“El rey de la
TV”, libro escrito por el periodista argentino Pablo Sirvén y publicado por
Editorial Sudamericana, cuenta la apasionante vida de Goar Mestre, el empresario
cubano que construyó dos imperios televisivos -uno en Cuba y otro en Argentina-
y que perdió ambos por culpa de la política.
Goar Mestre Espinosa
nació en Santiago de Cuba en 1912
y murió en Buenos Aires en 1994.
y murió en Buenos Aires en 1994.
“Los
chisporroteos entre Fidel y Goar, el éxodo de empresarios y los juicios
sumarios
y fusilamientos de militares del régimen depuesto, plantean un
escenario de
conflicto insoluble a los Mestre, poderosos popes de Radiocentro.
La
situación se deteriora día a día.
Goar
y Abel, que ya vislumbran su propia caída, acuerdan poner en el aire una
campaña sobre lo que es y a dónde conduce un régimen comunista.
Las
hostilidades entre CMQ y el gobierno aún no se han declarado abiertamente,
pero
la serie radial ideada por los Mestre se acerca fatalmente a su desenlace y ha
comenzado a correr una imaginaria cuenta regresiva. Previsor, Goar guarda en el
bolsillo de su saco el pasaporte y un pasaje abierto a Miami.
Una
atmósfera cargada de nervios y de malos augurios envuelve a Radiocentro el
viernes 25 de marzo de 1960.
Para
las 13.00, está prevista la lectura de la anunciada carta abierta de Luis
Conte
Agüero (1) dirigida a Fidel Castro.
—¿Estás
ahí? —Abel llama por el intercomunicador a su hermano Goar—, te va a
ir a ver
Barceló, del noticiero. Las cosas se están poniendo muy feas.
—Puedo
adelantarle —comienza el enviado de Abel— que, por algunas infidencias
que he
recogido, vamos a tener lío a la una. Asómese usted mismo a la ventana y
verá.
Mestre
se acerca discretamente a la ventana de su oficina del cuarto piso. Abajo,
en
la calle, hay pequeños grupos de jóvenes que se identifican con pañuelos
blancos envueltos en el puño y comandan la imprevista manifestación.
Media
hora más tarde, atraído por el bullicio creciente, Goar echa una nueva
mirada.
La muchedumbre no cesa de abultarse en actitud beligerante.
Con
su bocina estridente y desesperada, el Buick descapotable de Conte Agüero
atraviesa la marea humana y abre una forzada brecha entre los cuerpos que
retroceden caóticamente, pisándose unos a otros.
La
bocina se superpone con los insultos y algunos puñetazos al aire alcanzan a
estrellarse sobre la carrocería.
—¡CMQ,
intervención!, ¡CMQ, confiscación!, ¡CMQ, intervención!, ¡CMQ,
confiscación!
—braman y piden afuera y también puertas adentro de Radiocentro.
su
gerente de Personal, el hombre que en los últimos años ha llenado la empresa
de
elementos afines al movimiento de Sierra Maestra. Leyendas e inscripciones
aúllan desde algunas paredes del edificio la sentencia de muerte para la CMQ.
Faltan apenas
unos minutos para
la una de
la tarde y los hermanos Mestre acaban de
aplazar indefinidamente la anunciada emisión de la carta abierta a
Fidel
Castro. Pero no están dispuestos a llamarse completamente a silencio.
A
las 13.20, la onda de CMQ se electriza con la lectura de un comunicado, en
medio del noticiero, que informa a la audiencia que la revuelta callejera le
impidió
a Conte Agüero llegar hasta los estudios y que, por ese motivo, la
emisora siente vulnerada su libertad de expresión, exigiendo del gobierno
garantías mínimas para poder seguir prestando el servicio, y lo reitera en el
noticiero de las seis de la tarde en medio de un editorial aún más duro.
Goar
Mestre tiene conciencia plena de que sus horas en Cuba se extinguen. En su
casa
del Country Club, ordena el contenido de un maletín que lleva al embajador
argentino en Cuba, Julio Amoedo.
—Mira, Julio, se acerca la hora —le explica Goar, mientras descarga la valija sobre
—Mira, Julio, se acerca la hora —le explica Goar, mientras descarga la valija sobre
una mesa—; creo que esto no va a durar mucho más y me temo que voy a
tener
que salir del país en cualquier momento. Aquí están todas las joyas de
Alicia, unas escrituras y algún dinero. Quisiera que me entregaras esto en
alguna parte. Ya nos veremos en Miami o quizás en Buenos Aires…
Amoedo,
quien apenas dos semanas atrás lo había llamado por teléfono para que
le
consiguiera un pequeño auto usado para su mujer, por medio de la Vaillant
Motors, se sorprende.
—Como
no tuvimos tiempo de conseguirle a Paloma el auto que me pediste, te
voy a
endosar ahora mismo el registro de mi Chrysler, y le dices a tu mujer que
es un
regalito mío de despedida…
—Pero, Goar, yo de ningún modo puedo…
—Pero, Goar, yo de ningún modo puedo…
—Acéptalo,
Julio, porque si lo haces, tú me estarás haciendo el favor a mí. La
Revolución
se va a quedar con todas mis pertenencias, así que te ruego que
aceptes el
auto, aunque más no sea como préstamo. Y déjame abusar aún un
poco más de tu
confianza y generosidad, pidiéndote que te ocupes de Alicia y mis
hijos, que
todavía se van a quedar aquí un par de días más. Tu interés por ellos
alejará
cualquier tipo de problemas que puedan surgir cuando yo me vaya.
Mestre
emprende el camino hacia su casa de Varadero. Si su situación se vuelve insostenible y el acoso
gubernamental se torna insoportable, saldrá
subrepticiamente de Cuba por esa playa. Pero su
intención es seguir haciendo una
vida normal hasta donde pueda. Y se pliega a
su familia que disfruta del sol y de
las arenas blancas del balneario más
famoso de la isla.
Pero
al llegar, su mujer lo espera con inquietantes novedades.
—Alberto
Hernández Catá —Alicia se refiere al director de CMBF TV, la segunda
cadena de
TV de los Mestre— te ha llamado ya como tres veces desde La Habana
y quiere que
te comuniques urgente con él.
El sistema de microondas, del que se sirve el Circuito CMQ para llegar con sus
El sistema de microondas, del que se sirve el Circuito CMQ para llegar con sus
emisiones
de radio y TV a casi toda la isla, enlaza también a Radiocentro, en un
alarde
tecnológico para la época y anticipando la telefonía celular, con los autos
de
Abel, Goar y otros ejecutivos de CMQ, donde quiera que se encuentren y,
obviamente, a su casa de Varadero con la capital.
—Hace
media hora vino una delegación del Ministerio de Comunicaciones a
intervenir la
CMBF Televisión Cadena Nacional. Y no me han dejado sacar —se
aflige Hernández
Catá— siquiera el marco de plata donde tengo la foto de mi hija.
Te aseguro que
me ha costado bastante esfuerzo convencerlos de que, por lo
menos, me
permitiesen llevarme la foto.
Hernández
Catá, atribulado y tenso, espera instrucciones de su jefe.
—Pues,
mira, búscate una linda chica; invítala a tomar un par de whiskies,
llévatela a
tu casa y pásala lo mejor posible.
Mestre
presiente el derrumbe próximo. La humorada suena a despedida. Ya casi
no queda
alrededor quien no haya sido aplastado por la aplanadora castrista.
Gaspar
Pumarejo fue el primero al que le sacaron su Canal 12 y don Amadeo
Barletta, el
dueño de Canal 2, el diario El Mundo y la Ambar Motors, estuvo por
perder el
pellejo si no se hubiese metido a tiempo en la Embajada de Italia.
Ahora
los cañones apuntan directamente sobre los Mestre”.
NOTA:
(1) En 1960, Luis Conte Agüero, periodista y político, ya había dejado de apoyar
a la revolución y se había convertido en uno de los más críticos con la deriva
comunista que había emprendido el régimen. Conte mantenía un programa diario
que salía al aire por CMQ TV a las 13.30 horas.
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Muchas gracias por compartir sus copiosas memorias. Y no piense, ni un instante, que falta de comentarios equivale a falta de interés. Saludos, es decir, salud.
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