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domingo, 19 de enero de 2020

A PROPÓSITO DEL RESPETO A MARTÍ

   Fidel Castro (Quientúsabes) cogió pal trajin a José Julián Martí Pérez desde el very beginning. Allá por 1953 lo involucró en su fallido intento de tomar el Moncada, afirmando en un juicio que había sido el autor intelectual del ataque.
   En los años que siguieron, el castrismo no dejó de halar a Martí para su bando, extrayendo con pinzas del amplio legado escrito del Apóstol las frases y argumentos que le convenían. Los pensamientos de Martí (algunos, no todos) le servían para un roto y un descosido, desde justificar los comportamientos de los espías segurosos en una serie de televisión hasta ligar la doctrina martiana con el marxismo en un intento patético de vendernos gato por liebre y hacernos creer que JJ era comuñanga con carné del Partido y todo.
   La campaña para igualar las figuras de Martí y Fidel en el subconsciente de los cubanos, impulsada por el propio Quientúsabes, se llevó a cabo con una intensidad y una persistencia en el tiempo que podrían haberse dedicado a resolver los problemas de la comida y la vivienda.
   Manipulando a lo largo de muchos años por todos los medios, el caso fue que se cogieron para ellos al más grande patriota y pensador que ha dado la isla. Lo convirtieron en un Fidel, un símbolo de aquello que llamaron (y siguen empeñados en llamar) revolución. De esa manera, cualquiera que osara interpretar a Martí de una manera diferente a la versión oficial, era un malo maloso, un canalla enemigo de la patria que merecía el peor de los castigos.



   Recuerdo el revuelo que formaron los medios habaneros de comunicación (todos orientados por el aparato castrista) cuando, el 20 de mayo de 1985, los americanos inauguraron una emisora para difundir noticias y comentarios contra el gobierno cubano y la nombraron Radio Martí. Todos los insultos del idioma español y veinte más se lanzaron contra los “yanquis imperialistas” que habían tenido el descaro de ponerle el nombre de Martí (o sea, de Fidel) a aquella radio enemiga.
   Ahora, al iniciarse 2020, la campaña de un grupo que se hace llamar Clandestinos, manchando con líquido rojo (que simula sangre) los bustos de José Julián, ha provocado algo similar. Desde actos de repudio en las escuelas con niños que, intoxicados por la propaganda apenas tienen una idea de quién fue realmente nuestro Apóstol, hasta voceros extremistas reclamando pena de muerte a los autores de tales hechos calificados de vandálicos.


   En estos días, en que dentro de la isla los oficialistas se rasgan las vestiduras y reclaman respeto hacia la figura del Apóstol, me parece bien recordar que la más alta distinción cubana, creada por el gobierno castrista en 1972, lleva el nombre de Orden José Martí. Se otorga, según sus estatutos, a ciudadanos cubanos, extranjeros y a jefes de Estado o Gobierno por grandes hazañas en favor de la paz y la humanidad, por valiosos y extraordinarios aportes en la educación, la cultura, las ciencias y el deporte, así como por méritos destacados en el trabajo creador.
   Los dirigentes del régimen de La Habana han violado sus propias normas (lo que es habitual en ellos cada vez que les conviene) y durante años han utilizado la orden como un instrumento para mejorar sus relaciones políticas con todos los que se le han puesto a tiro.
   En la lista de quienes la han recibido, junto a figuras que por su trayectoria se merecen cualquier premio, aparecen personajes de la categoría moral de Sadam Hussein, Kin Il-Sung, Leonid Brezhnev, Erick Honecker, Nicolae Ceausescu, el represor polaco Wojciech Jaruzelski, Aleksanr Lukaschenko (dictador bielorruso), Mengistu Haile Mariam (corrupto dictador de Etiopía), Viktor Yanukovych (expresidente ucraniano condenado en su país por traición a la patria), Robert Mugabe (dictador de Zimbabwe), Hamad bin Jalifa Al Thani (emir de Qatar), Vladimir Putin, el húngaro Janos Kadar, Aleksei Kosiguin y Andrei Gromyko (dirigentes soviéticos de cuando la guerra fría), Hugo Chávez, Evo Morales y Nicolás Maduro.
   Como ven, lo mejorcito de cada casa.
   Si tuviera oportunidad, yo le preguntaría a Martí: ¿cuál falta de respeto hacia ti consideras peor? ¿Manchar de rojo tu busto para protestar contra la dictadura o entregarles la más alta distinción cubana que lleva tu nombre a tipejos como Sadam Hussein, Kim Il-sung y Nicolás Maduro?

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   La viñeta que ilustra esta pieza es original del gran dibujante cubano Alen Lauzán.

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