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sábado, 22 de agosto de 2020

MIS TRES AÑOS Y MEDIO EN EL TEATRO MUSICAL DE LA HABANA

   Durante tres años y medio, desde el 2 de mayo de 1962 al 31 de octubre del 65, fui integrante del grupo Teatro Musical de La Habana, un proyecto que encabezó el mexicano Alfonso Arau.

   La vinculación con Cuba de Alfonso Arau se remonta a sus primeras visitas a La Habana, a finales de los años 50, contratado por CMBF Televisión Canal 4 para actuar en los programas de variedades que se transmitían desde Mazón y San Miguel. Por entonces, él y su compatriota Sergio Corona formaban un dúo de comediantes (Corona y Arau), cuyas rutinas de chistes, canto, baile y pantomima gustaron en la isla, donde también se presentaron en cabarets.
   Si yo, que trabajé varios años con Arau como su asistente de dirección, tuviera que definirlo en una frase diría que era un personaje listo y vivaz con una gran capacidad de seducción, capaz de venderle una trompa de repuesto a un elefante. Probablemente fue en 1959 que él, como tantos otros intelectuales y artistas latinoamericanos, se sintió atraído por la revolución cubana y, al ver que se abrían en la isla grandes posibilidades de desarrollo en el campo de la cultura, decidió quedarse a vivir en La Habana.
  Sus simpatías por el proceso que lideraba Fidel Castro lo llevaron a inscribirse en las Milicias Nacionales Revolucionarias.
  En los primeros años 60 tuvo su propia hora semanal de variedades (“El show de Arau”, domingos, Canal 4), un espacio realmente innovador que resultó un soplo de aire fresco en la tele cubana. El programa tuvo su versión radial, que tuve la oportunidad de dirigir. Se transmitía en directo por Radio Progreso dos veces por semana, con público en el estudio teatro de la emisora.

CONJUNTO NACIONAL DE ENTRETENIMIENTO
  Además de presentarse en radio y televisión, Arau impulsó una ambiciosa iniciativa: establecer en La Habana un conjunto artístico estable dedicado a fomentar y representar todas las variantes del teatro musical.
  A principios de 1962, cuando trabajábamos juntos en Progreso, ya su proyecto teatral estaba en marcha con el respaldo del Consejo Nacional de Cultura. Él me invitó a incorporarme a su grupo como asistente de dirección. Aunque ya estaba dirigiendo programas en una cadena nacional importante, yo era un simple pueblerino llegado del interior dispuesto a abrirme camino en el mundo artístico, un muchacho con muchas ganas, pero con pocos conocimientos teóricos y menos experiencias prácticas. Yo era muy consciente de lo que carecía, oficio y sabiduría, y de que podría adquirir ambas cosas integrándome en el ilusionante proyecto del mexicano, que incluía la posibilidad de recibir clases impartidas por destacados especialistas en disciplinas artísticas. Consideré que la oferta era muy ventajosa para mí y la acepté, marchándome de Radio Progreso.
   Arau logró que las autoridades le cedieran para su grupo una instalación en malas condiciones con el compromiso de convertirla en un nuevo teatro. Estaba en la esquina de Consulado y Virtudes y en ella había funcionado el cine Alkázar, que en los 40 y 50 alternaba la proyección de películas con la presentación de variedades musicales.
    En esa misma esquina del centro de la ciudad, había estado el mítico teatro Alhambra desde 1890 hasta 1935, cuando el derrumbe de su pórtico puso punto final a uno de los grandes hitos del vernáculo cubano.
   Mientras brigadas de obreros de la JUCEI de Marianao acometían la complicada -casi capital- reconstrucción del Alkázar, la sede del grupo encabezado por Arau estuvo en la Habana Vieja, en un ala del primer piso del antiguo Convento de Santa Clara, amplio edificio ubicado en la manzana limitada por las calles Luz, Habana, Sol y Cuba, construido en 1635 para ubicar el primer monasterio de la ciudad. Desde 1922, tras su venta por las monjas, en esa edificación había funcionado el Ministerio de Obras Públicas.
   El 2 de mayo del 62 llegué al convento para iniciar mi vinculación con el grupo, que por entonces se llamaba Conjunto Nacional de Entretenimiento.
   Detalles de la primera etapa, la fundacional, del Teatro Musical de La Habana se pueden encontrar en tres piezas de este blog, disponibles en estos enlaces:

TRAICIONANDO A CELESTINO

TEATRO MUSICAL DE LA HABANA (1): EN EL CONVENTO

TEATRO MUSICAL DE LA HABANA (2): CONJUNTO NACIONAL DE ENTRETENIMIENTO

   En esta ocasión voy a añadir algunos elementos que faltaron en mis publicaciones citadas y que he podido recuperar gracias a investigaciones posteriores. Ellos servirán para completar el cuadro histórico de las primeras etapas del TMH.


LA PREHISTORIA
   A la época inicial, la de los sueños amasados en el Convento de Santa Clara, a los fundadores del grupo nos gustaba llamarla “prehistórica”. Además de mi tarea principal de asistente de dirección, yo asumí también labores de productor hasta que se contrató a uno. Producir teatro fue un trabajo complicado. El país pasaba por un período de transición en que el salto del capitalismo al socialismo se asentaba y con él afloraban en el día a día las dificultades de un país aislado en que ya se notaban las crecientes escaseces e impedimentos.
   El cambio de modelo se hacía evidente a la hora de resolver problemas. Si antes necesitabas una determinada tela para confeccionarlos trajes que se habían diseñado, ibas a un almacén y la comprabas. Ahora el dinero había pasado a un segundo o tercer plano. Ahora debías conseguirla con contactos, a base de ingenio, metiéndote de lleno en el laberinto de la jodida burocracia que se había hecho cargo del país. Y eso en el mejor de los casos porque lo más natural era que esa tela que querías, no apareciese por parte alguna y debías conformarte con otra que nada tenía que ver con la idea inicial del diseñador.
   Pasamos apuros para conseguir un equipo de luces negras para un número de pantomima. No aparecía porque las casas que se dedicaban a suministrar equipos a los teatros ya no existían. Y hubo que darle mucha coba a los de la imprenta para que nos imprimieran los primeros programas en un tipo de papel que ellos reservaban para trabajos especiales que les ordenaban “desde arriba”.

Consejo de Dirección del grupo cuando todavía se llamaba
Conjunto Nacional de Entretenimiento
y funcionaba en el Convento de Santa Clara.
De izq. a derecha: Jorge Berroa, Rodolfo Valencia, Waldeen von Falkenstein,
José Luis Posada, Alfonso Arau, Frederick Smith,
Eugenio Antonio Pedraza Ginori y Lourdes Domínguez.


YA EN CONSULADO Y VIRTUDES
   La segunda etapa comenzó cuando al fin, después de los consabidos y desesperantes retrasos que caracterizan cualquier construcción en Cuba, estuvo listo el nuevo teatro. Contaba con 800 (aprox.) asientos distribuidos en platea, balcony 1 y balcony 2. Se veía flamante y nos parecía precioso.

    Los que formábamos parte del grupo en octubre de 1963, a los que se puede considerar fundadores del Teatro Musical de La Habana junto a otros que habían estado en el convento, pero ya no estaban, aparecimos en esta página del programa de mano que se entregó al público asistente a las primeras funciones:
  Todos aterrizamos en Consulado y Virtudes a mediados de 1963. Veníamos, contentos e ilusionados, del Convento de Santa Clara con dos espectáculos ensayados y listos para su presentación: “Oh, la gente!” y “Nueve nuevos juglares”.
    “Oh, la gente!” se estrenó el viernes 4 de octubre de aquel año a las 21:15 horas y se repitió las dos noches siguientes. Y a partir de entonces se mantuvo en cartel de jueves a domingos hasta el 24 de noviembre.
   Era una revista escrita por Segundo Cazalis (periodista que redactaba la popular sección "Siquitrilla" del diario Revolución), con música original de Federico Smith. La dirigieron Arau y Rodolfo Valencia y contaba en once cuadros satíricos la historia de la humanidad y su relación con el amor. (1)

Los dibujos del programa de mano fueron hechos por Posada




   La campaña de divulgación que se hizo fue determinante en los llenos que se produjeron en nuestras primeras funciones. A pesar de que era una revista musical rompedora en muchos aspectos, muy diferente a las que se habían presentado en el Martí y otros teatros habaneros, mantenía una onda fresca y graciosa que conectó muy bien con el público.
Función dedicada a recaudar ropas y alimentos
para los damnificados del ciclón Flora
que azotó la parte oriental de la isla en octubre del 63.

   Por la acogida que tuvo, lo lógico hubiera sido mantener "Oh, la gente!" más tiempo en cartel, pero no se hizo. Se prefirió quitarla para que cediera el escenario al otro espectáculo que teníamos preparado: “Nueve nuevos juglares”, que se estrenó el jueves 5 de diciembre.


   En la onda del music hall de cámara, autodefinido en el programa de mano como “difícil, poderosamente sintético”, con un ciclorama oscuro como único decorado y todos los intérpretes vestidos de negro, “Nueve...” estaba integrado por una serie de sketchs de corte marcadamente intelectual, bien montados, interesantes para algunos y de engorrosa digestión para la masa. Resultó un fracaso de público.
   Ante la ausencia de espectadores, a “Nueve...” se le hicieron algunas modificaciones y se le cambió el título por el de “El nuevo show”. Artísticamente fue una experiencia interesante, pero nada lo salvó de ser un fracaso de público.

LOS NOVIOS
   El 31 de enero del 64 se estrenó la inglesa "Los novios". Se incluyó en el repertorio porque tenía todas las características de la comedia musical y representaba un buen ejemplo de lo que la compañía le quería mostrar al público.
   Fue la primera obra del TMH que dirigió Humberto Arenal. Contó, como invitados, con la argentina Laura Yusem (quien hizo la coreografía) y con dos actores muy reconocidos por su larga trayectoria en radio y televisión: Coqui García y Ángel Espasande.
   Coqui, un tipo formidable como persona y como artista, no formaba parte del elenco del Musical, pero se vinculó al grupo con mucho entusiasmo desde que le llamaron para que actuara en "Oh, la gente". Después, sin abandonar su trabajo en la TV (era el popular Domingo de "Casos y cosas de casa"), estuvo presente en varias de nuestras siguientes puestas en escena.
   "Los novios" tuvo una primera temporada corta, de tres semanas. Su última representación fue el 15 de febrero porque a los integrantes del grupo se nos dio vacaciones.
   En la semana que fue desde febrero 25 a marzo 1, el Consejo Nacional de Cultura cedió el escenario del TMH al Festival Nacional de Aficionados, que reunió en La Habana a los mejores solistas y grupos de todas las provincias.
  En la siguiente semana, se presentó un grupo de solistas del Teatro de la Ópera de Bulgaria.
  Tras las vacaciones, nuestro grupo volvió a encontrarse con el público reponiendo "Oh, la gente!" desde el jueves 9 de abril.
  El jueves 7 de mayo comenzó una corta temporada (solo dos semanas) de "Los novios". Esta vez aparecía la bailarina y actriz Cristy Domínguez entre los invitados anunciados.
    La última vez que Alfonso Arau actuó en una función del Musical de La Habana fue en la noche del domingo 17 de mayo de 1964. Cuando se cerró el telón de "Los novios", finalizó su vinculación de varios años con un proyecto que él había imaginado, llevado a la práctica y dirigido en medio de las dificultades materiales y los obstáculos burocráticos que ya caracterizaban a la revolución cubana.


MALOS ROLLOS

   En un momento dado, que yo no puedo ubicar exactamente porque la memoria da para lo que da, empezaron a surgir malos rollos alrededor de la figura de Arau. La gente sacó a flote su hasta entonces oculto disgusto por la forma que Arau tenía de tratar a sus subordinados. Tal día me hizo esto” dijo aquel, “tal día dijo que nosotros... recordó aquella, “¿quién se cree que es?” se cuestionó un tercero en alta voz.

   A lo largo de semanas, los pasillos y los camerinos se fueron caldeando con rumores y tiquitiquis hasta que explotaron. Durante toda una mañana de sábado, sentados todos en círculo en el escenario, celebramos una asamblea sindical marcada por un enrarecido ambiente de rebeldía. Fuimos hablando uno por uno.

   Se le hicieron fuertes críticas al director por su conducta dentro y fuera de los ensayos. Al final, y por votación a mano alzada en la que solo hubo una persona que le apoyó, se tomó la decisión de pedirle que abandonara la dirección general del grupo.

LA TOALLA DE ARAU
   Si Alfonso hubiese querido, hubiese virado la tortilla. Labia le sobraba. Pero tiró la toalla. Especulando, creo que en su decisión de abandonar el TMH y regresar a México jugaron, al menos, dos factores:

    a) Su cansancio después de tanto tiempo de lucha contra viento y marea por levantar y sostener el grupo. Un grupo que había perdido su confianza en él y ya no lo quería como director.

    b) Sus expectativas de iniciar una nueva y más fructífera etapa artística en su país, lejos del tira y jala hostil en que se había convertido su presencia al frente del Musical.

CON HUMBERTO ARENAL

Humberto Arenal
   Cuando Arau dejó de ser director general, ocupó su lugar el escritor y teatrista Humberto Arenal, que ya había colaborado con el grupo al dirigir "Los novios". Yo seguí trabajando como asistente de dirección y jefe de escena (2), aunque debo reconocer que cumplía con mis obligaciones, pero sin ponerle un extra de interés.Sin clases de superación a las que atender, para un carácter inquieto como el mío, los largos meses de preparación y ensayos de una obra ya me resultaban cansinos.
  En la nueva etapa, Arenal trajo a otros creadores para que aportaran ideas y proyectos y se estabilizó la programación. Algunas obras gustaron más, otras menos, pero lo importante fue que el TMH se fue consolidando como opción en la cartelera teatral habanera.

   Del 21 de mayo al 7 de junio se puso en Consulado y Virtudes "Las yaguas", una comedia musical que Cuqui Ponce de León dirigió con el grupo Rita Montaner.
      Cuando terminaron las funciones de "Las yaguas", se presentó una revista de variedades que fue mi primera experiencia como director en el Musical, aunque en la cartelera de los periódicos mi nombre apareció como asistente. Este show solo se mantuvo en cartel cuatro días, del 11 al 14 de junio. Parece que pasé bien la prueba porque Arenal me ordenó preparar el espectáculo que subiría a escena dos meses más tarde, cuando terminara "Mefistófeles", una versión a lo bufo cubano del célebre Fausto de Goethe que se estrenó el 27 de junio.
   Mi revista se tituló “Buenos días, Drácula”, tenía un guion de Segundo Cazalis que satirizaba las películas de terror y el protagonista fue Coqui García. Su primera función fue el 8 de agosto.


   Meme Solís, Elena Burke y Luis García mantenían "A solas contigo", una gustada descarga de filin todas las noches en Radio Progreso. Quise recrear el programa en el escenario del Musical. Como la Burke tenía compromisos que le impidieron estar, la sustituí por Daisy Baró, la mitad de Las Capella. Meme, Luis y Daisy gustaron muchísimo.
   También presenté a Los Papines y al Grupo Instrumental Moderno, un combo de jazz afrocubano dirigido por el pianista Chucho Valdés y del que formaban parte el saxofonista Paquito D’Rivera y el guitarrista Carlos Emilio Morales.

   Para el elenco fijo del Musical, “Buenos días, Drácula” representó un chance de montar nuevos números y cujearse ante el público. Para mí fue una ocasión de probarme como director en un género, el de las variedades, que me interesaba mucho.

CON ALBERTO Y HÉCTOR

   Tras la etapa de Arenal, dirigieron el teatro Alberto Alonso (3) y Héctor Quintero (4). Gente de talento, ambos le sabían un montón a eso tan difícil que es hacer un show de alta calidad que conecte con el público. Con ellos el grupo floreció y alcanzó grandes éxitos como “Mi solar” ─hicimos una temporada de 80 representaciones─, “La verdadera historia de Pedro Navaja” y “Los siete pecados capitales”.

   En mi última etapa en el TMH, quise montar “The Pajama Game”, una comedia musical que tras su éxito en Broadway se había llevado al cine con Doris Day. Conseguí el libreto original y estuve un tiempo trabajando en la adaptación.
Pero el proyecto no fructificó.
   No fue en absoluto perdido el tiempo que pasé en el Musical. Salí de allí con una buena cantidad de bagaje artístico y personal. Pero una vez que dejó de ser una escuela para mí y se convirtió en un trabajo de rutina, no me interesó más. Había llegado del momento de conseguir un nuevo ─y a la vez viejo─ objetivo: entrar en la televisión.

COMPLEMENTOS

(1)   El Instituto del Cine (ICAIC) colaboró con nuestros dos primeros montajes. Para la introducción de “¡Oh, la gente!”, Tulio Raggi y Hernán Henríquez hicieron el animado humorístico “El principio del mundo” y para el cuadro de los primeros años del siglo XX se filmó “Alfredo va a la playa”, un corto de ficción al estilo de las comedias del cine mudo, que dirigió Roberto Fandiño.
   En dos segmentos de “Nueve nuevos juglares” se incluyeron varios fragmentos fílmicos, también dirigidos por Fandiño.

   Una curiosa situación, que resultó inolvidable para todos los que la vivimos de cerca, se produjo durante la filmación de "Alfredo va a la playa". El actor Wember Bros, que interpretaba a un boxeador, debía caminar por la arena y en un momento dado su pie topaba con un rastrillo enterrado. Según el guión, al pisar la barra dentada de la herramienta, el largo mango de madera debía saltar y golpearle en la cabeza noqueándolo. Se hicieron varias tomas, pero la escena no salía, no había forma de que el palo le diera a Wember. 
  En eso estábamos, atorados, cuando acertaron a pasar por allí Fidel Castro y Carlos Rafael Rodríguez, que estaban recorriendo las playas del este con una comitiva. Al ver que estaban filmando, se acercaron al grupo de artistas y técnicos. Tras el saludo, Castro dijo que no quería molestar y que siguieran trabajando para ver cómo se desarrollaba aquello.
  Con el comandante en jefe delante, se hicieron dos o tres tomas más, pero la escena no salía ni a tres tirones. Fue entonces que Castro interrumpió la filmación, hizo algunas sugerencias sobre cómo colocar el rastrillo y logró que la escena se hiciera.
  Un fotógrafo presente captó con su cámara una secuencia que mostraba como el líder de la revolución se había convertido en director de cine por unos momentos. Las imágenes se publicaron en un suplemento semanal de Revolución acompañadas de un texto de Siquitrilla Cazalis.
   Hay que decir que todos los que participábamos aquella tarde en la filmación, tanto los técnicos del ICAIC como el personal del Teatro Musical, éramos entonces fidelistas. Estuvimos encantados con la presencia de Castro, le reimos la gracieta de que dirigiera la escena y nos agrupamos junto a él para que nos tomaran fotos.
   Solo hubo una persona de nuestro elenco que se apartó del grupo y se refugió en una zona de árboles alejada para no mostrarle admiración y simpatía: la jovencísima actriz y bailarina Leonor Zamora quien, años después, se haría muy conocida como cantante y presentadora.

  (2)   Mi trayectoria en el Teatro Musical de La Habana:

   Asistente de dirección y jefe de escena en “Oh, la gente!” y “Nueve nuevos juglares”, ambas con dirección de Arau.

   Director en "Revista de Variedades" y en “Buenos días, Drácula”, guion de Segundo Cazalis.

   Asistente de escena en “Ballets del Conjunto Experimental de Danza de La Habana”, dirección de Alberto Alonso.

   Asistente de dirección y jefe de escena en “La tía de Carlos”, versión de José Triana dirigida por Francisco Morín, “Mefistófeles”, dirigida por Humberto Arenal, y “Mi solar”, dirigida por Alberto Alonso.

   Autor de letras en español de algunas canciones en “Irma la dulce”, dirección de Jesús Gregorio.
   Director general, guionista y autor de letras de canciones en el concierto “Especial Mirta Medina”.

   Director general, guionista y autor de letras de canciones en “Un mundo para amar”, unipersonal de Georgia Gálvez.

   Director general en “Música para ojos y orejas”.


Alberto Alonso
(3)   En 1964, al llegar al Musical para hacerse cargo de él, el coreógrafo Alberto Alonso fusionó su compañía de danza moderna con el elenco del TMH en lo que se llamó Conjunto Experimental de Danza y Comedia Musical. Con este grupo, Alberto filmó la película musical del ICAIC “Un día en el solar”, que más tarde convirtió en la obra teatral “Mi solar”.

   Alonso era un artista que trabajaba con un gran rigor, buscando la perfección. Trabajar con él fue una magnífica experiencia para mí.
Héctor Quintero



(4)   Héctor Quintero fue una personalidad multifacética de las artes escénicas cubanas, un creador que lo hacía todo y todo lo hacía bien. Nos conocimos en 1961 cuando me tocó dirigir en Radio Progreso los libretos humorísticos que él escribía para Lita Romano y Armando "Cholito" Soler. A lo largo de los años, Héctor y yo coincidimos en múltiples ocasiones y nos hicimos amigos. Seguí de cerca su exitosa carrera, le admiré mucho y para mí siempre fue un referente en cuanto a creatividad como dramaturgo y a rigor como director.
   En su obra “Los siete pecados capitales”, una escena ocurre en el paraíso. Eva, cepillo en mano, se alisa su larga cabellera frente a un espejo. Adán se le acerca y con voz afeminada le dice:

   Ay, Eva, qué lindo pelo tienes. Cuánto daría yo por tenerlo así.

   Y ella, previendo el desastre que sería para la humanidad que el primer hombre fuera homosexual y no procreara, le advierte:

   Adán, ¡no te atrevas!


   En mayo de 1967, cuando ya yo no pertenecía al Musical de La Habana y llevaba casi un año dirigiendo programas de televisión en el ICRT, Quintero me encargó el montaje de un proyecto mío en el TMH. Hice una revista compuesta por números sueltos y le pedí a Jesús Gregorio que escribiera el guion. Para llamar la atención del público le puse un título extraño: “Música para ojos y orejas”.

   En la Gaceta de Cuba, revista de la UNEAC, un crítico barrió el piso con este  espectáculo mío, señalándole veinte defectos. A mí, visto lo que pensaba, se puede decir que me llevó bien.
   Años después, el talentoso Jesús Gregorio obtuvo un rotundo éxito en el TMH con su puesta en escena de “La verdadera historia de Pedro Navaja” que adapté y dirigí para TV. Dicho programa se incluyó en una serie que hicimos Héctor y yo para el Canal 6 titulada “Esta noche viene el Musical” donde presentábamos una vez al mes escenas interpretadas por el elenco del teatro.

   Con Héctor también grabé en estudio una versión para televisión de su obra dramática “Sábado corto”, que él había dirigido exitosamente en el Teatro Nacional.
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1 comentario:

  1. Hola, soy un gran aficionado del Tropicana de Cuba. Tengo fotos del Tropicana de Mayo del 1952. Me dicen unos supuestos expertos que en las fotos aparece Alfonso Arau. Aqui en el blog se dice que llego a Cuban en el 1959. Alguien sabe si es posible que Alfonso Arau ya estaba en Tropicana, Cuba en el 1952 a sus veinte anos? Me pueden escribir al correo Buenavista66@web.de y con gusto les muestro las fotos que tengo.

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