CHÁCHARA DE CARÁCTER PERSONAL
La enorme aceptación popular que había tenido en 1979 el II Concurso Adolfo Guzmán de Música Cubana ICRT, cuyos espectáculos se convirtieron en la comidilla del día a lo largo de toda Cuba, no trajo como consecuencia cambio significativo alguno en lo personal para mi esposa Loly Buján y para mí.
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Pedraza Ginori y Loly Buján en 1980 |
Tanto el magnífico trabajo que ella realizó desde la unidad de control remoto, al frente de las transmisiones de Televisión Cubana, como el que yo hice como creador y director general del evento fueron recompensados con muchas felicitaciones verbales y sonrisitas, algunas palmaditas en nuestros hombros por parte de dirigentes y un par de cartas de reconocimiento en las que se hablaba de lo buenos profesionales que éramos y del gran agradecimiento que el Instituto Cubano de Radio y Televisión nos tenía por haber metido aquel jonrón con las bases llenas que, en términos de relaciones públicas, significó un subidón considerable en el nivel de apreciación de las masas hacia el organismo.
Recién finalizado el Guzmán 79, el ICRT nos convidó a pasarnos unos días en Varadero. Cuando pregunté, me dejaron claro que la invitación era solamente para Loly y para mí, que no podíamos llevar a alguien de nuestra familia.
Ellos, los que iban habitualmente, trataban de mantener el secreto. Así que yo desconocía que nuestro centro de trabajo tenía a su disposición en aquel balneario, un chalé a pie de playa en el que sus altos funcionarios se pasaban parte de sus vacaciones de verano en compañía de sus familiares y sin que les costara un kilo prieto, absolutamente por la cara. Después me enteré de eso y de que habían establecido un sistema por el que se iban alternando cada siete o diez días. Hoy le toca a Fulanito y la próxima semana a Menganita. Siempre con sus respectivas parentelas.
Aún considerando que había un montón de compañeros que pincharon muy duro en el Guzmán y se merecían disfrutar de Varadero tanto como nosotros, decidimos aceptar la invitación y cogerle al stablishment socialista unos días de descanso en la playa. El sistema, que tanto alardeaba de igualitario y justo, te ponía esas trampas deshonestas y uno caía en ellas, a sabiendas de que no era lo correcto, de que se estaba corrompiendo.
LAS CONDICIONES PRECARIAS
Desde que nos habíamos casado, en 1970, Loly y yo vivíamos en condiciones precarias en el pequeño piso de los padres de ella, en un edificio ruinoso del municipio Habana Vieja.
Al ver que nadie quería permutar con nosotros y que el ICRT le había resuelto el problema habitacional a algunas personas, en varias ocasiones habíamos solicitado a nuestro organismo que nos consiguieran una vivienda decente pero las respuestas oscilaban desde el “vamos a ver qué podemos hacer” hasta “por ahora, la cuota del organismo está en cero”.
Una de las veces, nos invitaron a integrarnos a un contingente de voluntarios que se encargaría de construir un edificio dentro del plan de microbrigadas. Ante la planilla en blanco que pusieron en mis manos me surgieron unas cuantas dudas. Pregunté qué tiempo de trabajo sería necesario para obtener un apartamento. Me contestaron que no se sabía con exactitud pero que no bajaría de varios años.
-- ¿Y tras ese período, es seguro que tendremos nuestra vivienda?
-- Aquí nada es seguro. Una vez que se termine el edificio, se evaluará quien tiene derecho y quién no. Depende de lo que hayas trabajado y de tus condiciones como revolucionario.
Decirles quiero que me pasé con ficha y, en lugar de meterme de lleno en el fascinante y encantador mundo del cemento, el ladrillo y la arena, preferí seguir haciendo programas de televisión.
Ante los positivos resultados del Guzmán 79 recién finalizado y las muestras de gratitud del presidente del ICRT Nivaldo Herrera y su círculo más allegado de dirigentes, ante tantas sonrisas y palmaditas, creimos que era buen momento para renovar nuestra solicitud de vivienda. Pero no tuvimos éxito. No conseguimos nada. Ah, bueno, algo sí agarramos: la semanita en Varadero.