Nunca me han gustado las bromas pesadas. Son síntomas de inmadurez, estupidez y un torpe sentido del humor. Nadie tiene derecho, con ninguna excusa, a someter a burla y humillación a una persona para provocar risa. Quien lo hace no es un gracioso. Es un hijoeputa (o un malcriado en camino de ser un hijoeputa) con problemas sicológicos que se disfraza de gracioso.
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