Hace unos
días, el martes 14 de enero de 2020 por la tarde, se produjo una gran explosión
en una empresa química de Tarragona (Cataluña). Como consecuencia de la
deflagración, la tapa de hierro de 1,22 x 1,65 metros y 3 toneladas de peso que
cubría el reactor de la fábrica salió disparada y voló una distancia de tres
kilómetros hasta acabar entrando por la ventana abierta de un piso.
El impacto
fue tan demoledor que provocó el desplome del suelo del lugar. Los escombros,
al caer, le causaron la muerte a un hombre de 59 años que estaba tranquilamente
en su apartamento situado debajo.
El accidente, realmente increíble, me ha puesto a reflexionar y casi ha logrado
echar por tierra mi hasta ahora firme creencia de que el destino no existe.
Porque, vamos a ver, ¿qué otra explicación tiene que la desgraciada víctima
resultara muerta por el impacto de una pieza de hierro de tres toneladas que voló
tres kilómetros para joderle la vida precisamente a él?
¿Será verdad eso de que
“lo que está pa ti, nadie te lo quita”?
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