Durante los años
30 y 40 del siglo pasado, varias empresas buscaron la forma de grabar los
mensajes que se recibían en el teléfono. La Michigan Electronics, radicada en
Chicago, presentó en 1950 el aparato que aparece en la foto.
Se anunciaba como
un secretario automático. Al recibir la llamada, una voz saludaba diciendo “hello”
y transmitía el mensaje grabado en un disco fonográfico. Después, mediante un
hilo de alambre, recogía lo que quien llamaba tenía que decir. La máquina podía
recibir hasta 40 llamadas.
La propaganda
decía: “Usted puede abandonar su casa en la seguridad de que el secretario
automático trasmitirá el mensaje que desee dar y recibirá cuantos recados le
dejen”.
Como este, hubo
muchos intentos de crear el contestador automático. En 1898, el ingeniero danés
Valdemar Poulsen patentó lo que llamó Telegraphone, que podía grabar
conversaciones telefónicas. En 1935, el suizo Willy Muller creó la primera answering
machine. Pero no sería hasta 1960 que la Phonetel comenzó a vender en Estados
Unidos un contestador que se comercializó con éxito. Se llamó Ansaphone
y fue creado por el japonés Kazuo Hashimoto.
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