos varios números de nuestro repertorio.
Pero para mí, el momento especial fue un trabajo que hice con Pepín Carbonell, que fue el más elaborado aunque fue el menos comprendido porque se trataba de por medio de una edición de audio, y con la complicidad de la orquesta, demostrar musicalmente que los animales también podían cantar.
Ahora bien, a eso hacía falta darle un toque de comicidad y fue a tí a quien se le ocurrió la idea de pedirle a Alberto Luberta un libreto en que tres personas eran víctimas de un cruce telefónico: Cary y Salvador (los de 'Para bailar', que hacían de dos enamorados) y Erdwin Fernández (con su personaje de 'Alegrías de sobremesa' llamado Gervasio Escobar y Campanario, que padecía de sordera)".
Como ven, tanto antes como ahora, él se refiere a Pepín Carbonell. Para quienes no le conocieron, les diré que Pepín fue un operador de audio de Radio Progreso, excelente grabador musical y gran colaborador de Osvaldo Rodríguez en la plasmación en cinta sonora del rico universo musical que el hombre del bastón perdido tenía en su cabeza.
Con los pocos y primitivos recursos técnicos de que se disponía por entonces, la pareja creativa que formaron Osvaldo y Pepín fue capaz de entregarnos piezas antológicas del pop cubano.
LA ESCENOGRAFÍA
El diseño escenográfico corrió a cargo de Víctor Marzo y Alberto Pauste. El plano que adjunto permite apreciar que la gran orquesta acompañante se dividió en dos espacios. En uno se colocó la jazz band y en el otro la sección de cuerdas.
Algunos cantantes accedieron al escenario por la izquierda (M3) y caminaron por la rampa y otros por el fondo (M4) moviéndose por las zonas marcadas del 1 al 7.
Las 8, 9, 10 y 11 se reservaron para los grupos musicales.
Las 8, 9, 10 y 11 se reservaron para los grupos musicales.
Los autores de las 24 obras finalistas se sentaron en una zona especial creada para ellos, delante a la izquierda y al ser nombrados, se ponían de pie.
Los animadores entraban por la parte central de la rampa mientras que los locutores que presentaban las obras lo hacían por la derecha delante.
En esta foto, tomada en un ensayo, vemos la distribución del espacio:
Los animadores entraban por la parte central de la rampa mientras que los locutores que presentaban las obras lo hacían por la derecha delante.
En esta foto, tomada en un ensayo, vemos la distribución del espacio:
Los tres grandes espejos se situaron uno a la izquierda, uno en el fondo y otro a la derecha. Multiplicaban las imágenes creando posibilidades visuales que la televisión, dirigida por Loly Buján, aprovechó al máximo.
El blanco era el color de todas las tarimas y rampas. Se concibió así para que los iluminadores pudiesen teñirlas de colores y con ello establecer diferentes ambientes.
Durante los ensayos, cubriamos el piso blanco con cartones para que no se ensuciara. Aún así, cuando llegaron los cuatro días finales, al terminar el ensayo de la mañana se repintaba para que al comenzar la función todo se viera impecable.
Para rellenar el fondo y el espacio sobre la orquesta, de la parrilla se colgaron, en racimos o sueltos, varios rosetones de plástico y celofán.
Un elemento que produjo impacto fue el gran letrero lumínico situado en el frontal del primer balcony, con el texto 'Guzmán 79'.
LA PIZARRA DE ARIOSAEl blanco era el color de todas las tarimas y rampas. Se concibió así para que los iluminadores pudiesen teñirlas de colores y con ello establecer diferentes ambientes.
Durante los ensayos, cubriamos el piso blanco con cartones para que no se ensuciara. Aún así, cuando llegaron los cuatro días finales, al terminar el ensayo de la mañana se repintaba para que al comenzar la función todo se viera impecable.
Para rellenar el fondo y el espacio sobre la orquesta, de la parrilla se colgaron, en racimos o sueltos, varios rosetones de plástico y celofán.
Un elemento que produjo impacto fue el gran letrero lumínico situado en el frontal del primer balcony, con el texto 'Guzmán 79'.
Trataré de explicarlo. Cada uno de nuestros 15 jurados provinciales del PNI elegía a tres intérpretes. Al primero le otorgaban tres puntos, al segundo dos y al tercero un punto. No recuerdo ahora el dato exacto pero vamos a suponer que cinco provincias le asignaron la máxima puntuación a Fernandito Sánchez.
A la hora de anunciarlo, yo desestimé la posición geográfica de este a oeste o el orden de la A a la Z y fui dejando escapar la información de manera que al resultado de Guantánamo (3 puntos para Fernandito) seguía el de Cienfuegos (que le había adjudicado 1 punto), luego el de Sancti Spiritus (otros 3), Holguín (2 puntos), Isla de la Juventud (con 0 puntos), Matanzas (3 puntos), etc. Lo que pretendí era que el suspenso se mantuviera el máyor tiempo posible. Así el interés no decaía.
Resuelto teóricamente el tema, debía pasar al aspecto práctico. Necesitaba una pizarra para mostrar las cantidades. Como estábamos en 1979, ni imaginar siquiera una solución basada en la informática, como las de hoy en día.
En una reunión del equipo del Guzmán hablé de mi idea. Yo me hubiese conformado con una pizarra tipo estadio –no tan grande, claro- con los nombres de los 15 territorios pintados y unas cajuelas para colocarles tarjetones con los votos. Mi referencia era la pizarra del Estadio Latinoamericano del Cerro.
Celsi Ariosa, un veterano de la televisión que le sabía un montón al tema eléctrico, fue uno de los titanes de los Guzmanes. Aportó muchísimo. A él, mi solución le pareció chea. Dijo que conocía a gente en la empresa de anuncios lumínicos que nos podría construir una pizarra electrónica. Me pidió que le explicara con todo detalle lo que yo necesitaba. Le hice un croquis y Celsi se compró el asunto.
-- Oye, ¿qué hay de la pizarra? –le preguntaba yo a menudo.
-- La están terminando –me contestaba Ariosa.
-- ¿Tú crees que la tengamos aquí el día 12?
-- No te preocupes, chico, no te preocupes, que eso va a llegar en tiempo y forma –me tranquilizaba con la sonrisa bailándole bajo el bigote.
Uno de mis momentos más felices de aquel evento fue cuando vi las piezas de la pizarra de Ariosa entrando por la puerta del Carlos Marx. Una vez que la armaron, me pareció enorme. Todavía faltaba conectarle mil cables para que se iluminara y probarla.
Cuando estuvo montada, me pareció lindísima. Nada de letreros pintados ni tarjetones. Los nombres de las provincias y sus puntuaciones tenían iluminación propia. En un momento dado se podría ver a través de luminarias, por ejemplo, que Pinar del Río había acumulado 14 puntos mientras que Las Tunas tenía 05.
En las pruebas el artefacto -dicho con todo cariño- no siempre se portó bien. Mi pobrísima cultura eléctrica no me permitía entender las explicaciones técnicas de Celsi, que a mi me sonaban a “los relays de la siquitrilla izquierda no están calibrando como deben” o “hay que ajustar los conectores extrapolados del voltaje”. Así que hubo guerra de nervios. Pero el domingo a la hora cero la hermosa pizarra de Ariosa funcionó y el público, en tensión, siguió el recuento como si estuviéramos en el mismísimo Eurovisión.
¿LISTO, ARCAÑO? ¡DALE RITMO!
A la hora de imaginar los espectáculos de los tres Guzmanes que hice (1978, 79 y 80) yo siempre tuve claro que no debían ser solamente desfiles de obras y cantantes. De ahí que integré un elemento que ya había demostrado su eficacia en mis programas anteriores y que, para mí, es importantísimo en el mundo del espectáculo: la emoción.Me impuse la obligación de que debía haber en cada jornada varios momentos que le pusieran el corazón en un puño al público.
¿Cómo hacerlo? Pues los temas están ahí, revoloteando alrededor de uno pero –perdónenme la autocoba- hay que tener cierta habilidad para descubrirlos y aprovecharlos a la hora de plasmarlos artísticamente en un escenario o en una pantalla.
Orquesta Arcaño y sus Maravillas // Antonio Arcaño en los años 30 |
Pasó el tiempo y en 1945, aquejado por una enfermedad, el director dejó de tocar la flauta. En 1958, la orquesta tocó su último baile. Al desaparecer, dejó tras de sí el mejor de los recuerdos.
Antonio Arcaño |
Unos meses antes del Guzmán yo había puesto el nombre de Arcaño en la lista de posibles entrevistados de mi “Yo también soy joven”. Me dijeron que andaba enfermo. Quise conocer de primera mano si aguantaría la grabación de un programa y me presenté en su casa. Me topé con un señor corpulento y amable, de 67 años, que se conducía muy bien. De aquella conversación surgió mi invitación para “Yo también…” y mi proposición de reagrupar a algunos de los veteranos de su desaparecida orquesta para hacer un especial de televisión. Debo decir que a él le pareció una utopía esto último y me puso unos cuantos peros:
-- Es que ellos andan regados por ahí... Algunos ya se han retirado… Tendríamos que convencerlos y ponerlos a ensayar... Y yo no puedo tocar, en fin…
Y en eso me llegó el momento de escribir el guión del Guzmán 79.
Montar en una tarima del Karl Marx a músicos que habían formado parte de Arcaño y sus Maravillas y todavía se mantenían en activo, fue casi una proeza. Algunos de ellos tocaban en orquestas que "pertenecían" a empresas dirigidas por burócratas y éstos no querían prestárnoslos ni siquiera por una noche.
Enrique Jorrín Félix Reina |
Entre una cosa y otra, no hubo tiempo suficiente para montar una gala con los números que hicieron famosa a la agrupación. Así que el Maestro Arcaño me sugirió que la actuación se limitara a un solo tema, algún danzón que fuera muy conocido por todos los que iban a presentarse. De ahí salió la idea de que interpretaran “Fefita”, el clásico de José Urfé, que los músicos tenían chupao y no necesitaba demasiado ensayo.
Para redondear la pincelada de nostalgia invitamos a la platea a varios exintegrantes que ya estaban demasiado mayores para actuar. La parte bailable se la encargué a los Hermanos Santos, una estupenda pareja que se había hecho famosa en "Para bailar", quienes metieron una coreografía de cuéntame tú.
Asenneh Rodríguez presenta a Arcaño en el Guzmán 79 |
La cronista Ilse Bulit contaba sus impresiones en la edición del 17 de agosto de la revista Bohemia:
"La orquesta Arcaño y sus Maravillas reaparecía porque al lado de las incomprensiones y los egoísmos, están en cantidad mayor, el compañerismo de los artistas verdaderos. Arcaño reunía un selecto grupo de músicos para tocar una 'Fefita' especial con el mambo de Orestes López. Los ojos de Arcaño, maestro de maestros, se humedecían. Los Hermanos Santos danzoneaban sabrosamente y el público ovacionaba al danzón y sus seguidores a Arcaño, danzonero mayor. El flautista maravilloso demostraba que al grito de ¡Listo, Arcaño! respondía todavía. Al salir, todos los músicos presentes se levantaban respetuosamente al paso del Maestro.
Arcaño, con sus ojos húmedos, me decía:
-- Ya estoy viejo y tenía miedo".
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que contienen información sobre el
II Concurso Adolfo Guzmán de Música Cubana ICRT,
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El Blog de Pedraza Ginori > CONCURSO GUZMÁN 79 (2): DE LA PAPA DE OCEGUERA A MARÍA ELENA, MEME Y FRANCO
El Blog de Pedraza Ginori > CONCURSO GUZMÁN (4): LO QUE DIJO LA PRENSA
El Blog de Pedraza Ginori > CONCURSO GUZMÁN (5): LOS QUE ME PUSIERON A PARIR
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en las otras entradas dedicadas al Guzmán 79
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La empresa norteamericana Create Space / Amazon ha publicado,
en formato papel, mis dos libros "Pedraza Ginori Memorias Cubanas".
Sus páginas son un compendio de mis experiencias y mis circunstancias, vividas en el mundo de la televisión, los espectáculos, la creación musical,
la radio, la publicidad y la prensa.
Los dos volúmenes recogen, en clave autobiográfica, sucesos, “batallitas”, semblanzas, anécdotas y reflexiones personales.
El Libro 1, “Eugenito quiere televisión”, tiene 342 páginas.
El Libro 2, "Quietecito no va conmigo", 362 páginas.
Ambos están a la venta en las webs
www.createspace.com www.amazon.com www.amazon.es
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La empresa norteamericana Create Space / Amazon ha publicado,
en formato papel, mis dos libros "Pedraza Ginori Memorias Cubanas".
Sus páginas son un compendio de mis experiencias y mis circunstancias, vividas en el mundo de la televisión, los espectáculos, la creación musical,
la radio, la publicidad y la prensa.
Los dos volúmenes recogen, en clave autobiográfica, sucesos, “batallitas”, semblanzas, anécdotas y reflexiones personales.
El Libro 1, “Eugenito quiere televisión”, tiene 342 páginas.
El Libro 2, "Quietecito no va conmigo", 362 páginas.
Ambos están a la venta en las webs
www.createspace.com www.amazon.com www.amazon.es
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