CAPÍTULO 67: COLUMPIÁNDOSE DE UNA NUBE
─Va a ser tu profesora. Y, de contra, gratis ─le dijo
Moncha, alborozada─. ¡Qué suerte tienes, muchacho! ¡Qué suerte!
Jaimito encajó la
noticia desde una óptica distinta a la de su madre. El bachillerato no aparecía
en ninguno de sus planes futuros. Así que la ayuda que la Quintana pudiera
darle para ingresar al instituto no le entusiasmó. Lo que le volvió tarumba fue
suponerse penetrando dos veces por semana en el entorno privado de aquella
deidad, disfrutando de sus ratos y de sus esfuerzos por enseñarle lecciones. De
solo imaginárselo cayó víctima de la inquietud más ansiosa y sus neuronas se
echaron a volar.
CAPÍTULO 69: PEDACITO A PEDACITO
Mientras tanto, a
unas cuadras de allí, el magistrado Urbicio Perdiguero impartía justicia en su
abarrotada sala de juicios correccionales.─Bueno, veo que usted acusa a este señor de estafa. Explíquese.
─Mire, señor juez, yo le pagué cinco pesos para que él llevara su chivo a mi casa y lo apareara con mis chivas.
─¿Y que pasó? ¿No lo llevó?
─Sí, pero no las montó. Y él se quedó con el dinero.
─Y usted ¿qué tiene que decir?
─Yo hice mi parte, le cobré por llevar el chivo a su casa.
─Teniendo en cuenta que el animal no cumplió, lo correcto hubiese sido devolverle lo cobrado. ¿Por qué no lo hizo?
─Porque yo no tengo la culpa de que a ese chivo no le gusten las hembras. Para mí que es medio cundango.
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