Fragmentos de
“Todas las vidas de Pepe”,
novela de Pedraza Ginori
CAPÍTULO 8
REGALO DE OLODUMARE
La mañana y la tarde del 10 de julio de 1933
estuvieron pasadas por agua. Como a las seis y media o las siete escampó y el
cielo se abrió para que se pudiera ver al sol en esa faceta tímida de yo no fui
que él adopta cuando está a punto de acostarse para que anochezca.
En El Nido, tras fregar los platos de la
comida, Adolfa Antúnez se mecía en el sillón del portal. Echándose fresco con
una penca de cartón, escuchaba un programa de trovadores en el radiecito de
pilas. Su marido apareció cargando un jolongo con avíos de pesca.
─¿Ya te vas?
─Sí. Con la cantidad de agua que ha caído, el
río está crecido y hay que aprovecharlo ahora.
Salustiano llevaba un rato entretenido con
sus capturas, serían las nueve. Desde la alargada gran piedra pulida que era su
lugar preferido en la margen izquierda del Sagua, lanzaba una y otra vez la
larga pita con el arconcito metálico en la punta y la recogía eufórico porque
los peces, aturdidos por el ímpetu con que circulaba la corriente, se dejaban
atrapar fácilmente.
Adolfa apagó el receptor, se puso de pie,
entró a la sala, rayó un fósforo y encendió el farol que colgaba del horcón. Se
disponía a ir a la cocina cuando notó que por sus piernas corría un líquido.
El mareo que sintió fue tan grande que no pudo
mantenerse en pie. Al caerse, por puro instinto maternal, sujetó su enorme
barriga para proteger a los gemelos que guardaba en su bolsa amniótica.
A eso de las diez, las nubes se veían espesas
y la brisa creciente indicaba que llovería pronto. El gallego decidió dar por
terminada la pesquería y regresar a su casita.
De camino imaginó la escena que le esperaba. Su esposa, al sentirlo
llegar, se levantaría de la cama, le daría un beso y le preguntaría:
─¿Qué tal te fue?
─Bien, muy bien. Mira lo que te traigo:
mojarritas, biajacas y un par de guabinas.
─¡Ave María, Salustio, qué barbaridad!
─sonreiría ella─. Vamos a cansarnos de comer pejes.
Al despertar de su desvanecimiento, la
embarazada se halló en el piso, en medio de un charco rojo que no cesaba de
aumentar. Intentó levantarse, pero no lo logró. No tenía fuerzas ni para
sentarse. Sola y aterrada por una hemorragia imparable en una casa que distaba
más de cien metros del bohío más cercano, hizo lo único que podía: gritar.
─Chipojo, Chipojo… ─lo sacudió Candelaria─,
despierta.
─¿Qué?
─Una mujer está dando voces, pidiendo
auxilio, ¿tú no la oyes?
─¿Cómo voy a oírla si estaba dormido?
Al entrar, la pareja se encontró ante una
moribunda que, pálida e inconsciente, se iba en sangre, se iba y se iba, hasta
que se fue por completo.
A Mosqueira le extrañó ver gente en el
portal.
─¿Qué pasa aquí? ─preguntó.
La respuesta fue una retahíla de lamentos
pronunciados por las campesinas de la vecindad:
─¡Ay, Caridad del Cobre, qué fatalidad!
─¡Pobrecita, tan buena que era!
─Morirse así, tan joven.
Montado en su caballo corrió a Carajillo.
─Doctor Jiménez, discúlpeme que lo moleste a
estas horas.
─¿Qué ocurre, Salustiano?
Nervioso, disimulando el dolor que sentía,
explicó la situación.
─¿Usted cree que podría salvar a los
jimaguas?
─Al menos lo intentaré.
El gallego contuvo su profunda congoja cuando
el médico extrajo del vientre de la fallecida un feto sin vida.
Al ver que sacaba un segundo niño en las
mismas condiciones, no pudo más. Se fue al patio y allí, oculto detrás del
tronco de la ceiba, estalló en lágrimas.
Desesperado, llevándose las manos a la cabeza,
daba rienda suelta a su sufrimiento. En eso escuchó un llanto inconfundible y
vio al médico que salía con un pedacito de carne rosada en sus brazos. «No eran
dos, sino tres ─anunció─. Y el tercero está vivo».
Así nació José Argimiro Mosqueira Antúnez, en
su infancia Pepito y de adulto Pepe, pichón de gallego y cubana.
Tras devolver al doctor al pueblo, Salustio
pasó por casa de sus suegros y avisó del suceso. El padre, la madre y la gemela
de Adolfa
cayeron en
la tribulación.
«Señor Santísimo ─le suplicaba Moraima,
sollozando, a la imagen que pendía de la pared─, ¿dinos qué hemos hecho para
merecer esto?».
Mas el Sagrado Corazón de Jesús no le
contestó. Los cuadros, que se sepa, no hablan.
En cuanto llegaron a Cinco Palmas, Adelfa
cargó al niño, que lloraba sin cesar.
─Angelito, ¡qué pequeñajo es! ─notó Fernando.
─¿Cómo se calla? ─preguntó Mosqueira.
─Dándole de mamar ─dijo Candelaria.
─Pues tenemos que encontrar una parida y
llevarlo con ella.
─Virgilia Cuéllar dio a luz la semana pasada
─informó Chipojo.
─Para luego es tarde.
Partieron a ver a la que ejercía tres
oficios: santera, espiritista y curandera. Salustiano conducía su potro y
sostenía un paraguas abierto. Adelfa, sentada detrás, acogía en su pecho a su
diminuto sobrino envuelto en una colchita y le tapaba la cabeza con una toalla
para que la llovizna no le mojara.
─Cuñada, ¿tú te has fijado si al crío le
falta o le sobra algo? Es que allá en Galicia se dice que los trillizos varones
nacen con defectos.
─Bueno, ya lo estuve revisando y al parecer
está perfecto.
─Menos mal.
─Y, además, es muy bonito.
En cuanto notó cerca una teta, se prendió al
pezón con un ansia que parecía insaciable. Chupó con avidez hasta que Virgilia
lo separó de sí. Alimentado, mostraba una tranquilidad absoluta.
─¿Te lo puedo traer mañana?
─Cuando quieras. Tengo leche suficiente para
mi bebita, para este y para otro más si se tercia.
─Entonces, nos vamos.
─No, no se lo lleven todavía, déjenme
consultarlo.
Tiró sus piedrecitas y caracoles, mientras
recitaba frases en yoruba. Miró fijamente al recién nacido a ver si podía
desentrañar su aura. Al terminar, salió del estado hipnótico en que se había
metido y habló con voz serena:
─Las deidades me acaban de transmitir una
gran revelación.
─¡Ay, Virgen Santa! ─se asustó Adelfa.
─Ojo, les advierto que no se la pueden contar
a nadie.
─Venga, no te hagas la misteriosa y suelta lo
que tengas que soltar ─pidió Salustio.
─El protector de este niñito es la divinidad
más poderosa que existe.
─¿La más poderosa?
─Olodumare, El Dios Supremo, Omnipresente y
Primordial, soberano de la tierra, el mar y el cielo. Y lo ha bendecido con un
don que lo hace especial.
─¿Y qué don es ese?
─El de la inmortalidad. Por eso no se murió
en el parto. Ahí donde ustedes lo ven, tan chiquitico, indefenso y delicado,
está destinado a vivir para siempre.
─A ver si te he entendido bien. ¿No se va a
morir jamás?
─Como lo oyes.
─¿Ni cuando tenga cien años?
─Ni cuando tenga mil. Gallego, debes estar
alegre porque Dios te escogió para recibir su regalo más grande.
─¿Me estás diciendo que me ponga contento la
noche en que he tenido la desgracia de perder a mi mujer y a dos hijos?
─Así mismo es.
─¡Lo que hay que aguantar! ¡Manda carallo!
Cabalgando de regreso al Nido por los
enfangados trillos, Adelfa, impresionada, no hacía más que pensar en lo
anunciado por Virgilia.
─Salustiano, eso de ser inmortal, ¿será bueno
o será malo para el niño?
─Ven acá, ¿tú le vas a hacer caso a esa mujer
que está más loca que una cabra?
//////////////////
CAPÍTULO
24
ÉRANSE UNA VEZ UNA ANDALUZA Y UN CUBANO
Los carteles y volantes han inundado las
calles de la ciudad. Anuncian que el fin de semana próximo actuará en La Caridad un célebre
conjunto folclórico español de prestigio internacional. Y Pepe se lo ha
comentado a Salustiano para que no se pierda la función del domingo.
Mediodía del sábado. El joven se mueve con
soltura por el entramado alto del teatro, la parrilla que soporta las cortinas,
los decorados, las patas, los bastidores, los trastos grandes y pesados de
utilería y las varas donde se ubican los focos de iluminación.
Ha colgado los telones que conforman la escenografía
de los Coros y Danzas de España y ahora se dispone a dirigir las luminarias que
alumbrarán por la noche los distintos cuadros del espectáculo.
Allá abajo Cecilia, la exigente directora
artística de las andaluzas ─las chicas la han apodado «La Mortificante»─ las
hace practicar sus rutinas y les va corrigiendo.
Charito Prada sale al frente en la
coreografía de las sevillanas, ejecuta sus murumacas de solista y vuelve a
integrarse con sus compañeras, entre las que se encuentra Macarena Caparrós, su
amiga de toda la vida.
Hoy La Mortificante las ha
obligado a ensayar vestidas con los trajes típicos que usan cara al público y
eso las tiene sudando a mares en este edificio construido en tiempos de la
colonia al que le sobra leyenda y le falta un buen equipo de aire acondicionado.
Suena un fandanguillo cuando José Argimiro,
al caminar sobre un tablón, tropieza con una soga y se tambalea. Aunque trata
de no caerse, no lo logra y va hacia abajo como una bala.
Ante la sorpresiva aparición de ese hombre
que ha chocado estrepitosamente con el piso del escenario, las bailarinas se
conmocionan y reaccionan chillando y santiguándose. La Charo y la Maca, nerviosas, se han abrazado. Los
músicos y el personal del teatro se acercan al inmóvil accidentado y lo rodean.
─Pepe… Pepe… ¿tú me oyes? ─dice Romelio, el
jefe de escena.
Gregorio el tramoyista se arrodilla y le
sacude.
─Pepiño, muchacho, despierta ─le urge.
─¿Se habrá muerto?
─¡Tremendo viandazo se ha dado!
─Menos mal que vive ─dice alguien que le ha
tomado el pulso.
─Fíjense, no se ha descalabrado.
─El que no haya heridas en el cráneo es el
peor de los síntomas, la sangre se le puede amontonar en el cerebro.
─Guajiro, ¿me oyes?
─Sí, estoy bien.
Se siente
aturdido. No obstante, es consciente de lo que sucede.
─Perdón por
interrumpir. Es que me caí de la tramoya.
─Eso ya lo
sabemos ─apunta un jodedor.
Con esfuerzo
trata de sentarse.
─¡Ay, ay, ay!
─¿Qué te pasa?
─Aquí, aquí…, me
duele ─se queja llevándose la mano derecha al hombro izquierdo.
─Tiene el hueso
descoyuntado ─opina Romelio.
─Hay que llevarlo
a Emergencias.
─No es necesario,
eso lo soluciono yo ─se aproxima Charito─. Aprendí a tratar dislocaciones y
esguinces en las clases de primeros auxilios de la Sección Femenina.
Se agacha, le
toma el brazo y, con un movimiento de tracción que le causa un tormento inmenso
a Pepe, le encaja el húmero en su sitio.
─¡Ayyyyy!
─¡Ya está!
El agudo dolor se
le va diluyendo. Al levantarse, el grupo que tenía a su alrededor se disgrega.
Pepe, más que mirar, examina a Charito. Comprueba que no fue un espejismo producto
del golpe recibido. Esa galleguita que le ha resuelto el problema es la mujer
más hermosa de todas las que se han cruzado en su camino. Incluyendo las actrices
que ha visto en películas.
Le admira el
cuerpo y el rostro de ángel en el que reinan sus radiantes ojos azules, su perfecta
nariz y sus labios carnosos y bien contorneados que sirven de puerta de acceso
a una dentadura que a Pepe se le ocurre que podría estar en un anuncio de
Colgate.
─Muchas gracias.
─No hay de qué.
─Es la primera
vez que agradezco que me hayan hecho daño.
─Discúlpame, es
que te vi sufriendo…
─No, si no hay
nada que disculpar, tú hiciste lo correcto.
Lo tiene a un par
de metros, mirándola como nunca la han mirado, como si se la quisiera comer. Es
alto, fuerte, gallardo, de cabeza armónica en la que destacan la frente
despejada y el cabello crespo negrísimo. «¡Ay, Virgen Santa, qué majo es!», se
asombra ella.
─¿Cómo te llamas?
─Rosario, me
dicen Charito. ¿Y tú?
─José Argimiro,
Pepe.
─Mucho gusto.
─Se te han puesto
las mejillas coloradas.
─Es que yo soy
tonta, me sonrojo por cualquier cosa.
Apenas hay tiempo
de intercambiar nombres y poco más porque ya La Mortificante está dando
voces.
─¡Vamos, vamos, a
seguir bailando! ¡Lo retomamos desde donde lo dejamos! ─proclama la mujer con
energía.
Tras el ensayo,
la directora la sermonea en voz baja y con semblante adusto:
─Señorita Prada,
la compañía en general y yo en lo particular somos responsables ante vuestros
padres y ante la señora Pilar Primo de Rivera, fundadora de la Sección Femenina
de Falange y su Delegada Nacional, de que a vosotras no os ocurra nada en esta
gira y eso se logra cumpliendo con las normas de conducta establecidas. Le recuerdo
que está terminantemente prohibido el contacto con los cubanos.
─Perdone usted,
señora Cecilia, es que como le dolía mucho yo…
─¡Terminantemente
prohibido! ¡Y no se hable más!
Ya en el
camerino, mientras se visten de calle, Charo sonríe con picardía y le pregunta
a Macarena:
─¿Lo viste?
─Sí, claro.
─¿No es
guapísimo?
─Un bombón.
Durante la
representación, el joven de Cinco Palmas busca la manera de subir y bajar
decorados y al mismo tiempo no perderse ni un momento de la actuación de
Rosarito. Nadie diría que es una aficionada, se porta como una profesional. En
el cuadro andaluz brilla con un zapateado que estremece las añejas tablas del
proscenio y pone al público a aplaudir de pie. En el gran fin de fiesta, en el que
participa todo el elenco, se gana otra ovación.
La función ha
terminado. Al cruzarse detrás del telón, Charito y Pepe intercambian sus
miradas. Las últimas de esta noche. Mañana habrá otras.
Éranse una vez
una andaluza y un cubano fulminados por el amor a primera vista, ese chispazo
hondo y emotivo que existe más veces en las novelas y películas que en la
realidad, ese sentimiento maravilloso que en un instante engancha a dos personas,
las sacude por dentro y por fuera y las deja perdidas en el llano, absolutamente
turulatas.
//////////////////
CAPÍTULO
32
MACARENA FANTASEA
Desde niña, Maca Caparrós se aficionó a la
lectura gracias a la biblioteca que su padre había dejado de herencia en su
casa. De adolescente, mientras sus compañeras tonteaban, ella leía todo lo que
le caía en las manos. Se interesó en múltiples temas: historia, geografía,
economía, política, arte y hasta en un curso de contabilidad que un diario
publicó en fascículos.
En su plena juventud, la siguen acompañando
la inteligencia que en su infancia le hacía obtener las mejores notas y su
disposición por aprender algo nuevo. Le apasionan la literatura de los grandes
autores, resuelve crucigramas, es la única chica del Albaicín que puede
entender un texto en inglés, escucha con sus ojos cerrados los programas donde
transmiten sinfonías de Beethoven, óperas de Mozart y cantatas de Bach ─«música
triste, de muertos», al decir de Marina, su madre─ y atiende a lo que sucede
más allá de su barrio, leyendo el sesudo periódico ABC y escuchando las
noticias del Diario Hablado de Radio Nacional de España, llamado «El parte» por
los mayores.
A la frívola y atractiva Charo le han sobrado
pretendientes embobados y ávidos. Eso la ha llevado a romancear con varios
noviecitos. De La Habana regresó enamorada de un tal José Argimiro Mosqueira,
con el cual se cartea.
Macarena sufre un enorme vacío sentimental
que hay que achacar a su delgadez y a su nariz alargada. No cumple con los
cánones de estética femenina que rigen en los 50. Esto le resta valor en el
mercado de los ligues. Hasta ahora, ninguno de los muchachones que mariposean
por las calles y plazas de su barrio ha sido capaz de pasar por alto su aspecto
y valorar más su personalidad especial y su nivel cultural superior.
Y como la vida avanza, teme no encontrar un
hombre interesante con quien compartir todo el caudal intelectual que ha
acumulado y las ganas de vivir a tope que lleva por dentro.
En esas circunstancias, y siendo la que
redacta las cartas que van hacia Carajillo, resulta natural que la Caparrós se
haya ido apropiando de la relación romántica que conecta a Rosarito con Pepe.
En los primeros tiempos de la correspondencia
bebía de sus novelas de bolsillo para escribir. Hasta que no las necesitó más.
Casi sin tener conciencia de ello, pasó a enviarle al guajiro de Cinco Palmas
las apasionadas y sinceras frases que le salían del corazón, las que le haría
llegar a un amante suyo.
De ella
Querido mío:
Hace poco alguien
me ha preguntado si sé lo que es el amor. En aras de guardar nuestro secreto,
le respondí que no. Sin embargo, me quedé con deseos de decirle que sí, que
gracias a ti conozco en profundidad las divinas emociones amorosas.
Maca tiene perturbadores pensamientos que la
hacen volar y no la dejan quieta cada vez que se acuerda de Pepe.
─¿No es
guapísimo? ─le había preguntado Charo.
─Un bombón
─respondió ella.
En su memoria sigue presente la
descripción del sexo con el cubano que su amiga le hizo.
─¿Y qué más
sentiste?
─Pues un placer
tan grande, tan intenso…
─Descríbemelo.
─No sé…, no tengo
palabras.
Macarena fantasea imaginando que es ella y no
Charito la protagonista del idilio. En cuanto el cartero deja en su casa un
sobre procedente de la isla, lo huele, lo aprieta contra su pecho y lo abre para
ser la primera en enterarse de lo que dice. Le gusta lo que José Argimiro dice,
cómo se expresa, su carácter. Por el hormigueo que le entra al leer, no le cabe
duda: lo que experimenta es amor.
Días atrás recibió una sorpresa. Junto a la
carta, venía un retrato de Pepe. Antes de entregárselo a su amiga, corrió al
estudio fotográfico más próximo y ordenó que le hicieran una copia. La escondió
en su armario y cada noche, antes de acostarse, la saca y besa el rostro del
bombón disfrazado de cubano. Después se duerme y sueña con él.
//////////////////////////////////////
OTROS FRAGMENTOS DE ESTA OBRA
SE PUEDEN ENCONTRAR
EN VARIAS PIEZAS DE ESTE BLOG
Y EN EL SITIO DE FACEBOOK DE YIN
///////////////////////////////////////
SINOPSIS
DE
“TODAS LAS VIDAS DE PEPE”,
DE PEDRAZA GINORI.
Un joven guajiro cubano se encuentra, por pura casualidad, con una
hermosa bailarina española y ya nada será lo mismo.
Con el lenguaje directo, ameno y salpicado de humor que caracteriza a su
literatura, Pedraza Ginori nos retrata a Pepe, a las andaluzas Charito y Macarena
─sus romances─ y a los otros personajes que les acompañan a lo largo de sus
historias y circunstancias.
Pepe nace con el don de la inmortalidad, por lo que su destino es existir
eternamente. La novela se adentra en las esencias de la tierra de sus
antepasados gallegos, narra su ingenua infancia en Las Villas, descubre sus
andanzas de juventud en Santa Clara y en aquella irrepetible Habana de los años
50 ─que era mucha Habana─, viaja con él a España en busca de un futuro que
parecía de color rosa y muestra las sorprendentes aventuras que protagoniza en
Europa de la mano del talento, el empeño y el amor.
“Todas las vidas de Pepe” es un canto optimista a las segundas oportunidades
y evidencia, una vez más, que es posible vivir sin fecha de caducidad, más allá
de la muerte.
La novela se puede adquirir en el siguiente enlace:
Está
disponible en dos formatos:
Papel
y E-book.
/////////////////////////////////////