LA ENTREVISTA
Fragmento de la entrevista
realizada a Jorge Serguera Riverí, alias “Papito”, quien fuera presidente del
Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR) desde 1967 hasta 1974, por Ernesto Juan
Castellanos y publicada en su libro “John Lennon en La Habana with a little
help from my friends” (Ediciones Unión, 2005). (1)
Pregunta: ¿Cómo estaba
estructurado ese organismo entonces?
Respuesta: Cuando yo llegué no
había realmente tal estructura organizativa. Tanto la radio como la televisión
estaban entramadas de manera caótica. No existía una estructura de programas
tampoco. Ésa la establecían los propios directores de los programas. A ello
había que añadir un vicio: esa falta de estructura y de organización dio lugar
a una parcelación en la programación. Existía el programa de Fulano, de Fulana,
de Mengano y de Esperancejo. Y ya eso era clásico.
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Jorge Serguera |
Quiere esto decir que lejos de
responder a un proyecto cultural, la programación respondía a intereses
personales, y ello generó problemas que luego fue difícil combatir y suprimir.
Como tú comprenderás, la
dirección de un aparato de aquella naturaleza no podía estar en manos de un
solo hombre. Así, un grupo de compañeros y yo organizamos la estructura del ICR
en pos de una mejor calidad de la programación. Y acabamos con el caudillismo,
la jefatura, los dueños de programas y los males que persistían, que era muy
fácil ver a dónde conducían. Si tú eras director de un espacio musical y venía
una muchacha bonita a quien le gustaba cantar, tú sabes que eso terminaba en la
cama. Había una cola enorme.
Te puedes dar cuenta de que todo eso se prestaba a
una cadena infinita de problemas, que incluso me atribuyeron a mí, porque la
gente decía: “¡Papito acabó en el ICR!”
Cuando yo comencé en el ICR, allí
había mucho desorden, porque todo el mundo se sentía dueño de aquello. Y al yo
tomar medidas para erradicar eso, se perjudicaron, como tú comprenderás,
cientos de intereses. Y tantos intereses perjudicados no iban a quedarse
callados. Esa contradicción, de la única manera que te la puedo explicar en una
etapa en la que tuve que acabar con los intereses predominantes y establecer
nuevas reglas de funcionamiento y organización, dio lugar a la desaparición de
los mediocres. Algunos se fueron para los Estados Unidos, otros para sus casas
y otros para otros ministerios.
Cuando yo era chiquito y en el patio de mi escuela pública José Martí,
durante el recreo, se armaba una pelea entre condiscípulos, la señora Herminia ponía orden separando y regañando a los contendientes. Para
evitar el castigo -una hora de pie en la dirección-, la disculpa más
usada era:
-- Maestra, él empezó primero.
En esta ocasión, Jorge Serguera empezó primero. Y, por respeto a la verdad y a los profesionales que hicieron la radio y la televisión por aquellos años que él menciona, la enorme mayoría de ellos personas decentes que no se merecen esas acusaciones y comentarios, creo que debo escribir algo al respecto.
La entrevista me causa una
mezcla de pasmo, conmoción y desprecio. Es difícil asimilar que alguien pueda ser tan
caradura.
Entré en el Instituto Cubano de Radiodifusión alrededor de un año antes que Serguera. A pesar de lo
mucho que ha llovido, conservo claros en mi memoria los recuerdos suficientes para
establecer que este señor, que dejó una huella en Radiocentro peor que la de un
huracán de categoría 5, mintió, tergiversó y manipuló más que habló en estas
declaraciones en las que intentó, patética e inútilmente, lavar su imagen
soltando calumnias y trolas a tutiplén.
Los que vivimos -sufrimos- su época al frente del ICR, conocemos perfectamente cómo se las gastaba este Papito,
presuntuoso y creído, que se paseaba por los pasillos con cachorro de león y para quien el edificio de 23 y M era un lugar al que ir a pasar
el rato mirando películas, jugando ajedrez y ligando mujeres, a ser
posible jóvenes.
Lo siento si sus
hijos consideran ofensivas mis palabras o la triste reputación de censor y
represor que se labró a pulso, pero cada uno debe apechugar con los pecados del
padre que le tocó.