Ésta es la primera de las diez piezas donde hablo del programa “Joven Joven”,
que realicé en Televisión Cubana desde 1983 hasta 1986.
Fueron tres años fructíferos, repletos de experiencias interesantes,
que viví con mucho estrés
pero también con muchísima felicidad creativa y personal.
Dedico esta secuencia del blog a quienes me acompañaron
Dedico esta secuencia del blog a quienes me acompañaron
en aquella maravillosa aventura hecha con ganas
y sobre todo al público entusiasta y cariñoso
que disfrutaba con nosotros cada domingo por encima y a millón,
el mejor público,
el que todo artista sueña con tener alguna vez.
Edificio Radiocentro, 23 y M, Habana / Sede del Instituto Cubano de Radio y Televisión |
JEFECILLOS
Quienes trabajábamos en la Redacción de Musicales de Televisión Cubana en las décadas de los 70 y 80 padecimos durante años el infortunio de ser comandados por una fauna de jefecillos que cumplían a rajatabla con lo que asumían como su tarea fundamental: la de seguir las normas de censura y demás orientaciones marcadas desde arriba. Y mientras tanto, dedicaban el poco margen de autonomía que les quedaba a aplicar las ideas y ocurrencias que su formación (¿?) y sus gustos muy personales les dictaban.
En el revolico que son mis recuerdos se mantiene vivo todavía el de aquella exquisita dama que quiso eliminar de la programación lo que ella consideraba vulgar y por poco convierte al Canal 6 en una sucursal de la Sinfónica Nacional. Y el de aquel funcionario que se consideraba autor musical e intentó sobornar a cantantes para que interpretaran sus numeritos a cambio de favorecerlos con apariciones en la tele. Otro, fan acérrimo de la nueva trova, entró en Musicales con la encomienda autoimpuesta de novatrovizar todo lo que estuviera a su alcance novatrovizar. Nunca visité su casa pero no me hubiera extrañado encontrarme en su sala un gran retrato de Silvio Rodríguez enmarcado por una guirnalda de flores frescas y con una vela encendida debajo.
Yo estaba camao por tener que lidiar (apechugar sería el verbo adecuado) con personajes como los citados y otros similares. Cada vez que anunciaban la llegada de un nuevo jefe, me echaba a temblar. Eso fue lo que me ocurrió cuando en febrero o marzo del 83 nombraron a una persona desconocida para mí que se llamaba Nora Blanco.
DESEMBARCÓ LA NUEVA
Ella desembarcó en su oficina del sexto piso de Radiocentro reuniéndose con el personal, hablando de una nueva etapa, de abrir posibilidades. Bueno, ése era el discurso inicial de buena parte de los que pasaron por el puesto y yo había sobrevivido a varios que se fueron desinflando por el camino. Así que, por culpa de sus antecesores, el crédito inicial de la recién llegada era entre escaso y nulo.
Conmigo empezó bien, aplicando la táctica de piropear mis trabajos anteriores, diciéndome que le habían gustado los concursos Guzmán. Desde el primer día, su manera de comunicar me pareció franca. No era una especialista cultural ni pretendía aparentarlo. Confesaba su desconocimiento del medio, sostenía que estaba allí para aprender y mostraba sentido común cuando opinaba. Descubrí que no venía a imponernos una línea sectaria en lo musical ni traía un esquema preconcebido.
Le abrí una cuenta de confianza. Y empezamos a charlar.