MAESTROS
Cuando a un director de orquesta, sus compañeros de profesión le llaman “maestro” cada vez que mencionan su nombre es porque le reconocen su valía, su trayectoria y su alto status profesional. En CMBF Televisión Nacional maestros fueron Julio Gutiérrez y Adolfo Guzmán. En Telemundo, Roberto Sánchez Ferrer. Al frente de la Orquesta CMQ, Gonzalo Roig y González Mantici.
Roig andaba cercano a cumplir 80 años cuando tuve la suerte de verle ensayar y grabar con la Orquesta ICR en el Estudio 2 de Radiocentro. El silencio que imponía su sola presencia era total. Caminaba despacio, daba la impresión de una persona débil y cansada. Pero al subirse al podio, batuta en mano, su imagen se fortalecía y agigantaba. Era una leyenda viva, ejerciendo una autoridad ganada con el talento y los años, delante de un montón de excelentes instrumentistas que no se atrevían a matizar siquiera las indicaciones del director, que se las sabía todas.
Cuando aquel conglomerado de emisoras pasó a llamarse Instituto Cubano de Radiodifusión, maestros y de los grandes fueron Adolfo Guzmán, Mario Romeu y Rafael Somavilla. Era una delicia verles manejar a su tropa derrochando conocimiento y destreza. A Guzmán, del que se afirmaba tenía oído absoluto, le vi cierta vez detener una grabación en un fragmento en el que sonaban a la vez todos los instrumentos de la orquesta ICRT (al tutti) para señalarle a uno de los segundos violines que la nota que estaba tocando en el compás X no era la correcta.
Hubo allí otros maestros que desarrollaron una destacable labor, como Roberto Valdés Arnau, José Ramón Urbay y Tony Taño (1). Al frente del Coro del ICRT estuvo durante muchos años un reconocido maestro, esta vez del montaje y dirección vocal: Octavio Marín.
MAESTRO Y DE LOS GRANDES
Rafael Somavilla Morejón, nacido en Matanzas en 1927, fue una persona excepcional. Pianista, compositor, director de orquesta y extraordinario arreglista. Dueño de los secretos de la armonía, se adelantó a su época y marcó pautas en el campo de la instrumentación. Algunos de los más logrados e imaginativos arreglos para jazz band creados en Cuba llevan su firma.
Fue un hombre que supo conquistar con su trabajo la admiración y con su carácter el cariño de cuantos le trataron. Modesto, sonriente, trabajador incansable, comprensivo y tolerante con las bromas que sus compañeros le gastaron a menudo.
Desde el punto de vista personal, siempre tendré de él la imagen de alguien que andaba apurado porque el tiempo no le alcanzaba para todo lo que tenía que hacer, que entraba y salía cargado con un brujón de papeles de música y que sudaba mucho. Él, que lo era todo en su profesión, me trató a mí, que no era nadie, con un respeto que le agradecí y reciproqué en la medida de mis posibilidades.
Si se hubiese marchado del país al principio de los 60, no hubiese tenido dificultad alguna para triunfar y ganar mucho dinero en el extranjero. Pero entendió, como tantas otras figuras, que podía ayudar con su talento al proceso que puso a nuestro país patas arriba y a él se entregó.
En el ICRT, en la EGREM, en Cultura, al frente de la Orquesta Cubana de Música Moderna, en la Banda de las Milicias, en los concursos Guzmán, en los festivales de Varadero, en eventos y veladas, en cuanto consejo técnico asesor se inventaron, en representación de Cuba en jurados y espectáculos internacionales… no hubo sitio ni actividad en que no se notara su valiosa presencia y su dedicación absoluta a la llamada revolución.
TIMBRAZOS EN LA MADRUGADA
Comenzaba el domingo 20 de enero de 1980. Serían las dos de la madrugada cuando sonó el teléfono en mi casa de la calle Carmen.
Cuando a un director de orquesta, sus compañeros de profesión le llaman “maestro” cada vez que mencionan su nombre es porque le reconocen su valía, su trayectoria y su alto status profesional. En CMBF Televisión Nacional maestros fueron Julio Gutiérrez y Adolfo Guzmán. En Telemundo, Roberto Sánchez Ferrer. Al frente de la Orquesta CMQ, Gonzalo Roig y González Mantici.
Gonzalo Roig |
Roig andaba cercano a cumplir 80 años cuando tuve la suerte de verle ensayar y grabar con la Orquesta ICR en el Estudio 2 de Radiocentro. El silencio que imponía su sola presencia era total. Caminaba despacio, daba la impresión de una persona débil y cansada. Pero al subirse al podio, batuta en mano, su imagen se fortalecía y agigantaba. Era una leyenda viva, ejerciendo una autoridad ganada con el talento y los años, delante de un montón de excelentes instrumentistas que no se atrevían a matizar siquiera las indicaciones del director, que se las sabía todas.
Cuando aquel conglomerado de emisoras pasó a llamarse Instituto Cubano de Radiodifusión, maestros y de los grandes fueron Adolfo Guzmán, Mario Romeu y Rafael Somavilla. Era una delicia verles manejar a su tropa derrochando conocimiento y destreza. A Guzmán, del que se afirmaba tenía oído absoluto, le vi cierta vez detener una grabación en un fragmento en el que sonaban a la vez todos los instrumentos de la orquesta ICRT (al tutti) para señalarle a uno de los segundos violines que la nota que estaba tocando en el compás X no era la correcta.
Hubo allí otros maestros que desarrollaron una destacable labor, como Roberto Valdés Arnau, José Ramón Urbay y Tony Taño (1). Al frente del Coro del ICRT estuvo durante muchos años un reconocido maestro, esta vez del montaje y dirección vocal: Octavio Marín.
MAESTRO Y DE LOS GRANDES
Rafael Somavilla Morejón, nacido en Matanzas en 1927, fue una persona excepcional. Pianista, compositor, director de orquesta y extraordinario arreglista. Dueño de los secretos de la armonía, se adelantó a su época y marcó pautas en el campo de la instrumentación. Algunos de los más logrados e imaginativos arreglos para jazz band creados en Cuba llevan su firma.
Rafael Somavilla |
Desde el punto de vista personal, siempre tendré de él la imagen de alguien que andaba apurado porque el tiempo no le alcanzaba para todo lo que tenía que hacer, que entraba y salía cargado con un brujón de papeles de música y que sudaba mucho. Él, que lo era todo en su profesión, me trató a mí, que no era nadie, con un respeto que le agradecí y reciproqué en la medida de mis posibilidades.
Si se hubiese marchado del país al principio de los 60, no hubiese tenido dificultad alguna para triunfar y ganar mucho dinero en el extranjero. Pero entendió, como tantas otras figuras, que podía ayudar con su talento al proceso que puso a nuestro país patas arriba y a él se entregó.
En el ICRT, en la EGREM, en Cultura, al frente de la Orquesta Cubana de Música Moderna, en la Banda de las Milicias, en los concursos Guzmán, en los festivales de Varadero, en eventos y veladas, en cuanto consejo técnico asesor se inventaron, en representación de Cuba en jurados y espectáculos internacionales… no hubo sitio ni actividad en que no se notara su valiosa presencia y su dedicación absoluta a la llamada revolución.
TIMBRAZOS EN LA MADRUGADA
Comenzaba el domingo 20 de enero de 1980. Serían las dos de la madrugada cuando sonó el teléfono en mi casa de la calle Carmen.