Una noticia
publicada hace dos días en Madrid informaba que el 20 por ciento de los
españoles estaría dispuesto a implantarse un chip en el cuerpo para sustituir
al 'smartphone' y sus funciones. Lo recoge un informe realizado por Línea
Directa, en el que se aborda el futuro de la tecnología y la posibilidad de que
los ciudadanos accedan a incorporar componentes electrónicos en su cuerpo
-sustituyendo a sus dispositivos móviles- para mejorar sus condiciones de vida.
En este
sentido, poder almacenar miles de datos (46 por ciento), tener una cámara de
fotos o vídeo integrada (31 por ciento) y contar con un GPS (27 por ciento) son
las funcionalidades preferidas por los ciudadanos para instalarlas en su
cuerpo. Algo que parece sacado de las películas de ciencia ficción, pero que
puede estar más cerca de lo que parece, tal y como analiza este informe,
titulado 'Y después de los Smartphone, ¿qué? Ciudadano Cyborg' y basado en
1.700 entrevistas realizadas en toda España entre octubre y noviembre de 2019.
Hace ya más de
180 años, Edgar Allan Poe fue el primero en imaginar un personaje mitad hombre,
mitad robot, lo que podría considerarse la primera fantasía del ser humano con
el cyborg. En la actualidad, en algunos países miles de personas (en Suecia,
más de 4.000 personas) se han implantado un dispositivo electrónico en el
cuerpo con el fin de facilitar su vida diaria, muchas veces como sustitutivo de
alguna función del 'smartphone': pagar en comercios, abrir la puerta de casa,
acceder al trabajo o validar un billete de tren, entre otras.
En Cuba,
país moderno donde los haya, supongo que algunas personas ya tienen chips instalados. Una de ellas debe ser Rafael Serrano, el locutor del
noticiero de televisión, un tonto útil que, confirmando que "hay gente pa to", lleva muchos años siendo la imagen pública del castrismo.
Por cierto, ¿Serrano
conocerá la historia de Otto Meruelo? Otto era el vocero de la tiranía
batistiana, tenía su propio programa diario de televisión y salía a dar la cara
defendiendo lo indefendible. Se convirtió en un tipo odiado por las masas. En
la madrugada del 1 de enero del 59, cuando se formó el titingó, Batista y sus
secuaces se montaron en aviones y yates y escaparon de la isla, dejando
embarcado a Otto. Este cayó preso y fue condenado a treinta años, de los cuales
cumplió veinte.
Mucho me temo que el día que el régimen se
caiga (algún día se tiene que caer), los mayimbes del Partido y el Gobierno van
a echar mano del plan de huida que tienen preparado desde hace tiempo y al
bigotudo del NTV le va a pasar lo que a Meruelo, que se quedó colgado de la brocha cuando sus amos le quitaron la escalera.
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