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miércoles, 14 de octubre de 2020

LOS VIVAS QUE YO GRITARÍA

      Eso de que un ser humano exalte, engrandezca y hasta glorifique a otro ser humano que se dedica a la política, tiene su miga y se merece una reflexión. En estos días ha estado circulando por Internet un video donde una pila de gente da vivas a un señor que, a causa de su nacimiento, ejerce el cargo de jefe del estado español. Ahora que se acercan las elecciones norteamericanas, se muestran a diario imágenes de multitudes que aclaman a grito pelao a sus candidatos. Y en la maltratada Cuba no faltan personas que, sin tener donde caerse muertas, salen a la calle a vitorear a los mismos gobernantes que las tienen comiendo tierra y viviendo en condiciones indignas.

      Así que, haciendo un examen de conciencia, me puse a pensar a cuál político le daría yo vivas. Tirando de memoria, durante los muchos años que he vivido, vi actuar a muchos líderes, dirigentes y gobernantes. De izquierda, de centro y de derecha. Dictadores, aspirantes a ser dictadores, demócratas, republicanos, liberales, conservadores, populistas y monárquicos. De ámbito local, provincial y nacional. Alcaldes, concejales, diputados, representantes, senadores, ministros, presidentes y reyes. Algunos llegados al poder mediante el voto en urnas y otros a través de las armas o puestos a dedo. Hombres y mujeres. Jóvenes, mediotiempos y viejos. Nativos de sitios diferentes, parlantes de todos los idiomas.

      Les he visto traicionar, prometiendo antes lo que incumplían después. Les he visto mentir sin que sus rostros se les descompongan, a veces de manera sutil y a veces descaradamente. Les he visto aferrarse al jamón porque el jamón significa gozar de privilegios. Les he visto aprovecharse de la autoridad y utilizarla en función de sus mezquinas ambiciones particulares. Les he visto, tramposos y arteros, venderse como honrados servidores públicos y ser unos corruptos de marca mayor. Les he visto administrar países y determinar sobre la vida de sus habitantes cuando no eran capaces de gestionar ni el más sencillo de los negocios. Les he visto utilizar la demagogia para sembrar odio en los pueblos y justificar sus miserables guerras, donde mueren soldados que valen mil veces más que ellos. Les he visto cambiarse de partido y abjurar de sus principios para adoptar los de sus rivales. Les he visto acercarse a mí y sonreír para ganarse mi confianza y mi voto y después evitarme, escondiéndose en un auto oficial con cristales oscuros que pasa veloz o en un palacio al que no tengo acceso. Les he visto comportarse de una forma tan perversa que haría palidecer de envidia a Al Capone.

      Puedo admirar a un artista, a un deportista o a un científico que han conseguido logros y cuyo ejemplo merece reconocimiento y respeto. Pero si algo me ha enseñado la vida es a no fiarme de quienes se dedican a la política. Una cosa es que yo, cumpliendo con un deber cívico, ejerza de vez en cuando mi derecho de elegir y seleccione al candidato que me parece menos malo entre los que aparecen en una boleta electoral y otra cosa es que le adore hasta idolatrarle, cuelgue su retrato de una pared de mi hogar y lo convierta en mi caudillo, el guía de mi conducta social y el héroe perfecto al que no le reprocho nada, haga lo que haga.

      Ya sé que es triste y desalentador, pero no recuerdo a un político, a uno solo, que se merezca que yo, hombre libre y sensato, en posesión de unas buenas facultades mentales, me convierta en su esclavo fanático y salga por ahí a desgañitarme por él. Por tanto, si alguien me pusiera una pistola en la sien y me obligara a dedicarle un viva a un dirigente, yo gritaría ¡Viva nadie! y a continuación exclamaría:  

      ¡Viva la honestidad! ¡Vivan la decencia y la verdad! ¡Vivan la cultura, la música, el buen humor! ¡Vivan la ciencia y la razón! ¡Vivan la sinceridad, la lógica y la cordura! ¡Vivan el cariño, el amor y el sexo! ¡Vivan la solidaridad y la sabiduría! ¡Viva la mentalidad sana! ¡Vivan la igualdad de derechos y oportunidades y la libertad! ¡Vivan la lealtad, la integridad, las buenas prácticas, el desinterés y la dignidad! ¡Viva el trabajo bien hecho! ¡Vivan la tolerancia y el diálogo! ¡Vivan las miradas limpias, la nobleza, el valor y la virtud! ¡Vivan la alegría y el entusiasmo! ¡Viva la paz! ¡Viva la felicidad!

      Y sobre todo ¡Vivan la justicia y la compasión!, porque cuando ellas faltan, el mundo se convierte en una mierda.

 

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