El 26 de abril de 2018, el destacado escritor,
comunicador y editor cubano Camilo Venegas Yero, residente en República
Dominicana, publicó en su blog "El fogonero" la siguiente entrevista
conmigo. Le agradezco mucho a Camilo el gesto de incluirme en la lista de
figuras de la cultura a quienes ha entrevistado para su página.
A continuación reproduzco el texto completo aparecido
originalmente en http://elfogonerovenegas.blogspot.com.es/2018/04/pedraza-ginori-mi-cuba-interior-es-mi.html?spref=tw
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PEDRAZA GINORI: “Mi Cuba interior es mi trofeo… ¡no me la pudieron arrebatar!”
Nació
en el pueblo que tiene el nombre más optimista de toda Cuba y en el
único con tres estaciones de ferrocarril: Esperanza Cuban Central,
Esperanza Unidos y Esperanza Norte. Con esos antecedentes merecía ser un
tipo apasionado, perseverante, incansable… ¡Pues eso es lo que ha sido!
Junto
a su amada Loly Buján se convirtió en uno de los más importantes
realizadores de la televisión cubana. Algunos de sus programas, como Juntos a las 9. La hora del cañonazo y Joven Joven, lograron alumbrar con música y alegría a una Cuba gris y abúlica.
A
principios de los años noventa, con 56 años, “completamente
aterrillado” y en un estado anímico que él no se lo desea a nadie,
abandonó la televisión y se marchó de su país para empezar de cero.
Desde entonces vive en Galicia, donde ha escrito tres valiosísimos
libros y ha librado una batalla campal contra el olvido.
Estimados televidentes de la Cuba de los 70 y los 80, queridos amigos, con ustedes… ¡Eugenio Antonio Pedraza Ginori!
Fuiste
testigo de excepción y protagonista de la época de oro de la televisión
cubana. ¿Qué crees que permanecerá del legado de los fundadores y de
los grandes realizadores? ¿Qué se perdió de manera irremediable?
Creo
que hubo dos épocas de oro y ambas las disfruté al máximo. En la
primera, de 1950 al 59, fui el televidente más fiel que se pueda
imaginar, me pasaba horas frente al aparato consumiendo de todo, desde
el Cabaret Regalías hasta la lucha libre. pasando por el palo
ensebado, los shows de los grandes cómicos (Garrido, Piñero, Leopoldo
Fernández, Echegoyen, Biondi...), los espacios dramáticos en vivo tan
perfectamente realizados que parecían grabados, los sorpresivos
programas de Pumarejo en los que siempre pasaban cosas, en fin... Cuando
me vine a dar cuenta ya había contraído el virus de “yo quiero estar
ahí, yo quiero hacer eso”.
La
segunda gran etapa, donde brillaron nuevos directores (herederos del
saber hacer de los fundadores que se marcharon o fueron siquitrillados),
se desarrolló durante los 60 y yo la extendería hasta finales de los
70. Esa me tocó vivirla desde dentro, entregado a lo que más me gustaba,
cumpliendo mis sueños. Fueron mis años plenos, aunque entonces el día a
día tan atareado no me dejaba saborear, ni comprender siquiera, lo
plenos que eran.
Pertenecí
a un grupo de creadores que hicieron cosas increíblemente buenas a
pesar de todos los obstáculos, luchando contra la turba de dirigentes
mediocres e hijos de puta que fueron colocados al frente del ICRT para
que éste fuese solo un vehículo de propaganda del régimen y no una
fuente de cultura y entretenimiento para las masas.
Después
del 1 de enero del 59 apareció la oportunidad de hacer una televisión
sin intereses comerciales y no se aprovechó. Podríamos haber tenido la
mejor tele del mundo. En esto, la televisión fue un reflejo del resto de
los sectores. El proceso revolucionario, si no hubiese sido tan
sectario, nos pudo haber convertido en una gran nación, culta y
progresista, con un nivel de vida de primera y ya ves el desastre en qué
paró todo por culpa de la ceguera y las locuras del autodenominado
Máximo Líder (y su corte de aduladores y cómplices), metido en cuanto
fregao apareció fuera de nuestras fronteras, empeñado en ser estrella
mediática universal para satisfacer su ego en vez de dedicarse a lo que
tiene que hacer un gobernante: servir a su pueblo.
En
cuanto al legado al que te refieres, lamentablemente no queda nada. Lo
que se produce hoy en la televisión cubana es, en general, de una
calidad ínfima. El público que presenció lo que hicimos, con lo traidora
que es la memoria, solo almacena recuerdos confusos. De ahí mi matraca
constante tratando de convencer a mis colegas de entonces para que
escriban sus experiencias antes de que sea demasiado tarde.
En
tu extensa trayectoria por el ICRT, acumulaste incontables
satisfacciones y no pocas frustraciones. Cuando repasas en tu cabeza tus
intensos años de labor, ¿cuáles son tus momentos preferidos? ¿hay
algunos que jamás quisieras recordar?
Me siento bien conmigo mismo al recordar mis "Teatro ICR", "Recital", "En Vivo", "Juntos a las 9 (A la hora del cañonazo)", los concursos Adolfo Guzmán, "Joven Joven" y algunos especiales como "Todas las Mirtas". Creo
que fueron programas de los que cualquier creador se podría sentir
satisfecho, hechos con el corazón en medio de todo tipo de limitaciones.
También, como director de plantilla, me tocó dirigir decenas de
espacios de los que rellenaban la programación, pero los hice sin
faltarles el respeto a los televidentes ni a mí mismo.
Mi
gran frustración fue no poder convertir en realidad “Cantante”, una
serie dramático-musical de 45 episodios que escribí para el espacio de
la novela cubana del Canal 6. Llegué a la etapa de pre-producción y ahí
mismito se quedó debido a las “condiciones objetivas” de un país que al
iniciarse la década del 90 se caía a pedazos y no podía asumir un
proyecto tan complicado y costoso.
En El Blog de Pedraza Ginori, tus Memorias Cubanas y Los Basurita de Carajillo has
librado una batalla campal contra el olvido. Parecería que te has
planteado contarlo todo… ¿O hay algo que el pudor aún no te permite
compartir?
En
mis dos libros de memorias publiqué 700 páginas de recuerdos y
experiencias y lo hice llamando al pan, pan, citando nombres y
situaciones, volcándome en un ejercicio de sinceridad absoluta y
pensando en el interés que pudiera tener el material el día de mañana.
Naturalmente, se quedaron en el tintero episodios que viví y preferí no
contar, pero no por pudor sino más bien por vergüenza ajena.
Fui
un verso suelto sacándole el aceite a la aceituna en los pasillos y
despachos de Radiocentro. Todavía me pregunto cómo pude hacer lo que
hice sin pertenecer al partido ni halarle la leva a alguien. Desarrollé
una carrera decente dentro de un nido de víboras y todas las noches
duermo tranquilo, sin que mi almohada me reproche algo. A punto de
cumplir 80, soy un viejo feliz.
Supongamos que tuvieras la oportunidad de hacer la emisión soñada de "Juntos a las 9", la
mejor que hayas imaginado, donde pudieran participar todos los artistas
que quisieras (incluso los ya desaparecidos). ¿A quiénes invitarías, a
quiénes dejarías fuera, cuéntanos ese espectáculo como si lo
estuviéramos viendo en una pantalla?
Tremenda
meta me has puesto. En Cuba siempre el talento musical se dio en
abundancia. Si volvemos la vista atrás, encontramos calidad pa’ comer y
pa’ llevar. Son tantos que me resultaría imposible incluir a todos los
que creo imprescindibles en un solo espectáculo. Habría que hacer una
serie de programas para que cada uno tuviera la oportunidad de brillar.
Contaría
con Bola, Meme, Lecuona, la Guillot, Formell, Las Aida, Matamoros,
Embale y el Septeto Nacional, La Aragón, Carbonell, Pacho, Chapottin y
Cuní, Adalberto, Elena, Osvaldo, Irakere, Mike Porcel, Barbarito,
Rosita, Albita, El Guayabero, Celia, Los Dada, Celina, Omar Sosa, los
Van Van de antes, Rumbavana, Paquito, El Benny, Vicentico, Guzmán, Clara
y Mario, Rita, Arcaño, Sindo, Soledad Delgado, Lourdes Torres, Ñico
Rojas, Horacio El Negro, Frank Emilio, El Jilguero, Hilario Durán, los
del filin (Frank Domínguez, Marta Valdés, José Antonio, Ela O’Farrill,
Elsa Rivero, Luis García...) y mil más entre los que habría que incluir a
los que hicieron un pop de alta calidad que no ha sido reconocido
(Estadella, Larrinaga, Vicente Rojas, Beatriz, Alfredito Rodríguez,
Valladares, Ojedita, Mirta, Farah, Miguel Ángel Piña, María Elena
Pena...). En la animación estarían, Consuelito, la mejor presentadora
del mundo mundial, y la siempre eficiente Eva Rodríguez, que me enseñó a
ser profesional.
¿A
quién dejaría fuera? A Silvio Rodríguez, sin lugar a dudas. Y me
quedaría tan pancho. En mi altar personal y profesional no cabe la gente
mala y ese tipo es retama de guayacol.
Eres
un gran cubano que ha vivido muchos años fuera de tu Cuba. ¿Cuál ha
sido tu receta para no perder a tu país sin poder volver a tenerlo?
Como
millones, creí en la revolución. Me la vendieron de una manera (sanidad
y educación gratuitas, desarrollo, igualdad, futuro luminoso...) que
resultaba muy difícil no comprársela enseguida si uno procedía de un
entorno humilde. Pero aquello que llamaron revolución resultó una trampa
para incautos al que no pocos aportaron su vida, la única que tenían.
Afortunadamente,
solo fui simpatizante, mi carácter independiente evitó que me
convirtiera en militante. No les perdono a los que convirtieron la
ilusión preciosa de millones de personas en un fracaso estrepitoso, que
me mintieran a la cara asegurándome que querían lo mejor para mí cuando
lo único que perseguían era vivir muy bien ellos y los suyos.
Tras
años de desilusión, de una decepción en otra, salí de Cuba en pleno
Período Especial, completamente aterrillado, en un estado anímico que no
se lo deseo a nadie. Decidí que era momento de reciclarme, Galicia me
brindó la oportunidad de escapar de la cárcel y la aproveché. Solté el
lastre cubano y me pasé veinte años desintoxicándome, trabajando en
otras cosas, despojándome del personaje Pedraza Ginori hasta que,
partiendo de cero, logré convertirme en otra persona. No fue fácil, pero
lo logré.
He
vivido 26 años en España, un país que no es perfecto, pero es mi país,
donde he encontrado el respeto que no tuve en la isla donde nací y
crecí, donde soy un señor y no un compañero, nadie me cuestiona por mis
ideas y en el que disfruto una cuota de libertad que me parece aceptable
visto como está el panorama por esos mundos.
No
aterrizo en Rancho Boyeros desde 1995 y no pienso hacerlo en lo que me
queda de vida. Creo que si pusiera un pie en La Habana de hoy me
inundaría una gran tristeza porque, aunque el Malecón y el Morro sigan
estando en el mismo sitio, ese lugar ya no es mi lugar y esa gente
extraña, grosera y mal educada que vive allí ahora ya no es mi gente.
Los
cabrones me arrebataron la Cuba física. La otra, la espiritual, la de
mi niñez y juventud que no tiene que ver con la parafernalia patriotera
de himno y bandera, hoy sigue anidada en mi memoria y circulando por mis
venas. Aquí dentro la tengo, vivita y coleando cada vez que contacto en
la distancia con un viejo amigo, escucho un son de Ignacio Piñeiro o me
pongo a hacer lo que más me gusta: escribir.
Mi Cuba interior es mi trofeo, esa, que se jodan, ¡no me la pudieron arrebatar!
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