La siguiente crónica es la continuación de una pieza publicada en este blog el 19 de abril de 2013 y que recomiendo haber leído antes de comenzar con el presente texto. Éste es su enlace:
Radio Progreso Cadena Nacional era un excelente sitio para trabajar. La gente me recibió bien. Enseguida me hice amigo de todo el mundo. Acumulaba experiencias y, encima, mi sueldo ahora era significativamente mayor. No tenía motivo para quejarme. Excepto el que me dieron el actor Carlos Montezuma y un grupito de supuestos jodedores nucleados bajo su sombra y dirigidos por él quienes, en una madrugada en que yo dormía en un banco del oscuro pasillo de la planta baja, esperando el momento de incorporarme a mi turno de vigilancia miliciana, me escacharon un cake en la cara y salieron corriendo para que yo no les identificara.
Bastante molesto, me lavé, me presenté ante el jefe de unidad de aquella noche y le dije que si no castigaban inmediatamente aquella “gracia” yo dejaría de hacer guardias (1). El supuesto compañero dijo un par de tonterías mientras disimulaba una sonrisa cómplice que demostraba que estaba en el ajo. Por tanto, a continuación salí pitando hacia mi casa.
Agarré tal cabreo por el incidente que no me presenté en la guarnición de las milicias durante un mes, hasta que por voluntad propia decidí reincorporarme a mis guardias. Además, al no recibir disculpas suyas, rompí para siempre todo tipo de relación personal con el sangrón Montezuma.
A mí nunca me han gustado las bromas pesadas. La gente que las hace demuestra inmadurez, estupidez y un bastante torpe sentido del humor. Alguien que somete a burla y humillación a una persona para provocar risa, no es un gracioso. Es un hijoeputa con problemas sicológicos que se disfraza de gracioso.
Bastante molesto, me lavé, me presenté ante el jefe de unidad de aquella noche y le dije que si no castigaban inmediatamente aquella “gracia” yo dejaría de hacer guardias (1). El supuesto compañero dijo un par de tonterías mientras disimulaba una sonrisa cómplice que demostraba que estaba en el ajo. Por tanto, a continuación salí pitando hacia mi casa.
Agarré tal cabreo por el incidente que no me presenté en la guarnición de las milicias durante un mes, hasta que por voluntad propia decidí reincorporarme a mis guardias. Además, al no recibir disculpas suyas, rompí para siempre todo tipo de relación personal con el sangrón Montezuma.
A mí nunca me han gustado las bromas pesadas. La gente que las hace demuestra inmadurez, estupidez y un bastante torpe sentido del humor. Alguien que somete a burla y humillación a una persona para provocar risa, no es un gracioso. Es un hijoeputa con problemas sicológicos que se disfraza de gracioso.